Opinión Nacional

¿Qué es el fascismo?

Al movimiento estudiantil venezolano.

A Pompeyo Márquez, valeroso e infatigable luchador por la libertad, la justicia y la dignidad del venezolano.

El martes 23 de octubre una significativa movilización estudiantil le hizo llegar sus objeciones al cambio constitucional a la Asamblea Nacional. La prensa nacional registró los siguientes comentarios emitidos luego por parte de algunos diputados: “Me dan lástima”, “Se les ven los dientes de leche del fascismo”, “Llevaban pancartas absolutamente fascistas”[1] . El jueves 25 los televidentes pudimos ver la vergonzosa actitud de un agresivo joven identificado con el oficialismo –entregado de lleno al saboteo del foro convocado en el Pedagógico de Caracas para discutir el cambio de la constitución-, espetarle a Pompeyo Márquez su condición de “fascista” (cursivas mías –HGL).

En realidad, ¿Qué podemos entender como fascismo?

Rasgos fundamentales del fascismo

(%=Image(6713819,»L»)%) El fascismo fue un movimiento político centrado fundamentalmente en algunos países europeos de las primeras décadas del siglo XX que se propuso subordinar al individuo al Estado en nombre de un “Bien Común”.

2. Este “Bien Común” pretendía construirse con base en una mitificación de la historia, exaltando sus aspectos épicos como expresión de una epopeya que resumiría las energías vitales del pueblo o nación que se decía representar.

3. La evocación de este pasado heroico inspiraba un programa político destinado a  “refundar” a la nación para restablecer las glorias de antaño. En el caso de la Italia de Mussolini, se trataba de reinstaurar la Romanitá legada del Imperio Romano. Para el Nacionalsocialismo Alemán, debía hacerse realidad la superioridad germana que se desprendía de los mitos y leyendas teutonas.

4. Esta prédica se expresaba en un nacionalismo exacerbado y xenófobo, que apelaba básicamente a lo emocional en vez de a la razón.

5. En defensa de la nación o del volk (pueblo) el nazi-fascismo se enfrentó a la internacionalización de las actividades económicas y financieras que trajo la expansión del capitalismo y a la amenaza de un movimiento bolchevique que invocaba el “internacionalismo proletario”.

6. En tal sentido, el nazi-fascismo se inspiraba en posturas que negaban los valores racionales y liberales propios de la cultura urbana moderna, a pesar de que procuraba instrumentar para sus propósitos los avances tecnológicos de la modernidad. Blut und Boden -la sangre y la tierra- resumía los valores esenciales que inspiraban al Nacionalsocialismo alemán.

7. Buscó legitimarse a través de la movilización popular, invocando ser los auténticos representantes de los intereses del pueblo. Ello llevó al triunfo electoral de Mussolini, luego de su designación como Primer Ministro, y de Hitler en Alemania.

8. El dominio de su prédica ante las masas llevaba a la construcción de una falsa realidad a través del dominio de los medios de comunicación y de un aparato propagandístico que martillaba una sola “verdad”. Como afirmara el ministro de Propaganda Nacionalsocialista, Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Para ello procuraron re-escribir la historia para hacerla coincidir con sus designios de poder.

9. El éxito político del nazi-fascismo requirió de un líder carismático –Führer o Duce- capaz de galvanizar a sus seguidores con su discurso y a quien se le rendía un culto, alegando sus dotes de visionario.

10. Las pretensiones de este liderazgo por amasar cada vez más poder demandaba señalar la existencia amenazante de un “enemigo”, tanto externo como interno, que ponía en peligro los avances de la revolución fascista. Ello “justificaba” la eliminación de toda traba a la concentración de poder y exigía lealtad absoluta a sus seguidores, pues se trataba de librar una batalla victoriosa contra ese “enemigo”.

11. El nazi-fascismo se propuso la destrucción del Estado de Derecho “burgués” argumentando que su “blandenguería liberal” obstaculizaba la conquista de los fines trascendentales reservados al pueblo. Al “enemigo” no se le podían reconocer los mismos derechos que el “ciudadano de bien” y se le discriminaba política, social y jurídicamente. El régimen Nacionalsocialista buscó acabar con la institucionalidad existente mientras edificaba una institucionalidad paralela, dependiente del partido.

12. Lo anterior implicaba la politización de la justicia, siempre en nombre de la “voluntad del pueblo”, y la “judicialización” –penalización- de toda acción política opositora.

13. Lejos de ser conservadores, los regímenes fascistas debían constantemente radicalizar el proceso, proponiendo nuevos objetivos en aras de mantener la tensión de sus seguidores y evitar que cayera el entusiasmo con relación al destino histórico prometido.

14. Esta especie de “revolución permanente” se basaba en la polarización maniquea de la lucha política –los buenos, patriotas, “nosotros”, contra los malos, vendepatrias, “ellos”- y buscaba galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder.

15. En este orden, el avance de la “causa” implicaba la reducción del “enemigo” a través de campañas de odio que negaba su condición humana y “justificaban” las peores vejaciones en su contra.

16.  Consustancial a lo anterior era el ejercicio extendido de la violencia callejera por parte de organizaciones partidistas uniformadas de naturaleza para-militar. Los movimientos de “camisas” –camisas pardas de la S.A. Nacionalsocialista; camisas negras de los squadristi italianos; camisas azules de la falange española; camisas naranjas en Bulgaria; verdes en Rumanía; etc.- que arremetían contra los “enemigos”, fueron elementos distintivos de la acción fascista.

17. Los regímenes nazi-fascistas se caracterizaron, por ende, por la regimentación de la sociedad conforme a los designios del liderazgo vertical del Führer o del Duce, y no aceptaban disidencia alguna.

18. Ello llevó a la eliminación de las organizaciones sociales autónomas –sindicatos, ligas campesinas, asociaciones profesionales, culturales- y su reemplazo por “frentes nacionales” de agrupaban a estos sectores sociales bajo la égida del partido. Estas organizaciones sociales fascistas eran “cooptadas” conformando un Estado Corporativo en el que los intereses sectoriales debían confluir con el interés superior de la nación. En vez de representar a sus asociados frente al Estado, representaban los designios de éste –el “Bien Común”- ante sus asociados.

19. La “huída hacia delante” proponiéndose continuamente nuevas conquistas, llevaría irremediablemente a una confrontación final con el “enemigo” que se oponía al triunfo de la causa. De ahí la vocación bélica del nazi-fascismo, su preparación para la guerra y la promoción de la militarización del país. De ahí también la trágica conflagración que arrasó a Europa.

(%=Image(5837071,»LRCN»)%) 20. La evocación de batallas épicas para conquistar las pasadas glorias que resumían el destino de la nación y/o del pueblo, llevaban a un “culto a la muerte” que tenía dos vertientes: en primer lugar, la muerte se invocaba como instrumento de “limpieza” que barrería con la podredumbre de la vieja sociedad y con los seres indeseados y detestables que debían eliminarse para dar paso al Nuevo Orden; en segundo lugar, la muerte representaba el máximo sacrificio exigible a un ser humano en defensa de los supremos intereses colectivos, la expresión más pura del “Hombre Nuevo” que debía emerger de la lucha. Paradójicamente, llevaba a asumir una postura de “superioridad moral”, en tanto exaltaba la disposición a incurrir en las privaciones necesarias para el triunfo del orden colectivo, por encima de los intereses egoístas particulares.

21. La construcción del “Hombre Nuevo” se concebía en términos de un ejercicio de “reingeniería social” o de “limpieza social”, que debía imponerse contra toda resistencia. Obviamente, llevaba a las peores prácticas represivas y de exterminio contra aquellos considerados inferiores y contra los abiertamente críticos.

22. El nazi-fascismo se identificó con una economía “de comando”, con fuerte presencia estatal en el caso Italiano, en la que la libre iniciativa y la producción de los territorios conquistados se subordinaron a los esfuerzos de guerra. Lo económico estaba claramente sometido a lo político. El ala radical de ambas experiencias (Italiana y alemana) abogaron por una profundización de la revolución que expropiara a los plutócratas para instaurar un “nacionalsocialismo”.

Rasgos distintivos del proceso político que conduce Hugo Chávez

(%=Image(3408131,»L»)%) 1. Se propone un peso creciente del Estado, en nombre de los intereses superiores del colectivo -un “Bien Común”-, conforme a lo planteado con las atribuciones que se le propone conferir al Presidente y al Poder Nacional a través del cambio de la Constitución, y a la subordinación de los demás poderes a los designios de Chávez.

2. Este “Bien Común” pretende construirse con base en una mitificación de la historia venezolana, exaltando los aspectos épicos de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Federal, como expresión de los intereses esenciales del pueblo.

3. Se evoca a las figuras castrenses de Bolívar y Ezequiel Zamora para invocar la necesidad “refundar” la nación detrás de la figura de un “hombre fuerte”, militar. Los aportes a la construcción de una institucionalidad democrática y a las conquistas ciudadanas son borrados en un esfuerzo por re-escribir la historia a imagen de la epopeya que quiere proyectar la Revolución Bolivariana de sí misma.

4. Esta prédica se expresa en un nacionalismo exacerbado y patriotero que ve con desconfianza a todo lo que viene de afuera (menos de Cuba) y que apela básicamente a lo emocional en vez de la razón. Se es intolerante a toda crítica, la cual es descalificada por provenir de “enemigos de la patria”.

5. En “defensa” del pueblo la “revolución” se enfrenta a la globalización actual por ser la expresión más acabada del capitalismo, refugiándose en nacionalismos atávicos, identificados con valores primitivos de la historia venezolana y ajena.

6. En tal sentido, se inspira en posturas que niegan los valores propios de la modernidad, a favor de una vida austera, sencilla y sin aspiraciones de superación –“ser rico es malo”- propios de una idealización de una vida rural “no contaminada” que sólo existe en la mente de Chávez.

7. Busca legitimarse a través de la movilización popular, invocando ser los auténticos representantes de los intereses del pueblo. Con base en ello, concibe cada desafío electoral como una batalla épica y amasa a favor de sus triunfos –ilegítimamente- los recursos del Estado.

8. El dominio de su prédica ante las masas lleva a construir una falsa realidad a través del control de una mayoría de medios de comunicación, el acorralamiento de los que aun son independientes, el amedrentamiento de periodistas y la manipulación de la información, en aras de imponer su “hegemonía comunicacional” para que prevalezca una sola “verdad”. Se re-escribe la historia reciente para denunciar la perfidia de la “oligarquía” contra la “revolución”.

9. Su éxito político se basa en el cultivo del carisma de Hugo Chávez, capaz de galvanizar a sus seguidores con su discurso y a quien se le rende un culto servil, alegando sus dotes de visionario.

10. Las pretensiones por amasar cada vez más poder en manos de Chávez demanda la existencia amenazante de un “enemigo”, tanto externo como interno, que pone en peligro los avances de la “revolución”. Al enemigo interno se le reconocen formalmente los mismos derechos que al “ciudadano bolivariano” sólo porque el líder es magnánimo. En la práctica, se le discrimina política, social y jurídicamente (lista Tascón, etc,).

11. Se propone superar la legalidad del Estado de Derecho “burgués” argumentando que obstaculiza la conquista de los fines trascendentales bajo el liderazgo de Chávez. Para ello se edifica una institucionalidad paralela, partidizada, que va desplazando progresivamente a la institucionalidad existente.

12. Lo anterior ha llevado a politizar la justicia y a “judicializar” –penalizar- la acción política opositora. El poder judicial –ya comprometido en gran medida con el proyecto chavista- pasará a ser rehén de las preferencias políticas de la Asamblea Nacional (oficialista), ente que podrá destituir jueces con simple mayoría, de materializarse el cambio propuesto en la Constitución.

13. Chávez debe constantemente radicalizar el proceso, proponiendo nuevos objetivos, en aras de mantener la tensión de sus seguidores y evitar que caiga el entusiasmo con relación al destino histórico prometido. De ahí la sucesión de consignas referentes al “desarrollo endógeno” -con sus “gallineros verticales” y “cultivos hidropónicos”-, al “Socialismo del Siglo XXI”, la propuesta de “reforma” constitucional y la nueva “geometría” del poder.

14. Esta especie de “revolución permanente” se basa en la polarización maniquea de la lucha política –los buenos, patriotas, “nosotros”, contra los malos, “lacayos del imperialismo”, “ellos”- y busca galvanizar a las masas para cerrar filas detrás del líder. “O se está conmigo, o se está contra mí”.

15. En este orden, el avance de la “causa” implica la reducción del “enemigo” a través de campañas de odio que niegan su condición humana y “justifica” vejar sus derechos fundamentales.

16.  Consustancial a lo anterior ha sido, en momentos cruciales, el ejercicio de la violencia callejera por parte de organizaciones partidarias frecuentemente uniformadas con camisa roja, de naturaleza para-militar.

17. Se busca regimentar a la sociedad conforme a los designios del liderazgo vertical de Chávez, quien no acepta disidencia alguna.

18. Ello ha llevado a arrinconar las organizaciones sociales autónomas –sindicatos, asociaciones campesinas, profesionales, culturales- buscando desplazarlos con la propuesta de “Consejos de Poder Popular” no electos, cuya promoción, organización, registro, regulación y financiamiento dependerá del Poder Nacional. La inclusión de este Poder Popular dentro del Estado en la propuesta de cambio de la Constitución se asemeja a la “cooptación” de las organizaciones sociales propia del Estado Corporativo fascista. Igual que entonces, pasarán a representar los designios del Estado –es decir, de Chávez- ante sus asociados.

19. La “huída hacia delante” proponiéndose continuamente nuevas conquistas, parece llevar irremediablemente a una confrontación final con el “enemigo”, con gravísimas consecuencias para la nación, para la convivencia y la paz interna de los venezolanos. De ahí su vocación bélica, su compra masiva de armamento para la guerra, la militarización del país y la conversión de los cuerpos castrenses en “Bolivarianos”, es decir en una especie de Guardia Pretoriana de la “revolución” con potestad –según la propuesta de cambio de la Constitución- para velar por el orden interno. Según algunos analistas, “Chávez busca desesperadamente su propia Bahía de Cochinos“.

20. La evocación de batallas épicas para revivir pasadas glorias que insuflen sentido a las luchas del pueblo por conquistar su destino histórico, lleva a un “culto a la muerte” en sus dos vertientes: como instrumento de “limpieza” que barrerá lo podrido de la vieja sociedad para dar paso al mundo nuevo; y como representación de la disposición por incurrir en el máximo sacrificio en defensa de los supremos intereses “revolucionarios”. De ahí la invocación del “Che” Guevara como un martirio que expresa la emergencia de la lucha revolucionaria de un “Hombre Nuevo”, y la consigna fascista (absurdamente excluyente en sus términos) de “Patria, Socialismo o Muerte”. Con base en ello, se presume una “superioridad moral” que, en la práctica, lleva una aborrecible “doble moral” en la que lo hecho en función de la “revolución” será siempre absuelto.

21. La construcción de un “Hombre Nuevo” se concibe en términos de un ejercicio de “reingeniería social” en el que debe imponerse la “revolución” sobre una “contrarrevolución” auspiciada por la “oligarquía”. En el Nuevo Orden propuesto –el Socialismo del Siglo XXI-, no caben todos los venezolanos.  Con los abiertamente críticos no hay diálogo posible: deben ser barridos.

22. Chávez promueve una economía crecientemente estatizada como “superación” del capitalismo, arrinconando a la iniciativa privada y desconociendo derechos básicos de la propiedad privada. El sostén de este arreglo depende exclusivamente de la existencia de altos ingresos petroleros.  

Comentarios finales

1. La lucha en defensa del Estado de Derecho y, en particular, de las libertades públicas emprendida hoy por el estudiantado venezolano representa la antítesis del fascismo. Tildar a Pompeyo Márquez de fascista es simplemente una barbaridad y expresa claramente la intención de descalificar a un hombre con la trayectoria, verticalidad y autoridad moral para desenmascarar a la farsa que se esconde detrás de la retórica “revolucionaria” de Hugo Chávez.  La banalización del término “fascista” por parte de voceros oficiales para descalificar a cualquier adversario no hace sino poner al desnudo la intolerancia y desprecio por quienes no comulgan con la única “verdad” aceptable, paradójicamente una característica definitoria de fascismo.

2. La distancia histórica, política, social y cultural que separa la Venezuela de hoy de la Italia de entreguerras y de la Alemania de los ’30 hace muy difícil que hoy pueda reproducirse aquí el mismo fascismo de entonces. No es pensable la implantación de campos de concentración y poco concebible que la violencia política llegue a los niveles de brutalidad desembozada de esas experiencias. Por los momentos, son escasas las evidencias de discriminación étnica o de antisemitismo. Por otro lado, una larga tradición democrática en Venezuela y un tramado de compromisos internacionales con la observación de los derechos humanos ha obligado al Gobierno a moverse cautelosamente para cuidar las formas, evitando –hasta ahora- una ruptura abierta con la institucionalidad democrática. No obstante, esta situación pudiera estar empezando a cambiar con el esfuerzo por imponer ilegítimamente una nueva Constitución, contra las aspiraciones de una porción mayoritaria de los venezolanos.

3. Después de la Segunda Guerra Mundial, nadie –salvo grupitos “cabeza-rapadas” ultra-radicales- se atreve a denominarse “fascista”. Propiamente dicho, el fascismo no fue una doctrina monolítica, sino una corriente política que se fundamentaba en un conjunto de creencias que conformaban una ideología nacionalista de violencia, que la legitimaba. La degeneración del “socialismo realmente existente” y su divorcio de las pretensiones de libertad, justicia, progreso y creciente democracia que inspiró a sus propulsores originales, convirtió al ejercicio de poder estalinista en la URSS en una práctica totalitaria semejante a la del Nacionalsocialismo alemán, salvo por el hecho de que el terror que desató no tenía una fundamentación étnica. Hoy la prédica comunista, desprovista de toda asociación con la idea de progreso económico y social, en su negación de las libertades democráticas, refugiada cada vez más en la defensa de un nacionalismo retrógrado ante el desafío de un capitalismo globalizado y reducida a un cuerpo doctrinario sustentado, en esencia, en mitos, se ha convertido en el cascarón de un ejercicio del poder incontrovertiblemente fascista. Así lo revelan las prácticas de intimidación a la disidencia con bandas auspiciadas por el gobierno en Cuba, la restricción a las libertades individuales, el apartheid político, y la edificación de una falsa realidad con base en la ideología y el control total sobre los medios de comunicación.

4. A pesar de las evidencias incontrastables que apuntan a la naturaleza neofascista del ideario político de Hugo Chávez, todavía no puede afirmarse que su gobierno sea “fascista”, ni mucho menos tildar a todos los chavistas de esta manera. Debe reconocerse la existencia de muchos adeptos al Presidente que creen sinceramente en el proceso de cambio que él lidera y que estarían realizando labores loables por la organización y la defensa de los intereses de sectores de bajos ingresos, si bien bajo una bandera ideológica con fuerte carga destructiva. Debe alertarse, empero, que el fascismo no tiene freno ético, moral ni político para continuar avanzando hasta imponerse definitivamente, acabando con la inviolabilidad de los derechos personales en aras de la prosecución de un “bien colectivo superior”. El único freno lo constituye la lucha por construir una mayoría sólida que haga prevalecer, por encima de todo, el Estado de Derecho, en un marco de justicia y de respeto irrestricto a las libertades individuales. Un régimen militar personalista, que pregona un Partido Único para imponer su hegemonía y enfrentar a los avances de la democracia liberal, jamás puede ser aspiración de progreso, de avances democráticos y libertarios.

Algunas Referencias

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PAXTON, Robert O. (2005), Anatomía del fascismo, Ediciones Península, Barcelona, España.

PAYNE, Stanley (1997), A History of Fascism 1914-45, Routledge, London and New York.

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