Opinión Nacional

Quo Vadis Teodoro-

Las recientes declaraciones de Teodoro Petkoff a una emisora de radio caraqueña, han dejado a mas de un entendido en política, boquiabiertos, patidifusos, con los ojos claros y sin vista, fuera de balance, extrañadísimos pues. El catire, sobreviviente profesional de muchas batallas en distintos frentes, una vez más flota a favor de la corriente como un corcho insumergible; sigue siendo un «enfant» terrible de varias épocas, a pesar del pellejo colgándole en el pescuezo, los cachetes mofletudos y los setenta largos que carga a cuestas, y vuelve a ser actor vergonzante de nuestra historia contemporánea, al terminar diciendo sin el menor sonrojo, que el nunca creyó «en pajaritos preñados» y que siempre estuvo claro en que Rosales no iba a ser el triunfador legítimo de los comicios presidenciales que acaban de celebrarse. A confesión de parte relevo de pruebas, dice un viejo axioma legal; así pues, con la frescura de una lechuga recién arrancada del suelo, Petkoff confiesa que se chorreó en el alma y la credulidad de varios millones de pendejos que, una vez más, cayeron en su trampa política.

Pero lo que a mi me asombra no es lo que haga o diga este sujeto, pues se muy bien quien es, sino que tanta gente avale su caradurismo durante tanto tiempo, conociendo como tendrían que conocer al personaje, que tiene muchas páginas oscuras escritas en nuestro acontecer de los últimos 50 años, páginas que le dan un perfil inequívoco, excepto para quienes por razones que se me escapan, continúan dándole un espaldarazo increíble. Vamos a hacer un resumen a vuelo de pájaro (no preñado) para que me digan si existe una sola razón para que Petkoff mantenga, contra viento y marea, una tribuna pública para engañar a la gente.

Pocos políticos se han cambiado tanto la chaqueta como lo ha hecho este caballero y, si estoy equivocado, por favor desmiéntanme: ex guerrillero vacacionista, ex-comunista, ex-fidelista, ex-marxista leninista, ex-prófugo comiquísimo, cuando por no contar bien las sábanas que le servirían para colgarse y llegar a tierra, terminó con una pierna quebrada para luego ser recapturado por uno de los hombres más viejos de la Digepol, con una pata enyesada y sin disparar ni un tiro, ex-viajero de placer en el tren de El Encanto, ex- Ministro de Rafael Caldera, representante de todo aquello que él había combatido cuando llevó con su verbo fogoso y embustero a quien sabe cuántos carajitos a la muerte con el romántico cebo de las guerrillas y las FAL, ex-terrorista, ex-periodista empatado con la parte más reaccionaria de nuestra prensa escrita, ex- candidato presidencial después de traicionar a su propia gente, ex-precandidato a la Presidencia de la Republica el pasado 3-D y ahora, ex-dirigente de la campaña del Rosales, al que arrastró hasta profundidades que más adelante podrán cuantificarse, al meterlo dentro del mismo saco en el que él se metió, cuando dijo que también Manuel estaba claro en que no ganaría las elecciones del pasado Diciembre, o lo que es lo mismo, que ambos habían engañado a los millones de pendejos que se hubieran jugado la vida apostándole al candidato de la unidad, confiados en las cifras, las promesas de cobrar, en fin, todo aquéllo que en más de cien discursos ese candidato les había gritado con una seriedad total y un convencimiento absoluto, respaldado con la presencia del señor Petkoff.

Esa es la historia en miniatura de este bocón atrabiliario y gritón, grosero con quienes creen que es un león afeitado y hasta miedo le tienen, sin tomar en cuenta que, como digo antes, viene desde la lucha armada y fraticida de los años sesenta, por la que transitó sin pena ni gloria, hasta el periódico Tal Cual, pasando por su entrega con armas y bagajes al gobierno de Caldera a cambio de una cartera ministerial, disfrazado de neodemócrata y arropado con una piel de oveja que esconde al zorro comedor de gallinas que, a pesar del disfraz, va dejando un reguero de plumas ensangrentadas a su paso, que al final terminan poniendo al descubierto su verdadera naturaleza.

Petkoff ha saltado más talanqueras que un corredor profesional de carreras de obstáculos, sin sufrir ni un rasguño en el duro carapacho morrocoyuno que tiene como piel pero, lo que sigue asombrándome es que haya tanto iluso haciéndole coro y tratándolo como si fuera el Oráculo de Delfos de la política venezolana, cuando no llega ni a la categoría de Walter Mercado en esos menesteres, y si no me lo creen a mi, échenle una leídita a todos sus vaticinios a lo largo del tiempo, en todos esos frentes en donde se ha batido, siempre a favor del viento, como ahora, cuando de vaina no salió en el Balcón del Pueblo abrazado con Chávez el mismísimo 3-D. Es hora de que terminen de ver al verdadero Petkoff, que tan pronto se nos presenta con un traje moteado en alguna montaña, con fotógrafos listos para documentar su actividad de combatiente, como con una cartera de Ministro del hombre que fuera su enemigo hasta muy poco antes de que se le rindiera, como dije antes, con armas y bagajes.

Hay quienes dicen que Teodoro es uno de los hombres más sinceros y directos que ha tenido la política vernácula, confundiendo la explosión verborréica, gritona y escatológica del tipo, con espontaneidad y franqueza directas, cuando la verdad es que miente como lo que es, un bellaco que ha puesto sus lealtades a la orden de quien las necesite en este país nuestro de comiquitas y farsantes al por mayor, y que de forma permanente ha arrimado la brasa para su sardina, aunque aparentemente esté calentando la del compañero de ruta del momento. Ahora, con esa tribunota que es Tal Cual, arremete con la fuerza que da el ser editor de un diario caraqueño, contra todo aquel que trate de contrariar sus actuaciones y ponga al descubierto su capacidad de maniobra artera para seguir flotando; derrama su veneno babeante sobre quienes desde Internet, única tribuna que no puede ser controlada ni comprada por el gobierno, le decimos lo que no nos permitirían decirle, por ejemplo, desde su mismo diario, y sataniza el seudónimo de algún columnista, olvidándose de los que él mismo ha utilizado a lo largo de su carrera de periodista de medio pelo, que no han sido pocos.

De los Petkoff me quedo con Luben, que ese si era sincero y no se andaba con pendejadas a la hora de fusilar por su mano a quien se le descarriara en la montaña, y que además, tuvo la sinceridad de decirle adiós a las armas y cambiar la hamaca y el duro suelo del monte guerrillero por el sillón ejecutivo de sus lujosas oficinas en el CCCT, cuando bajo el ala protectora de su socio Norberto Curbelo, ex-G2 y Cónsul de Cuba en Venezuela para la época, se metió hasta los tuétanos en el millonario negocio de mandarle cemento a Fidel Castro, desde Pertigalete, con una flota marítima envidia de la C. A. V. N., y de la cual vivió «humildemente» hasta el momento de su desaparición física. Eso es sinceridad y no lo de su hermanito, que con esa costumbre de tirar la piedra y esconder la mano, ha jodido más gente que Bin Laden y el nunca bien ponderado Sadam Hussein.

No le doy mucho tiempo al catire de oro de nuestra política, para que tire por la borda lo que pudiera quedarle de vergüenza y amanezca estrenando una Embajada o un Ministerio nuevo creado para el, pues si a ver vamos, él ha hecho mucho más por el gobierno y su Comandante, que muchos que allí están, disfrutando del goce de la revolución y el Socialismo del siglo XXI. Preguntémosle pues al gran Teodoro: ¿Quo Vadis» muchachón?.

UN POQUITO DE HISTORIA PATRIA
Durante la década de los 60, furiosos los comunistas por la negativa de Rómulo Betancourt a incorporarlos en su gobierno, decidieron lanzarse a la aventura sangrienta y fraticida de la lucha armada bajo las siglas de FLN-FAL, todo ello al más puro estilo de los fundamentalistas islámicos, exceptuando, por supuesto, los atentados suicidas con sus autores atiborrados de explosivos adosados al cuerpo o con un automovil repleto de dinamita, C-4 o TNT, hoy por hoy el deporte más popular en la invadida Iraq, que para eso, aunque me duela el decirlo, hacen falta testículos más grandes, que los de esos guerreros de papel tualé, acostumbrados a tirar la piedra y esconder la mano.

Las calles de nuestras principales ciudades fueron sacudidas entonces por las explosiones dinamiteras que los Petkoff, los Garcia Ponce, los Pompeyos Márquez, y tantos otros jerarcas de la insurreccion, ordenaban desde la comodidad segura de las curules parlamentarias que les otorgaba nuestra democracia bobalicona, que empezaba a dar sus primeros pasos; incenciaban la pradera sin quemarse ni un pelo de la barba, hasta que el zorro Rómulo se dejó de pendejadas y les eliminó la «impunidad» parlamentaria metiéndolos en cintura, cárcel incluida.

Por aquellos tiempos, nuestro héroe y su hermano Luben se tiraron a la clandestinidad ; mientras que Teodoro se dedicaba al terrorismo citadino, Luben cogió el monte y, como ocurren esas cosas en tiempos de montoneras, devino en Comandante de un grupo y comenzó a exteriorizar su verdadera naturaleza de guerrero implacable con propios y enemigos; en los corrillos guerrilleros y de la policia politica, Digepol, eran harto conocidas las ejecuciones sumarísimas llevadas a cabo en forma total y absolutamente personal por Luben, algunas de ellas a punta de disparos de ametralladora, conformado por él y unicamente por él, el pelotón de fusilamiento, rápido, preciso y fulminante.

Teodoro, ese catire de oro de nuestra politica vernácula, se movía de «concha» en «concha» y matizaba sus actividades revolucionarias con la captación de muchachitos de liceo, a los que encandilaba con el romanticismo trasnochado de la Sierra Maestra, Fidel y el Ché Guevara, convirtiéndolos en carne de cañon y sembrando con sus cadáveres, casi infantiles, las montañas de Lara y Falcón, los Humocaros y el cerro de «El Bachiller» en el Estado Miranda.

Los atentados contra lo más humilde de las policias municipales, estuvieron entonces a la orden del día y, decenas de esos servidores públicos fueron exterminados en emboscadas que nunca les dieron la mas mínima oportunidad de defenderse. A eso, Rómulo lo bautizó como «los tiros de cachito» de la subversión comunista en Venezuela. Teodoro sabe mucho de eso, al igual que sus pares de entonces, quienes en el nombre de Marx y de Lenin, bañaron de sangre la geografía toda de nuestra patria sin que hasta ahora nadie les haya pedido cuentas por los miles de muertos que vienen desde «El Ramonal», en la sierra falconiana hasta «El Porteñazo»y «El Carupanazo», y, antes por el contrario, la ceguera increible de nuestro bravo pueblo los ha sacralizado como líderes de la oposición, sin darse cuenta de que jamás han dejado de ser comunistas y nunca podrían ir en contra de su propia filosofia, aunque como la mona, se vistan de seda.

La traición a la Patria se consumó, cuando en contubernio con el barbudo de La Habana, los socios de Teodoro trajeron desde Cuba a militares activos del régimen castrista para que se sumaran a sus grupos y los ayudaran a asesinar soldados, oficiales del ejercito y policias; por cierto, en una de esas invasiones, aquel guerrillero «light» que más se distinguió en sus mil batallas contra las botellas de aguardiente que trasegaba a diario en sus andanzas montañeras, ese otro guerrillero vacacionista, Moises Moleiro, se trajo al general Ochoa, a quien Fidel fusilaría años más tarde, bajo la acusación de ser un narcotraficante y, como cuestión anecdótica, les quiero referir que a Ochoa se lo tuvieron que llevar, al poco tiempo, en un submarino, afectado por una disenteria que lo mantuvo a chorros durante casi toda su temporada en nuestro territorio.

Durante varios años, pero sobre todo entre 1960 y 1963, los terroristas liderados entre otros por ese fenómeno telúrico llamado Teodoro Petkoff, reforzados por los mercenarios cubanos, asesinaron a centenares de compatriotas y sacudieron los cimientos de nuestra democracia a punta de bombazos y consignas antiamericanas, en una repetición cacofónica de los kilometricos discursos del dictador de la Isla-prisión.

Los Petkoff, Teodoro y Luben, fueron actores principalísimos en esa tragedia nacional que llenó de luto a Venezuela y, lo que no dejara nunca de asombrarme, es que a estas alturas del juego, Teodoro, se mantenga como una inocente paloma en medio del vendaval político, dictando cátedras de decencia y honestidad y arrechándose, incluso, cuando a alguien se le ocurre decirle una verdad.

En la próxima entrega, las andanzas de «El Químico» Vicente García Aucejo, «La Toma de Caracas», Sergio Gómez Plata y la Fosforera Venezolana, El Edificio «Santa Gemma» y «El Garabato.»

Quo Vadis, muchachon???

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