Opinión Nacional

¿Qué es lo que viene?

C omo a casi todas las personas, los cambios me desestabilizan un poco y tengo que hacer un esfuerzo grande para aceptarlos y adaptarme. No obstante, voté por el cambio y sé que hubiera sido un drama si se hubieses dado tal situación. Imaginarme la TV sin tantas cadenas, las radios y televisoras del Estado actuando con equidad y respeto, la descentralización… ¡Qué va! Demasiados cambios, como para que a uno le explote el cerebro de lo increíble y desacostumbrados que estamos.

¡Con razón la gente votó por seguir igual! Es que los humanos nos acostumbramos rápidamente a situaciones insospechadas y luego nos cuesta cambiar.

Fíjense ustedes en este ejemplo: el ciclista norteamericano Lance Armstrong acaba de ser desposeído de sus premios y se le prohíbe actuar oficialmente como ciclista federado. Está acusado de doparse y dopar a sus compañeros de equipo, con la complicidad de estos, de médicos y entrenadores.

Total, todo un frangollo de marca mayor. Tal cosa se sabía desde 1999 y se siguió sospechando, comentando y se continuaron recibiendo quejas por los siguientes 7 años y hasta ahora. Le hicieron frecuentes controles de dopaje, 218 durante los «tour» de Francia que siempre dieron negativos para drogas. ¿Qué tal? ¿Perfecto, verdad? El mundo y las federaciones de deportes se acostumbraron a que las cifras de laboratorio son la manera de medir el dopaje. Mientras tanto, el dopaje continuaba.

Nadie se atrevía a pensar y aceptar que había otras maneras de hacerlo y no dejar rastros.

A estas alturas ya los agudos lectores se habrán dado cuenta del paralelo entre las cifras de «doping» y los votos contados en las elecciones presidenciales.

Ambas son medidas impecables de una acción enmarcada en las leyes y sujetas a comprobación y auditoría.

¿Qué más auditoría que 218 determinaciones de «doping» en la misma persona en 7 años, casi 3 por mes; qué más auditoría que las listas por máquina de votación, firmadas y recopiladas por los observadores de la oposición? Obviamente, el asunto es otro.

No sé que van a hacer los organismos deportivos respecto del dopaje de los competidores, pero, ciertamente, los exámenes de laboratorio para dopaje, solamente, no sirven.

¿Servirán las elecciones con voto secreto emitido, contabilizado y auditado, como prueba fehaciente y suficiente de la voluntad del electorado o será esa la simple y exitosa medida del efecto del ventajismo, la propaganda, el chantaje y el abuso de autoridad? Las reglas del juego no pueden seguir estando basadas ni en el control antidopaje por muestras analizadas en laboratorios, ni en el perfecto contaje de votos anónimos emitidos por los ciudadanos.

La supervisión de los organismos controladores debe ser estricta, implacable, equitativa y comprensible para todos.

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