¿Quién quiere ser Alcalde?
Me ha parecido útil hacer algunas consideraciones sobre lo que, desde el punto de vista de una visión ciudadana que lucha por mayor calidad urbana en nuestras ciudades, pudiera esperarse de los pre-candidatos a Alcaldes. En las filas de la oposición han surgido muchos, acaso demasiados, y en algunos casos son los de personas que han tenido figuración política pero cuyo discurso muy poco ha versado sobre la ciudad y sus carencias. Si hemos aprendido algo de la opereta “revolucionaria” que vivimos, tenemos que hacerles exigencias. Hablaré en este artículo y en otros que seguirán, de esas exigencias.
Ser Alcalde no es un paso intermedio antes de aspirar a cargos superiores, sino un objetivo de la mayor importancia. Debería aspirar a ser Alcalde quien tenga a la mejora de la ciudad como su principal proyecto político. Además, un candidato a Alcalde debe ser una persona vinculada al Municipio que aspira a gobernar, que lo conozca, que haya tenido un mínimo historial de trabajo político en él. Debe ser una figura cercana, accesible a los ciudadanos. Muchas de las pre-candidaturas que se conocen no cumplen con esos dos requisitos.
También se ha dicho y lo repito, que un candidato a Alcalde debería tener una “idea de ciudad”, o dicho de un modo más preciso una idea de lo que podría ser la ciudad.
Ahora bien, “tener una idea de ciudad” no es sólo gerenciar aspectos básicos como la administración o coordinación de los servicios públicos de infraestructura (agua, drenajes, luz, teléfonos, vialidad, recolección y disposición de basura, etc.) o los de atención al ciudadano (impuestos, salud, educación, transporte público). Esta es desde luego una responsabilidad esencial, pero precisamente por ser básicos, su satisfacción es un requisito mínimo que debería cumplirse sin que eso forme parte de un programa político diferenciado ni de una postura personal. Sabemos que a veces ni siquiera ese mínimo se cumple, y por ello sigue siendo tema de controversia, pero a los Alcaldes de una democracia que se quiere renovar y modernizar hay que pedirles mucho más que eso. Y es a eso a lo que prefiero referirme.
El primer síntoma de que se tiene o se desea tener una “idea de ciudad” es el propósito de darle debida prioridad a la elaboración de un Plan Urbano de Desarrollo Local (PDUL), o si éste no existe de manera formal y completa (como ocurre en todos los municipios de Caracas y la Gran Caracas) al menos hacer clara la intención de proponerlo o consolidarlo en sus grandes líneas para proveer un escenario claro para los Planes Especiales (sobre los que hablaremos más adelante), que vendrían a ser el mejor instrumento para la acción de un Alcalde. En Caracas esas grandes líneas ya existen con la excepción de El Hatillo donde sólo en el último año (¡!) la Alcaldía han hecho pública su intención de darle forma.
Pero está también un aspecto de enorme interés que es el de las ordenanzas de construcción. En la forma como esto se conciba, en la importancia que se le otorgue a los departamentos que se ocupan de ella (la “Ingeniería Municipal”), está implícita una “idea de ciudad”, porque revela que se ha entendido que el tejido urbano se hace realidad sobre todo con la inversión privada. Y aquí cabe hacer determinadas exigencias.
En primer lugar, exigir que los procedimientos usados sean enteramente transparentes mediante información constante y sobre todo accesible por cualquier medio, pues es el mejor modo de erradicar la corrupción. En segundo lugar, pedir que la autoridad entienda que las ordenanzas de construcción son instrumentos para hacer ciudad, y en esa misma medida se deben utilizar para la promoción y el estímulo y no sólo para la represión. Muchas normativas heredadas del pasado deben eliminarse, otras modificarse y finalmente su aplicación debe ser inteligente en el sentido de utilizarlas como instrumento de negociación dirigido a ganar espacio público, una de las mayores carencias de la ciudad. Me viene a la mente el edificio Seagram’s de Mies Van der Rohe en Nueva York (1955), que evitó la aplicación del escalonamiento obligatorio en Park Avenue a cambio de darle a la ciudad una gran plaza en su retiro de frente que luego fue imitada por muchos otros propietarios. Y aquí en Caracas la Alcaldía de Petare puede reivindicar el ejemplo reciente del Centro Millenium (Arqs. Pimentel y Capiello) que recibió la concesión de uso de un terreno municipal para estacionamiento a cambio de la construcción de una Plaza pública importante.
En tercer lugar, llamar la atención sobre la necesidad de una adecuada fiscalización de lo que se ha aprobado construir. Los posibles perjuicios al medio ambiente, al espacio público y a la invasión a la privacidad del contexto inmediato durante el proceso de construcción así como las triquiñuelas dolosas, se impiden con una fiscalización seria hecha con personal de alto nivel. Tengo la impresión de las Alcaldías de Caracas, en general, fallan en este terreno. Y no es un aspecto secundario.
Sigamos mencionando aspectos que deben estar en la discusión política.
Uno de ellos es el tema del patrimonio construido. La conservación y utilización inteligente de lo patrimonial es, hoy en día, una tarea que no se puede dejar en segundo plano. A un aspirante a Alcalde en Libertador, por ejemplo, donde se encuentra el grueso de la Caracas histórica se le tiene que pedir un pronunciamiento sobre planes y posibilidades. He elogiado anteriormente la acción de Fundapatrimonio, a los aspirantes se les debería exigir que hagan una exposición sobre la forma como piensan expandir la acción de este organismo. Hay zonas de Caracas de un gran valor patrimonial que todavía pueden ser rescatadas. Una de ellas es la Pastora donde según entiendo, porque la información es fragmentaria y muy escasa, se adelanta un plan de rescate del cual muy poco se conoce. Y también hay patrimonio en Petare (el casco) en El Hatillo (todo el pueblo) y en Baruta, donde se adelanta el rescate del casco con la inserción de la sede de la Alcaldía. Sobre todo esto también habría que discutir con los aspírantes. Y con los partidos que los respaldan.
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A quienes dijeron no al caudillismo autoritario pidiendo democracia no se les pueden ofrecer propuestas nacidas en la politiquería.