Quiero vivir en Libertad
Lo único que no estoy dispuesto a entregar, lo tenemos en juego este domingo.
La vida no se puede convertir en el infierno que supone hacer una cola de quinientas personas un sábado en la mañana para comprar alimentos. De esa manera, somos esclavos de un gobierno que nos hace callar para comer.
Nuestra capacidad para viajar está amarrada a un gobierno que decide cuando, cuantos y a quien le entrega dólares y de esa manera, terminaremos como los cubanos, esperando un pasaporte, un permiso de viaje y el dinero necesario para usar nuestra libertad.
Un vehículo se ha convertido en un bien escaso y ahora tenerlo, puede significar que esperemos unos años en una lista del gobierno que nos pide el carnet del partido oficialista para saber si estamos a favor de la revolución. Pronto solo el gobierno podrá ofrecer los carros que importa de Argentina y China y tendrá el monopolio de la distribución. No falta mucho para que nos obliguen a comprar medicinas cubanas y chinas, para eso preparan el terreno con las disposiciones que acaban de emitir para impedir la libre oferta y promoción de fármacos de marca.
Escuchar la radio se ha convertido en un penoso proceso de búsqueda, para encontrar un territorio “hertziano” libre de la contaminación de la revolución. Parecido proceso ha venido sufriendo la televisión y a la vuelta de la esquina nos encontraremos con que todo el espectro no hace otra cosa que alabar este proceso destructivo que se maneja desde el gobierno, adornándolo con mentiras descaradas y verdades a medias.
Quiero que me regresen, como un regalo justo, a esa Venezuela de gente amable, con sentido del humor, con hospitalidad permanente y con un vago sentido del tiempo. Añoro mi juventud llena de espacios, llena de todos los espacios, donde caminar por cualquier lugar no te hacía sentir fuera de lugar. Quiero que de nuevo confirmen mi bautismo en Catedral, para ir a corretear detrás de las palomas en mi Plaza Bolívar, que ahora es de la revolución.
Quiero más, quiero que mis hijos no sientan la tentación de pensar que el país se agotó para ellos. Quiero que sientan su Patria como lo que puede ser y dejen de sentirla como lo que es.
Quiero que entre Cinaruco y Caracas no exista sino un solo país, una sola gente, una sola Patria, con los matices propios de nuestras diferencias de pensamiento, sin esas miradas cargadas de peso que no pueden tolerar a quien tiene ideas diferentes a las propias.
Este domingo, podemos escoger entre la libertad o el camino de las restricciones. Deje de pensar en que cosa es más conveniente para la economía y trate de visualizar lo que sucedería si perdemos el bien más preciado: nuestra sagrada libertad.