Opinión Nacional

Punto de no retorno

Dudo mucho que exista en el mundo una nación con una población tan confiada y hasta ingenua como Venezuela. Desprevenida frente a los mayores peligros. Animada de una permanente buena fe, muy útil para sobrellevar las dificultades, pero incómoda para superarlas. Aún nos cuesta aceptar que vivimos en el país con mayor índice de criminalidad del continente y uno de los mayores del planeta, que la inseguridad es una estrategia de estado para sembrar el terror en la colectividad gracias a la politización del hampa, con garantías de total impunidad o que las estructuras del crimen organizado han penetrado áreas del alto mundo civil y militar. Con la circunstancia adicional de sufrir una dictadura comunista tan ineficiente como corruptora, incapaz de asomar alguna manifestación de orden en cualquier actividad del país. Esto no lo digo desde una perspectiva principista para lo que hay material de sobra, sino desde la dura realidad que toca a la inmensa mayoría de unos venezolanos hartos, fatigados de todo lo señalado que multiplican el ¡basta! que se escucha en todos los sectores.

El espacio para el ejercicio responsable de la libertad desaparece con los golpes mortales a la propiedad privada en todos los campos y a los medios de comunicación independientes, acosados ellos como personas jurídicas y humillados, ofendidos, injuriados y expuestos al odio público sus dueños, directores, principales y trabajadores, especialmente los periodistas. Las últimas experiencias, aún sin desenlaces definitivos, ratifican cuanto digo. La confiscación de más de setenta contratistas petroleras del primer nivel operativo esta generando un clima de devastación, indignación y disposición de lucha sin tregua en el Zulia, especialmente en la Costa Oriental del Lago, solo comparable con idéntico sentimiento en toda la región en defensa del diario La Verdad, ahora objetivo primario de oportunistas y comunistas para destruirlo o intervenirlo. Y, a nivel nacional, con relación a una Globovisión que nos llena de orgullo por su coraje para resistir con dignidad el ataque sincronizado de todas las instancias oficiales. Ambos medios, cada uno en su circunstancia y con sus propias fuerzas, son ejemplo y guía para un Estado como el Zulia y para toda la nación venezolana.

El régimen desbordó los límites de la decencia. Nos coloca en el punto crítico del no retorno. Obliga a quienes tenemos clara la verdadera naturaleza del problema a adecuar la lucha hacia el objetivo concreto de que termine en el menor tiempo posible. Este pueblo, con las características señaladas al principio de esta nota, también ha sido capaz de luchar con lucidez y coraje cuando los valores fundamentales han sido vulnerados. Este es el caso. Incluso para los obsesivos electoralistas que confunden democracia con elecciones, el fin con uno de sus instrumentos, debe estar claro el bloqueo que hace el gobierno con la nueva ley electoral que discute la Asamblea Nacional.

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