Opinión Nacional

¿Qué pasa en Venezuela?

Desde hace años reflexiono sobre lo que nos sucede, esto tan complejo y a
veces incomprensible que parece llevarnos como mar de fondo y que nos agobia
cada día. No pretendo con estas líneas realizar ningún análisis experto,
pero mis vivencias, mis observaciones a lo largo de estos seis años y
algunos días empiezan a decantarse, el rompecabezas empieza a armarse y
siento la necesidad de expresar lo que percibo. Me encantaría escuchar lo
que piensan, así que si estas líneas tocan alguna tecla, por favor,
coméntenme. Creo que llegó la hora de usar este medio en todo su potencial.

Basta de insulsas cadenas, chistes y mensajes inspiratorios. Llegó la hora
de expresarnos, de compartir nuestros aprendizajes, que son muchos, y de
llamar las cosas por su nombre, a pesar de que esas cosas no nos gusten.

Aquí va un intento de nombrar las cosas que observo.

I. UN PAÍS ADOLESCENTE

Quienes me conocen saben que trabajo desde hace muchos años en investigación
de mercados. Eso me permite tener un conocimiento general de muchos temas y
profundo de algunos. Aunque la mayor parte de los estudios que realizo están
relacionados con evaluaciones en torno a mercados de productos y servicios
de consumo masivo, de cuando en cuando he tenido la fortuna de que me paguen
para empaparme de temas complejos tales como la identidad del venezolano, la
percepción del entorno en momentos históricos específicos o la
identificación de perfiles de grupos de alto interés.

Hace algunos años mi hermana Cora y yo trabajamos meses en uno de esos
proyectos, que incluyó una revisión de textos sobre el tema de la identidad
venezolana de los más importantes autores del área de la sociología y de la
psicología, entrevistas a expertos y sesiones de grupo con venezolanos de
diferentes regiones y extracciones. Así como existe una psicología del
individuo, cada organización, llámese empresa, instituto, grupo o país tiene
una psicología de grupo que se define a partir de conceptos de la psicología
social. Basta con entrar a la recepción o puerta principal de cualquier
organización para respirar ese aire que define su personalidad, sea alegre o
seria, moderna o conservadora, ordenada o caótica, pudiente o austera, entre
muchas otras cosas. Pues bien, algunos expertos han calificado a Venezuela
como adolescente y lo han hecho no a partir del hecho de que la edad
promedio de sus habitantes sea muy joven, sino que como país tenemos ciertas
características que permiten calificarnos como adolescentes: alegres,
impulsivos, sin una personalidad definida, irresponsables, cambiantes y con
un componente depresivo en el fondo de todo el comportamiento. Además,
somos un país joven en su historia y de jóvenes, con poca experiencia y
tradición. Muchos de ustedes habrán sufrido las turbulencias de tener
adolescentes en el hogar o recordarán sus propias adolescencias. Pues bien,
imagínense que eso somos, un país adolescente.

II. «CONFUSE YOUR ENEMY»

Esa máxima oriental fue el único aprendizaje que tuve de un tutor académico
taiwanés en cierto momento de un postgrado y la recuerdo constantemente. La
he visto en acción por parte de una consultora amiga cuando los clientes se
ponen impertinentes y les aplica el mareo estadístico. A nosotros el régimen
tiene 6 años aplicándonos el mareo retórico o la contradicción entre lo que
se dice y lo que se hace; esto no es algo casual, espontáneo o pintoresco,
que hagan porque «ellos son así», sino una estrategia muy bien pensada para
tenernos paralizados como grupo, que es una de las consecuencias de ese
discurso esquizofrénico. Recuerden que esta gente está asesorada por
expertos en manejo de propaganda, de control de masas, de represión, entre
otras encantadoras especialidades.

Por esa curiosidad que tengo de aprender de temas relacionados con la
psicología, la comunicación y la literatura, hace algunos años leí un par de
libros sobre temas de comunicación y cambio, escritos por psiquiatras y
bastante densos, por cierto. En esos libros se habla de un término que
llaman la comunicación paradójica, y cito, porque es impactante lo que
dicen: «hay algo en la naturaleza de la paradoja que no sólo invade la
interacción y afecta nuestro comportamiento y nuestra sanidad mental, sino
que también reta nuestra creencia en la consistencia, y por ello en la
cordura final de nuestro universo». ¿Les suena familiar? Pues bien, estos
expertos hacen toda una discusión sobre el tema de las paradojas y los
mensajes paradójicos o contradictorios y de sus efectos sobre las personas;
hablan de algo que llaman la «double bind theory», altamente correlacionada
con el comportamiento esquizofrénico y dicen que la paradoja pragmática
afecta incluso a organismos vivos muy simples paralizándolos. Ya sé, ya sé,
todo esto suena muy complicado, pero créanme es algo que esta gente maneja y
muy bien. Creo que los expertos en psicología y psiquiatría deberían
explicarnos y hasta ejemplificar lo que se ha venido haciendo
comunicacionalmente en este régimen para paralizarnos.

III. NEOCOMUNISMO, WHAT?

Lo que relataré a continuación no tiene ni un ápice de invento. En junio de
1998 me contratan para llevar a cabo un estudio de imagen de una campaña de
conservacionismo, que incluía como metodología entrevistar a algunos
expertos, razón por la cual concerté una entrevista con un diputado de la
Asamblea Legislativa del Estado Aragua que llevaba el tema de ecología. Lo
cierto es que como era de esperar, el diputado me embarcó, pero ello me
sirvió para observar algunas cosas en la oficina de relaciones públicas, en
la cual esperé al menos media hora. Me atendieron muy cordialmente, me
facilitaron el periódico y algo de beber y estaba prendido el televisor
sintonizando el partido de fútbol del mundial correspondiente a esa hora. Me
llamó la atención el aspecto jiposo de algunas personas que circulaban:
barbas sesentosas y vestimenta acorde y en eso me detuve en una fotocopia
pegada sobre la pizarra blanca que había a mi izquierda. Era una foto de
Pérez Jiménez bailando con una mujer en los años 50 y alrededor de la foto
se leían las siguientes consignas: Olvidemos el Pasado. Viva el nuevo
comunismo. Viva Chávez. Viva el PCV… Se imaginarán mi desconcierto al ver
esa imagen y leer esas frases. Fue tal que hice un esfuerzo consciente por
memorizarlas.

No soy de quienes temen la aplicación de la ideología comunista por parte de
este régimen. La cosa es mucho peor. Son tan arrogantes que se trata
justamente de eso: creen estar inventando un nuevo comunismo y a casi 7 años
de esa anécdota que relato, aquí estamos, como conejillos de indias, metidos
en este laboratorio de seudorevolucionarios y lo que hemos experimentado
hasta ahora ha sido represión, fascismo, reemplazo de unas élites por otras,
toma y crecimiento del sistema de corrupción, incentivo a la dependencia,
eliminación de la libertad de expresión, entre otras bellezas.

Nunca creí en el comunismo como sistema, porque tuve demasiado cerca la
realidad histórica de mi familia polaca, pero sí sentía simpatía por las
ideas de izquierda por pensar que los segmentos menos favorecidos deben ser
protegidos. He notado que algunas personas que apoyan o simpatizan con el
régimen se jactan del pasado comunista de sus familias, como si eso fuera
una virtud, cuando realmente a quienes percibo evolucionados son a aquellos
que se dieron cuenta de la mentira que representó el comunismo y de hecho
incluso hacen autocrítica de la situación actual de la izquierda venezolana,
llegando a afirmar que lo que necesita el sistema venezolano es un buen
partido de derecha. En este sentido me declaro en revisión de mis simpatías
y no es que me defina aséptica, apática o apolítica- nada más lejos de mi
naturaleza- pero realmente, ¿qué es lo que necesita Venezuela en este
momento?

IV. REPARTIENDO LA POBREZA

Desde hace muchos años los analistas nos hablan de que el mayor problema de
la economía venezolana es que es rentista y monoproductora. Es buen
ejercicio hablar claramente de lo que significa ser rentista: vivir de la
renta, es decir, de la utilidad o beneficio que rinde anualmente una cosa, o
lo que de ella se cobra. Eso no es tan malo cuando se trata de una persona
que trabajó toda su vida y cobra una renta por el trabajo realizado, que
desde luego tuvo que cotizar durante toda su vida para recibir esa renta. Lo
malo es cuando esa renta es el producto del trabajo de unos cuantos miles de
personas en un país y de eso vive el resto de los millones, porque su propio
trabajo es improductivo; ese es nuestro caso, el petróleo ha subsidiado
durante décadas a una economía que no produce lo suficiente y que no ha sido
capaz de hacerse productiva. Pues bien, estamos peor que nunca, porque
además de seguir dependiendo del estiércol negro, ahora se hacen esfuerzos
adrede por hacernos improductivos, por hacernos la vida imposible, porque
las industrias cierren, porque todo lo centralice el Estado. Como
consecuencia los mercados se hacen cada vez más pequeños y por lo tanto
menos rentables.

Mientras más pobres seamos, más dependeremos de ese Estado proveedor y el
esfuerzo consciente es por hacernos más pobres. Nuestro dinero vale cada vez
menos, nuestras empresas venden menos, nuestros clientes nos pagan cada vez
peor y todo eso nos hace más pobres. Por supuesto que hay excepciones como
el negocio bancario, el de las telecomunicaciones, entre otros pocos, pero
este modelo no es sostenible y esa idea de que somos ricos y de que hay que
repartir la riqueza sabemos muy bien que nos llevará a la bancarrota. No
hace falta ser demasiado inteligente ni demasiado instruido para darse
cuenta de que si no creamos riqueza no habrá de dónde seguir repartiendo.

Por ahora, sólo reparten pobreza.

V. BOTINES Y BOTAS

No tengo simpatía por los militares. Nunca me han inspirado confianza, ni
aquí ni en ningún lado. Todo ese asunto de la guerra, de defender la patria,
de repartirse el botín de la guerra, del honor que es su divisa, de la
homofobia unida a altos índices de homosexualidad en la institución, aunado
al hecho de que si no están en guerra, están ociosos o preparándose para una
guerra, pues bien, no va conmigo.

En Venezuela hay una adoración particular hacia lo militar, quizás por
aquello de la adoración a Simón Bolívar y a todo lo que suene a batalla de
siglo diecinueve. Además, hay mucho de autoritario en el venezolano a pesar
de aquello del igualitarismo y en mucha gente todavía hay nostalgia por los
tiempos de Peréz Jiménez. Todo ese proceso de la toma de la Plaza Altamira
puso en evidencia que mucha gente y particularmente muchas mujeres sienten
debilidad por los militares y quisieran ser rescatados por un militar por
más mediocre que sea. Ya ocurrió una vez en el año 1998 y la gente no
entiende que ya entramos en la degradación y que si seguimos por ese camino
podemos seguir degradándonos perpetuamente. El golpe o no-golpe del 11 de
abril fue también obra de mediocres militares que pusieron a un mediocre
civil con ínfulas de Napoleón en rol de militar salvador. Por supuesto fue
un fracaso y qué bueno que lo fue, porque nuevamente, hubiera continuado la
degradación.

En febrero del año 1989 vimos de cerca lo que significa saquear como
resultado del famoso Caracazo, que todavía no está claro hastá qué punto fue
algo totalmente espontáneo. La gente se regodeaba en su botín, ya fuera una
res cargada al hombro, el televisor que tanto deseaba o quien sabe cuánta
otra cosa que robaron de montones de negocios, muchos de los cuales fueron a
la quiebra por culpa de los mismos vecinos de la zona. Hay quienes pretenden
hacer una apología de ese 27 de febrero, como si fuera el génesis de la
supuesta revolución. Yo lo veo como la expresión de un gran rencor, de una
rabia profunda, de ese resentimiento en el que está basado todo el discurso
de este gobierno. Los gobernantes del momento fueron torpes y arrogantes y
los militares y policías del momento usaron la oportunidad para deshacerse
de enemigos en medio de la confusión: más alimento para ese rencor que se
desataría nuevamente en dos intentonas golpistas en el año 1992. Luego nos
enteraríamos de los íntimos lazos de civiles por siempre ligados al poder
con esos militares que ya no querían seguir custodiando al gobierno civil y
poco a poco fue surgiendo este movimiento de militares y civiles en torno a
botines de poder y dinero, posando como grandes amantes de la justicia
social y apoyados por los trasnochados del mundo que también deseaban un
poco del botín.

VI. TRONCOS CAÍDOS

La imagen me persigue por doquier y una amiga poeta me dice que cuando eso
ocurre, es necesario llevarla a la obra. El árbol caído es un símbolo de
este gobierno. Lo podemos ver a lo largo de la Cota Mil y en accesos como
el de La Florida: grandes árboles tumbados en las cunetas de la autopista;
grandes árboles que cayeron por sí solos, por tormentas o por la mano
inconsciente y que no fueron ni serán recogidos. Clara señal de que si no
resistes, si osas ser débil o atravesarte en el camino del aniquilador, ahí
quedará tu cadaver expuesto al escarnio público, como tronco seco que no
merece mejor destino. Se ha tumbado la imagen de numerosos líderes y
funcionarios públicos y se les ha expuesto al escarnio; todos esos árboles
caídos, por supuesto, son de opositores al régimen, que pueden o no
gustarnos, pero que intentaron frenar el avance de los aniquiladores.

A eso se suma la acción premoderna de la tala y la quema. Recuerdo esa
lección de primaria como ejemplo de prácticas arcaicas y veo
consistentemente como las cuadrillas de ciertas alcaldías podan y no
recogen, queman los restos y dañan lo que sigue en pie, y nos dejan árboles
secos y carbonizados junto a los árboles caídos. Supongo que también hay
quien admira la práctica haitiana de acabar con todo lo que sigue en pie,
además de otras prácticas isleñas de dudoso provecho. La tala y la quema ha
llegado incluso hasta el sector cultural e industrial del país y en muchos
lugares abundan esos árboles muertos todavía de pie.

VII. REALIDAD, EVASIÓN Y RESISTENCIA

Los últimos años han sido de duras derrotas psicológicas para quienes nos
oponemos a este régimen. Hemos sido torpes, ingenuos, confiados, arrogantes,
impacientes, superficiales y triunfalistas, pero también hemos sido
apasionados en la lucha, demócratas en nuestros métodos, buscadores de la
verdad y consistentes en nuestro rechazo a un sistema falso y manipulador
que desvirtúa lo que somos y lo que podemos ser. No sé ustedes, pero yo
estoy cansada de leer a analistas que se jactan de su racionalidad y nos
tildan de tontos, pasivos y poco lúcidos, sin tener la menor empatía por lo
que hemos vivido y continuamos viviendo. En este momento percibo que la
gente está ahorrando energías, siendo más cautelosa y reflexiva, curando las
heridas de los fracasos recientes y por qué no, escogiendo las batallas que
vale la pena pelear.

La evasión es un mecanismo de defensa y para sobrevivir a ratos tenemos que
evadir esta realidad tan terrible que nos rodea, pero creo que se irán
desarrollando mecanismos de resistencia, al principio quizás nuevamente
ingenuos y aparentemente inofensivos, pero basados en nuestra verdad. En
Polonia la religión se convirtió en un instrumento de la resistencia frente
al comunismo y en su momento surgieron los líderes que canalizaron esa
resistencia. Ese sistema comunista que asfixiaba a los países de Europa
Oriental se fue derrumbando y lo que parecía imposible ocurrió en pocos
años. Ese proceso histórico en nada se compara al nuestro, pero existen
precedentes de sistemas que parecían y se jactaban de ser invencibles, que
durarían mil años y que crearían a hombres nuevos, razas superiores y otras
rarezas. Creo que en Venezuela no necesitamos ninguno de esos proyectos
megalómanos, a pesar de que algunos insistan en querer convencernos de lo
contrario. Por ahora, las masas siguen mareadas por la retórica y por las
montañas de dinero, pero todo tiene su fin, tarde o temprano, y esto no será
una excepción.

VIII. MALA SUERTE, BUENA SUERTE, ¿QUIÉN SABE?

Nos hemos quejado durante años de estar viviendo una pesadilla y de cierta
manera lo es, pero no todo es malo en lo que está ocurriendo y se va
desarrollando una conciencia política y un interés genuino por entender lo
que nos acontece. Somos apenas un país mediano con ínfulas de gran país,
como decía Leonardo Azparren Giménez en una entrevista reciente, y en esa
medianía que pretende imitar a la grandeza material, moral y espiritual está
gran parte de nuestro problema. Somos un adolescente en formación, con
valores todavía precarios, con una personalidad que no se ha definido
completamente y que se ha dejado tentar por lo excitante y aventurero. No
somos un adulto estable que sabe lo que quiere y cómo lograrlo; al país le
falta mucho para llegar a ese nivel, mucha historia, aprendizaje y
crecimiento.

Hoy en día, cuando las religiones intentan buscar puntos en común, uno se ve
expuesto a líderes espirituales que combinan enseñanzas de diversos mundos.

Hace algunos años tuve la fortuna de participar en unas sesiones dirigidas
por unos padres jesuitas que habían incorporado elementos del budismo a sus
prácticas y conversaciones. Un relato sobre un sabio budista comentaba ante
la fortuna de alguien: buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe? y
seguidamente ante un infortunio de esa misma persona: mala suerte, buena
suerte, ¿quién sabe? para dar a entender que la vida es una serie de
acontecimientos que nos va llevando y lo que en un momento dado pudiera
parecer una tragedia, en perspectiva nos va llevando a un aprendizaje, a
otro nivel. Pues bien, creo que ese pensamiento budista es útil en este
momento. Quizás no comprendamos en este momento por qué tenemos que vivir
todo esto que nos acontece actualmente, pero en perspectiva, con el tiempo,
todo tendrá sentido. Mala suerte, buena suerte, ¿quién sabe?

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