Opinión Nacional

Raíces del resentimiento en Hugo Chávez

Crecí y pasé de la niñez a la adolescencia en Los Teques, un pueblo de unos 7000 habitantes en el inicio de la década de 1940. Su pequeño tamaño permitía distinguir sin esfuerzo los estratos sociales existentes. La definición de esos estratos sociales mostraba una sorprendentemente débil correlación con la pobreza económica como tal. Parecía depender más de otros factores sociales tales como el nivel educativo, el color (desgraciadamente) y lo que pudiera llamarse el acceso a los derechos sociales, para diferenciarlo del aspecto puramente económico.

Este acceso (o falta de acceso) parecía tener mayor relación con el apellido, el origen de la familia o la actividad que desempeñaban los padres. A riesgo de cometer algunos errores de generalización era posible identificar los miembros de la clase media-baja, media-media o media-alta, el territorio social en el cual nos movíamos. Los jóvenes de clase media-baja, por ejemplo, podían reconocerse por algunas características de su personalidad social: algunos recitaban poemas tales como “el dado en la noche linda me…”, otros preferían películas mexicanas, rancheras donde el protagonista era un macho, a muchos les gustaba andar eternamente con un libro debajo del brazo, generalmente de un pensador marxista, sin haberlo leído o, si leído, mál digerido. Eran manualmente diestros, en contraste con su pobre coherencia en el discurso, el cual aderezaban con vagas referencias a Lenin, Trotsky o Plejanov. Nunca los oí mencionar a Gramsci.

Con frecuencia estos jóvenes buscaban la carrera de las armas, argumentando que la universidad era “un sitio para onanistas intelectuales”, como me repetía uno de ellos, exhibiendo su vocabulario freudiano. Iban poco a fiestas y eran generalmente de sanas costumbres, poco parranderos. No eran religiosos, pero si muy apegados a la familia.

Es en este grupo que ví más ejemplos de jóvenes huraños. Algunos desarrollaban una importante carga de agresividad contra las clases sociales percibidas como superiores y, por ello, sentimientos de exclusión. Estos sentimientos son como serpientes que se muerden la cola. Una vez que emergen tienden a auto-potenciarse. Cuando se combinan con lecturas indigestas sobre economía y política abarcan, no ya a grupos sociales sino a naciones enteras, las cuales se ven como los enemigos que le han “robado lo suyo”.

El resentimiento social suele ser mayor entre quienes tienen habilidades y capacidades cuyo desarrollo es atrofiado debido a las faltas de oportunidades. Sentirse excluídos no solo generaba entre muchos jóvenes hostilidad contra las clases sociales más pudientes sino que terminaba por acercarlos al estado benefactor, el cual les proporcionaba (y proporciona) aspirinas contra la exclusión, dádivas o limosnas que generan una ilusión temporal de bienestar y les inyectan un sentido de pertenencia.

Lamentablemente estos actos de prodigalidad por parte del estado generalmente están acompañados por exigencias de lealtad, paradojicamente hay que pagar por la limosna. Por ello, el estado benefactor realmente no incluye, no empodera a la persona otorgándoles plenos derechos sociales sino que la mantiene en condición de protegidos. Esa condición es humillante para muchos, quienes llegan a generar un resentimiento sordo contra el mismo estado “benefactor”. Ese resentimiento es exacerbado por la corrupción, la falta de seguridad y la debilidad institucional del estado y puede conducir a la rebelión contra el status.

El resentimiento de Hugo Chávez

La niñez y adolescencia de Hugo Chávez muestran indicios de una apreciable carga de resentimiento social. Las causas fueron diversas y probablemente sin importancia para personas de auto-estima normal pero muy importantes para los inseguros. Marcano y Barrera, en su libro sobre Chávez (“Chávez sin Uniforme”) narran como Chávez fue impedido de entrar a clases en su primer dia de escuela por no tener alpargatas nuevas. Este evento cruel probablemente no fue el único que le llevó a sentirse excluído. Quizá esa es la razón por la cual, como dijo su ex-psiquiatra, Emundo Chirinos, citado por los autores arriba nombrados: “Chávez siente genuino desprecio por la gente oligarca, en el sentido no solo de la posesión del dinero sino de la afectación a través de gestos, de lenguaje”. Es el odio del excluído contra quienes lo han excluído. Una vez llegado al poder, sin embargo, Chávez se reconciliaría con el dinero (y de que manera!), pero mantendría su odio contra las actitudes y manerismos de las clases pudientes. “Ser rico es malo” vino a ser uno de sus mantras, lo cual no le ha impedido adquirir relojes de $100.000.

El psiquiatra venezolano Eloy Pomenta describe la personalidad de Hugo Chávez en base a seis componentes principales:

· Ego hipertrofiado, se cree predestinado, inteligente, mesiánico

· Exhibicionista, necesita ser el centro de la atención

· Omnipotente, tiende a pensar que es un líder mundial

· Frágil de auto-estima, necesitando de manera permanente los halagos, homenajes y gratificaciones

· Niega la realidad, en todo lo que no concuerde con sus propósitos

· Exhibe una rabia narcisista, reaccionando violentamente contra toda crítica a su persona o gestión.

El psiquiatra Franzel Delgado Senior reafirma estas observaciones. Define a Chávez como un narcisitsta y enumera estas características:

· Marcada predisposición a un comportamiento pendenciero y a tener conflictos con los demás.

· Marcada predisposición a actuar en forma inesperada, sin tener en cuenta las consecuencias.

· Predisposición para los arrebatos de ira y violencia, con incapacidad para controlar las propias conductas explosivas.

· Dificultad para mantener actividades duraderas que no ofrezcan recompensa inmediata.

· Humor inestable y caprichoso

El psiquiatra José Luis Uzcátegui también concuerda con estos diagnósticos y enfatiza los rasgos de mitómano y narcisista de Chávez. Precisamente su narcisismo lo lleva a pensar que es indispensable y ese sentimiento conduce frecuentemente a la excesiva cautela, léase cobardía. Una opinión no muy favorable sobre su coraje es la del coronel Suárez, quien recuerda sus clases de paracaidismo en 1983 y 1984. Dice este militar: “Chávez se ponía blanco de miedo en el momento de saltar. Siempre buscaba una excusa para no hacerlo. Es un cobarde por naturaleza”. (http://www.abc.es/20100912/internacional/chavez-divan-201009110102.html  ). A pesar de creerse muy inteligente, añade Suarez, “fue reprobado en el curso de Estado Mayor. Tuvo que repetir el año para poder graduarse”.

La Dra. María J. Bustamante (QEPD) ofreció ejemplos aún más concretos de su distorsionada personalidad:

· desde sus días de cadete quería «refundar» la república. . . . ¿Y el eje Orinoco- Apure?. .¿y la forma como regala lo que no es de él sino de todos.”

· Se piensa águila y tiene a los demás por moscas, según su propio testimonio. No hay institución alguna que merezca su respeto.

· es inocultable el gozo que experimenta en tener a todo el mundo pendiente de él, a exclusión de todo lo demás (encadenando los medios de comunicación)

· Insulta públicamente a personas (¡hasta de su mismo bando!) o a quienes no le son afectos, como varios sacerdotes, empresarios, políticos. Convierte en despreciables adversarios a todos los que piensan distinto a él. Casi siempre habla desde una posición altiva y en tono majestuoso: «yo ordené» , «yo decidí», «yo decreté». Les dicta a los reporteros lo que deben o no deben preguntar..

· El móvil más fuerte de su conducta es la exclusión,

· habla mal de los ricos; pero quiere vestirse donde ellos se visten

En especial, la observación de la Dra. Bustamante sobre su propensión a la exclusión es particularmente interesante y confirma nuestras observaciones empíricas. Chávez ha sido catalogado como un presidente incluyente. A ello le debe el reconocimiento de muchos, pero esa definición no aguanta el menor análisis. Claro que ha incluído a muchos pobres en su estado benefactor y dadivoso pero no los ha empoderado para convertirse en ciudadanos sino que los mantiene en un humillante estado de dependencia. Peor aún, ha excluído, debido a su resentimiento, a la mitad de los venezolanos, ya sea la clase media o quienes adversan sus maneras autoritarias.

Como puede llamarse incluyente a quien excluye a la mitad de la población?

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Cuando una persona afligida por el resentimiento llega a una posición de poder como el que ha tenido Hugo Chávez, el daño que puede causar (y que ha causado) es inmenso, similar al de un paquidermo en una cristalería. Si los nazis promovieron un “Kristallnacht” Chávez ha generado una década de vidrios institucionales y sociales rotos, muchos destruídos más allá de la recuperación.

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