¿Qué país queremos los venezolanos?
Cada vez con mayor frecuencia me pregunto ¿Qué país queremos los venezolanos? ¿Un país donde todo funcione y las personas nos sintamos protegidas y respetadas? ¿O un país donde cada quien haga lo que le viene en gana, sin preocuparse sino únicamente de lo suyo, sin importar lo que suceda alrededor y seguir quejándonos de la desidia, el abuso y la falta de justicia? Esa pregunta me asalta a diario, especialmente cuando observamos desde lejos el panorama nacional y nos invaden interrogantes que no encuentran respuesta. Y no la encuentran, porque creemos que un país que ha vivido en democracia durante cuarenta años, se supone con una población educada para conocer cuáles son sus deberes y hasta dónde llegan sus derechos. Y también se supone que sus instituciones públicas estarían preparadas para cumplir y hacer cumplir las leyes que coadyuvan en el desarrollo de la vida en un estado con recursos suficientes para lograr el desarrollo y la paz. Pero, por lo que percibimos a diario, no ocurre así.
Para empezar, Venezuela es definitiva y fatalmente un país sin ley. Una de las cosas que más temor produce a los venezolanos es la ausencia o la desaparición en la ejecutoria y cumplimiento de las leyes. Es más que frecuente encontrarnos pensando como el famosísimo Chavo: ‘¿Quién podrá defendernos’? Lamentablemente vemos que episodios supuestamente extraordinarios ocurren con frecuencia: un asalto a mano armada, un secuestro, el abuso de alguna autoridad, la violación de un derecho. ¿Quién nos defenderá en un lugar donde las leyes no se cumplen y quienes se suponen encargados de hacerlo, cuando las cumplen en asuntos de relevancia pública, son removidos de su cargo por contrariar al gobierno?
En segundo lugar, carecemos de educación en lo referente a lo que podemos exigir y lo que nos es obligatorio dar al país para lograr su funcionamiento como estado ‘en vías de desarrollo’.
En nuestro país, la gran mayoría de ciudadanos desconocen las leyes que más directamente les atañen y, si las conocen, sencillamente no las cumplen porque no sienten el compromiso de hacerlo, toda vez que vivimos en el reino de ‘haz como si no fuera contigo’, o ‘dale que no te ve nadie’ o ‘el mundo es de los vivos’. Y en caso de alguien tenga la ocurrencia de exigir el cumplimiento y apegarse estrictamente a las leyes, es común encontrar un funcionario que haga la consabida propuesta de: ‘Esto podemos arreglarlo de otro modo…’, mientras le pide introducir un billete grande en algún lugar que pase desapercibido. Y luego de decirse guardián de la ley, cuando en realidad es un corrupto, cuenta el incidente como una anécdota sin mayor importancia.
Por último, el sentido de responsabilidad y de respeto por quienes nos rodean parece no existir. Es terrible sentir que los venezolanos no nos respetamos. Si entramos al baño de algún lugar, lo más probable es que los usuarios lo dejen en pésimo estado. Si nuestro vecino tiene una mascota, es muy factible que encontremos una sorpresa a la puerta de nuestra casa. Y si estamos en alguna sala de espera, la madre que lee revistas no llamará la atención de su hijo que coloca los pies sobre la silla porque ésta no es la de su casa. Así, nos sentimos irrespetados, violentados, agraviados en nuestro buen desempeño y empezamos a sentirnos como extraterrestres en nuestro propio país.
¿Es esto lo que queremos? ¿Nos sentimos contentos con la manera en que estamos viviendo? Con toda seguridad la respuesta es un rotundísimo NO. Pero para cambiar el curso de las cosas hay que examinarse y rectificar en lo que no hemos hecho o no estamos haciendo bien. Acabar de una vez por todas con la mentalidad de ‘yo no fui’ o ‘no es conmigo’ y empezar a asumir la responsabilidad del país como nuestra. La caridad empieza por casa y si nos maravilla lo que vemos fuera de nuestras fronteras, podemos imitarlo y mejorarlo. Empezando por educarnos y respetarnos. Y exigir que nuestras leyes se cumplan a cabalidad.