Pura envidia
En estos días cuando Chávez como el aprendiz de brujo desató un incendio financiero, mientras en Uruguay y Chile celebran elecciones en un ambiente de paz, en Caracas las casas de bolsa y bancos luchan contra los rumores, para que los depositantes vuelvan a la sensatez. Hasta ahora el Gobierno sólo consiguió arruinar los planes de Nelson Merentes para acercar el dólar Cadivi al dólar permuta.
En Chile y en Uruguay redujeron real y permanentemente la brecha entre pobres y ricos, sin obligar a los empresarios a salir corriendo. Ambos países vivieron un pasado trágico y aparentemente sin salida, pero hoy sus políticos no buscan enriquecerse sino viven modestamente. Son los países menos corruptos de América Latina y les ha ido bien a pesar de no tener el tamaño de Brasil. En Chile y en Uruguay la viveza nunca fue un valor social. El bienestar de Chile en buena parte comenzó cuando acogió con los brazos abiertos a un venezolano, Andrés Bello; en Uruguay un sistema social único en el mundo contribuyó a la ruina de la economía, pero hoy han reconstruido la sociedad, con la ayuda de guerrilleros que combatieron con las armas en la mano al ejército. De acuerdo con el diario El País de Madrid “muchos argentinos contemplan a su vecino Uruguay con una cierta envidia. ¡Un país en el que los sindicalistas no son ricos!”, ironiza en televisión el periodista Pepe Eliaschev. “¡Un país en el que la izquierda ha sido capaz de formar un Frente Amplio y gobernar unida y razonablemente!”, comenta el gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner.
El nuevo presidente de Uruguay, Pepe Mújica, es un hombre honrado, algo que parece ridículo en el país de los vivos. Y promete que su presidencia se caracterizará precisamente por “negociar, negociar y negociar. Hasta que resulte insoportable”.
Por ejemplo, ha invitado a la oposición a participar en su gobierno y cree que “los programas de lucha contra la desigualdad pueden ser compatibles con el respeto a las reglas básicas del mercado y de la democracia. En definitiva, que el gradualismo también puede ser de izquierda”.
Imaginamos después de las elecciones de septiembre a oposición y gobierno reunidos en Miraflores. Imposible.
“Mújica estuvo once años en la cárcel. Dos, enterrado en una especie de pozo, con muy poca movilidad. Siete años sin leer nada. Fue uno del llamado `grupo de los rehenes’, nueve dirigentes tupamaros que el ejército uruguayo amenazaba con fusilar en cuanto se produjera algún acto que amenazara la seguridad de la dictadura”.
“Yo le digo a Hugo Chávez: mirá que vos no vas a construir ningún socialismo con eso. Lo que va a quedar a favor acá, en Uruguay, es que van a tener mejor casa, van a comer más y va a ser una reforma decente”. Para Mújica, el mayor peligro de la izquierda es que “tiene la mala costumbre de perder de vista ese pensamiento estratégico”.
¿Puede aprender Venezuela algo de Chile y Uruguay? Sí, empezando por rescatar el valor de la honestidad, algo que Miraflores utiliza ahora como discurso político, demagógicamente, pero que el país requiere con urgencia, igual que dejar de lado los sueños de grandeza de un Carlos Andrés Pérez y en especial de un Chávez, para votar por gobernantes tan poco llamativos como el presidente de Suiza, o la presidenta de Islandia. Servidores públicos, pues…