¡Qué pena!
Algún día, si vivimos para contarlo, sabremos las verdaderas razones que impidieron la realización del más sencillo, del más factible y del más prodigioso de los milagros: una oposición partidista abierta en alma, corazón y vida al sentimiento popular, unida de extremo a extremo del país, plantándose como un solo hombre frente a las puertas del CNE exigiendo decencia, corrección, transparencia y legitimidad.
Imagínelo brevemente, querido lector: Henry Ramos y Patricia Poleo, Julio Borges y Oswaldo Álvarez Paz, Eduardo Fernández y Antonio Ledezma, Henrique Salas Romer y Tulio Álvarez formando una cadena frente al Concejo Nacional Electoral representado a millones y millones de venezolanos tras la exigencia de unos procesos limpios y transparentes. Filmados por todos los canales de televisión y fotografiados y entrevistados por todos los reporteros del mundo asistiendo asombrados al acto que da inicio al fin del régimen: la denuncia unánime de una poderosa unidad opositora que declara su Gerra a Muerte al abuso, la autocracia, la corrupción y la ignominia.
¿Qué lo impide? ¿Quién lo impide?
No lo impide la percepción de los hechos: todos los nombrados, sin excepción ninguna, comparten el mismo diagnóstico. El CNE es una agencia gubernativa al servicio del régimen. El REP es una caja negra repleta hasta sus bordes con todas las iniquidades imaginables. La automatización es una maquinaria de manipulación de resultados. El voto ha sido despojado de su verdad. ¿Quién se atreve hoy a negarlo, que no sea un obcecado o interesado partidario del régimen al que sirve?
Todos comparten la visión crítica ante un régimen que nos hunde en la miseria, viola los derechos fundamentales y monta una maquinaria de desestabilización que amenaza la paz de la región. Todos saben del contubernio de este régimen con el régimen dictatorial cubano, la pretensión de federar a las dos naciones y empujar al continente por el atajo del desastre.
Todos ven con los ojos de su cara que se avanza en una cruzada que contradice los sentimientos más profundos del pueblo venezolano: expropiaciones, estatizaciones, socialismo, fórmulas todas hasta ahora comprobadamente nefastas y criminales. Un seguro pasaporte al infierno.
¿Por qué, compartiendo el diagnóstico y rechazando las raíces del mal, hemos llegado a esta desunión de pareceres? ¿Por qué la mitad de los nombrados ˆ jefes de los partidos políticos de la oposición ˆ aceptan participar en una farsa comicial de la que saben los resultados, que ya están cantados y que le serán terriblemente adversos? ¿Por qué este engaño? ¿Por qué esta ceguera? ¿Por qué esta automutilación?
No caben más que dos explicaciones: ignorancia o complicidad. Pues, quiéranlo o no, con su comportamiento suicida sirven objetivamente el más siniestros de los regímenes que hayan sometido a la república.
¡Qué pena! Y pensar que sin la unión de todas nuestras fuerzas jamás saldremos de esta pesadilla. Es de esperar que la bofetada abstencionista que recibirán este 4 de diciembre en pleno rostro y que será sin duda máyor aún que la del 7 de agosto pasado termine por sacudirles el corazón y comprendan de una buena vez que llegó el momento de la verdad.