¿Quién arruinó a Venezuela?
Venezuela siempre fue un país con grandes recursos naturales y con grandes perspectivas para el desarrollo de su economía. Hubo fundadas esperanzas para que el país saliera adelante con tan colosales ventajas que la naturaleza le proveyó. Todo era virgen, estaba allí, como para que una mano milagrosa y seres racionales procedieran a su explotación legítima, beneficiando a los nacionales y fuéramos una nación prospera modelo del Continente. Pero todos sabemos no fue así, vivimos momentos de ficticia prosperidad sin que verdaderamente los venezolanos se abocaran a trabajar por la grandeza de su patria. Esto parecía un sueño para la idiosincrasia del venezolano, quien eternamente esperó que de forma providencial le llovieran las cosas del cielo, y quizá imaginaron era lo que había ocurrido con esta “revolución” cual los atiborró de promesas y en los mejores momentos de la bonanza petrolera, favoreció a algunos como para que las calles de Venezuela se colmaran de carros nuevos. Siempre se dijo que el nativo era desafecto al trabajo y por ello, precisamos de mano de obra importada para adelantar las jornadas azarosas de esta región poblada de flojos. Llovió dinero y créditos en algún momento, las ofertas se multiplicaron y se enriquecieron fortuitamente individuos que de ningún modo lo soñaron. Para ellos no hubo imputaciones ni acusaciones, la Contraloría “desconoce” ese mundo que aflora a diario en los negocios con el gobierno. Pero nada pasa ni pasará a menos que se indispongan con el régimen o a éste no les convenga mantenerlos más entre sus colaboradores, es la ampulosa boliburguesía sin la que “la revolución” no logra sostenerse y que viendo ahora como se acaban los dólares se abre paso hacia otras latitudes. El “socialismo del siglo XXI” va dejando de ser rentable y sus grandes fortunas precisan seguridad, de una “guarimba” donde no puedan ser tocadas en el momento que llegue un cambio, que ocurrirá para quienes hayan regalado los haberes públicos, o se los hayan gastado en provecho propio. Este lapso tocará inexorablemente; las Cuentas Nacionales de Venezuela se difuminaron sin que haya una contrapartida de inversión, sin que ciertamente existan registros de la realidad. Aquí habrá que auditar todo y a quienes malgastaron las arcas públicas. Es una situación cercana cuando advertimos una nación rica en ruinas, donde los sospechosos no son sospechosos sino paladinamente derrochadores a la vista del público. Una “revolución” que alcanzó celebridad por sus despilfarros y no por sus logros, donde los robos más grandes del pasado quedaron minimizados ante mayores hurtos. Cuando todo está al descubierto y no se termina de revelar, cuando los venezolanos son tildados de pícaros donde asoman las narices.
Empero, hay un comunismo en marcha viendo la quiebra cercana de la nación. Ese que se apodera de los últimos vestigios rentables de nuestra economía y que amenaza desde el más lánguido buhonero o carnicero hasta el prospero empresario. Ese que no come cuentos para llevarse preso a nadie y donde los funcionarios del gobierno están prestos para dar las órdenes inflexibles. Nunca antes Venezuela vivió tanto desasosiego, nunca antes los temores ante la escasez fueron mayúsculos. No hay comida, medicinas y los servicios regulados. ¡Ah mala calidad de vida! es ostensible, las ciudades del país baten record de peligrosidad y violencia, los muertos aumentan semanalmente. Mientras esto ocurre, existe el otro mundo de los ricos, de los boliburgueses, de los recién vestidos camaradas que se afanan en salvar sus fortunas. Pero ya nada hay que hacer, a ellos pareciera no alcanzarles la justicia, se acabaron los reales y el poder hay que resistirlo a como de lugar y la mejor manera es utilizando la receta cubana, envileciendo nuestra moneda, desligándola de la paridad cambiaria. Solo faltaría un Che Guevara para que con sus polainas montadas sobre el escritorio se encargara de gerenciar el Banco Central y de burlarse de los nativos colocándole su firma a los billetes desvalorizados que, circularan en el ámbito nacional para que los pendejos puedan hacer sus “compras”. Es la “revolución” compadre que llegó para quedarse con todo y permitir que esa boligurguesía que floreció en algún momento, nos dejara en la miseria.