Opinión Nacional

¿Qué le están enseñando a sus hijos en el liceo? ¿Creación ó evolución? ¿Ciencia o dogma? ¿Está usted de acuerdo con eso?

El naturalista británico, Charles Darwin, publicó en 1859 su obra magistral titulada: “On the Origin of Species by Means of Natural Selection” (Sobre el Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural), que es hoy en día conocida como la “Teoría de la Evolución de Darwin”.

Esta teoría establece que todas las formas de vida (especies), que existen en el planeta Tierra, (desde las bacterias, las algas y los hongos, hasta los peces, árboles, aves, animales terrestres, y el ser humano), se originaron a partir de pequeñísimos seres vivos de una sola célula, durante un proceso que ha durado miles de millones de años, y que consiste en mutaciones al azar del código genético de las diferentes formas de vida; que mueren o sobreviven al reaccionar ante las presiones que sobre ellas, ejercen las condiciones ambientales bajo las cuales viven (clima; disponibilidad de agua y alimentos; predadores; catástrofes naturales; etc., etc,).

Esa teoría contradice al relato religioso sobre la creación de la vida en el planeta Tierra, contenido en el Libro del Génesis de la Biblia, que desde varios miles de años antes de que naciera Charles Darwin, nos dice que Dios creó en sólo seis días; hace aproximadamente unos diez mil años—y casi exactamente en la forma que tienen actualmente—a todas las formas de vida que existen en el planeta Tierra: desde las bacterias, las algas y los hongos; hasta los peces, árboles, aves, animales terrestres, y el ser humano. Este relato ha sido siempre conocido como “La Creación”.

Entre los 12 y 14 años de edad, Yo estudié mis primeros tres años de bachillerato (1958, 1959 y 1960), en el Colegio San Fernando, ubicado a un lado de la Plaza San Martín, en Caracas. Casi todos los profesores de este liceo privado, eran ex sacerdotes católicos, al igual que su director.

En 1961, cuando tenía 15 años de edad, convencí a mi padre de que no era necesario que él tuviese que seguir pagando la elevadísima matrícula de 80 bolívares mensuales, cuando existían excelentes liceos del gobierno que eran totalmente gratuitos. Así que, en 1961, intenté aprobar el cuarto año de bachillerato como estudiante del Liceo Luis Razetti, ubicado en La Quebradita, Caracas, todos de cuyos profesores eran laicos y empleados del Ministerio de Educación. Pero fallé: me “rasparon las tres Marías” (Física, Química y Matemáticas), más “Dibujo Técnico”.

Mi padre se enfureció ante mi fracaso, pero no me echó la culpa a mí—ya que siempre obtuve altas calificaciones en el Colegio San Fernando—sino “al gobierno”; y cuando tenía 16 años, me inscribió en otro liceo privado; esta vez, el Colegio Santa Cecilia—cuyo profesorado era todo laico—y estaba ubicado en la parroquia Santa Rosalía de Caracas.

En los “exámenes de reparación” sólo había logrado aprobar, la asignatura de Dibujo Técnico. En esos exámenes de reparación–por segunda vez—me volvieron a “raspar las tres Marías”. Eso provocó, que mientras repetía—por segunda vez—el cuarto año de bachillerato, en el Colegio Santa Cecilia, tuviese una enorme cantidad de “tiempo libre”, ya que de las ocho o nueve materias del pensum de estudios, yo sólo cursaba tres. Pero en vez de usar ese “tiempo libre” para estudiar más a fondo y concienzudamente, Física, Química y Matemáticas; me dediqué a aprender—por mi propia cuenta, teniendo como maestro a un vecino llanero de mi propia edad—a tocar cuatro, y con “mi música y canto”, a enamorar a las muchachas del liceo y del barrio, que me atraían.

El resultado era claramente previsible: me volvieron a raspar—por tercera vez—las tres Marías. Y mi padre, esta vez, me dijo que yo era un sinvergüenza, que no apreciaba el esfuerzo que él estaba haciendo por mi educación. Lo que me provocó un enorme remordimiento. Y por ello, cuando leí en un periódico un aviso de prensa que decía: “Si tienes 17 años cumplidos y has aprobado el tercer año de bachillerato; hazte oficial de la Guardia Nacional”; se me “prendió un bombillo”; se lo mostré a mi padre, y le rogué que me permitiese intentar seguir estudiando en esa escuela militar.

Mi padre aceptó; quizás porque en esa época existía una generalizada creencia de que “el cuartel” era ideal para “enderezar” a los varones incorregibles.

Después de superar exitosamente “el calvario” del examen de admisión, fui admitido como cadete de primer año en la EFOFAC (Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación); donde durante los años de 1963 y 1964, aprobé el cuarto y quinto años de bachillerato (en “Humanidades”), y recibí mi diploma de bachiller.

¿A qué viene todo este cuento?

Bueno, porque en 1958, cuando estudié primer año de bachillerato, hacía 99 años que Darwin había expuesto al mundo su Teoría de la Evolución; y en 1964, cuando recibí mi diploma de bachiller, ya habían transcurrido 105 años de ese histórico acontecimiento científico; pero ni los ex curas del Colegio San Fernando, ni los profesores civiles laicos del Liceo Luis Razetti ni del Colegio Santa Cecilia—y mucho menos los profesores civiles y militares de la EFOFAC—me enseñaron ni una sola letra de la Teoría de la Evolución—mientras que en esta última escuela militar, debía obligatoriamente—junto con un compañero de promoción, creyente de una fe cristiana protestante—asistir; cada domingo, a misa católica, en la hermosísima capilla que existe en el interior de la EFOFAC; y escuchar “la palabra de Dios” de parte de nuestro Capellán, un sacerdote católico que también ostentaba el grado de Teniente de la Guardia Nacional.

En esa época, hace casi 50 años, no existían las computadoras—ni siquiera los chips—porque aún estábamos asombrados con los “increíblemente minúsculos” transistores, que recién acababan de reemplazar a los enormes tubos al vacío. Pero, los jóvenes venezolanos estábamos familiarizados—y usábamos con comodidad—ésa—la más avanzada tecnología de la época.

Pero cómo yo no estudié, medicina, enfermería, farmacia—ni mucho menos biotecnología ó biología molecular (ciencias que aún no existían)—no sé como hacían los estudiantes de esas especialidades científicas para progresar ¿Estarían enterados de la evolución?. No sé.

Lo que si sé ahora, es que en todo el mundo son cada vez más escasos los puestos de trabajo para quienes no dominan las nuevas tecnologías, y han sido entrenados en los más avanzados conocimientos científicos.

Afortunadamente para mí, cuando ocupé el segundo lugar en el orden de mérito en el primer postgrado militar que me daba la oportunidad de ascender a capitán, con un promedio académico de 92 puntos de un máximo de 100; la Guardia Nacional me confirió una beca para estudiar inglés y una carrera universitaria en los Estados Unidos de América, entre 1975 y 1980. Al inscribirme en el programa de la licenciatura en Administración del Ambiente y de Recursos (Environmental and Resources Management) que culminé con la distinción honorífica Magna Cum Laude, aprendí de excelentes profesores de muchas disciplinas científicas distintas, todo lo que necesitaba saber sobre la Teoría de la Evolución de Darwin—entre muchas otras cosas.

¿Qué estará pasando hoy en los liceos públicos y privados venezolanos, que están en su casi totalidad en manos de los marxistas y los católicos, que—desde siempre—han estado empeñados en regresarnos a la Edad Media?

¿Lo sabe Usted? ¿Le ha preguntado a sus hijos?.

Yo le aconsejaría que averigüe—y se convierta en un celoso tutor académico de sus hijos adolescentes.

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