Queridos hijos

Queridos hijos:

Quiero regalarles de nuevo un artículo que escribí hace años. Son consejos que de seguro habrán leído pero que permanecen en el tiempo y que querría recordaran. Las mamás, a pesar de los años y la distancia, solemos encontrar en la caja de la vida algún recordatorio que podría serles útil, queridos hijos.

Llega otro Día de las Madres que celebraremos juntos, y quiero recordar algunas cosas que he procurado trasmitirles a lo largo de sus vidas. ¡Tendría tantas cosas que decirles! Pero la esperanza es una senda infinita, y apenas puedo recoger algunas hojas del camino que me gustaría llevaran en el morral con sus libros.

He aquí algunas cosas que no quisiera que olvidasen.

Quiero darles la bienvenida al futuro.

Quiero invitarles a tomar en sus manos las riendas de sus vidas.

Quiero llenarles de fuerza para materializar sus ilusiones.

Quiero que sepan que no hay meta inalcanzable. Todo lo pueden, dependerá de ustedes.

Mientras más grande sea su sueño, mayor será su logro.

Pueden tener miedo. Dense permiso para sentirlo, pero no lo posean, porque seguramente si el miedo es grande es porque su reto es mayor. No se pierdan en el temor. La cima es alta, pero no hay montaña suficientemente empinada como para que no lleguen.

Tomen sus propias decisiones. Si no se sienten seguros, pidan ayuda. Recuerden que dos cabezas piensan más que una. Escuchen, pues el que no escucha no aprende. Decidan ustedes. No culpen a los demás de sus fracasos. Sus logros y sus derrotas son suyas.

Si caen, levántense. Siempre hay tiempo para empezar de nuevo. La vida comienza todos los días, con cada amanecer. No importa que se equivoquen, lo importante es que rectifiquen. Casi nunca se logra la verdad en el primer intento.

Recen. Recen mucho. Ofrezcan su trabajo, sus días, dondequiera que estén, a Dios. Háganle ese regalo a diario. Cuesta tan poco y hay mucho por lo que rezar en el mundo. No pidan únicamente por ustedes y por los que le rodean. Recuerden pedir por los que están lejos y necesitan misericordia. Pidan por la paz del mundo. Manténganse cerca de Dios. No se alejen. La vida que tienen por delante les presentará dificultades, y la única fuerza que les mantendrá firme es la de la fe.

Sean tolerantes, acepten las diferencias, piensen que el mundo es suficientemente grande y existe espacio para todos. Reciban con los brazos abiertos a quienes adversa sus ideas, es una hermosa manera de hacer nuevas amistades.

Edúquense, fórmense, ilústrense todo lo que puedan. Hasta el momento, su educación en gran medida estuvo en manos de nosotros, sus padres, y de sus maestros, ahora estará en las suyas.

No están determinados por nada, ni por la naturaleza, ni por la sociedad, ni por la herencia. Su inteligencia está esperando que se ocupen de ella.

Sean prudentes y mantengan el equilibrio. Defiendan su verdad con argumentos, pero no se sientan dueños de ella. Hay muchas verdades que esperan ser conocidas. No se cierren en lo que conocen, esperen conocer más y descubrirán que el mundo es inmensamente rico. Hay mil cosas que no saben, pero que podrán hacer suyas si abren su corazón y su cabeza a los demás.

Empéñense en lograr lo que quieren. No hay nada más rico que decir ¡lo logré! después de largas noches en vela de arduo trabajo. Esa es la recompensa a su esfuerzo.

He querido aconsejarles una vez más porque la vida me ha hecho ver que las madres nunca damos por terminado nuestro trabajo. De seguro cuando sean padres lo entenderán.

Sean buenos padres. Amen a sus hijos. Háganles entender que el amor en ocasiones reprende para hacerlos sabios y fuertes.

Hoy es el Día de las Madres y como hace años recibí dos regalos, que son ustedes, yo también quiero darles este regalo en forma de consejos, con todo mi amor, queridos hijos.