Opinión Nacional

Postales de Navidad

La penumbra invade los rincones de la ciudad, y el día entra en esa hora del retorno a casa, de la noche como colofón cotidiano. El ánimo se burla del huso horario, media hora antes o después, lo mismo da. El tráfico anuncia una verdad irrefutable: parecen existir más carros que gente. Los espacios se reducen, al igual que la paciencia, recurso natural casi extinguido, pero necesariamente a renovar.

Diciembre avanza, y con él, todas aquellas cosas, costumbres, prácticas que suelen acompañar en su versión venezolana a la Navidad. Mes de excesos gastronómicos, etílicos y deliciosamente consumistas, el asombro sin embargo no deja de salpicar el quehacer cotidiano, impidiéndole a no pocos trazar un paréntesis en lo político, para imbuirse en menesteres navideños y de fin de año.

Camino por la Avenida 20 (…o lo que queda de ella) y sus alrededores, y descubro nuestra verdadera esencia patria, la paradoja que nos define, la utopía socialista en carne y hueso. El paisaje urbano fusiona miles de estructuras, formas, cartones, plásticos, figuras, mercancías, ofertas, con una obra que quiere ser pero aun no es, con una promesa de modernidad del transporte, que no puede aun sacudirse ese olor a promesa. ¿Transbarca? Meta la mano, meta la mano, aaaproveche, miraelvestido, miralablusa, mira la pinta pal’ 24, pal’ 31, aproveche y meta la mano…

Mientras las luminosas mentes económicas del gobierno revolucionario quizá encandiladas aun por lo sucedido el 2-D, sentencian la prosperidad, decretan el crecimiento, reniegan de la escasez, elucubran sobre nuestra solidez financiera, y amenazan (¡Santas obviedades, Batman!) con flexibilizar los controles de precios, los venezolanos prefieren comprar cualquier cosa, lo que haya, lo que se consiga, lo que va quedando, ignorantes de la teoría macroeconómica revolucionaria mesma o de fortalezas del bolívar sólo adjetivas, pero veteranos en detectar escasez, inflación y pérdida del poder adquisitivo.

El “socialismo del siglo XXI”, ha quedado demostrado, ni es socialismo, ni es del actual siglo. Los intentos emboinados por borrar del disco duro de los venezolanos su deseo de paz, de pluralismo, de crear riqueza con base al trabajo y al esfuerzo, de la tolerancia y el respeto como pilares de cualquier noción democrática, y sobre todo de la defensa del individuo ante los impulsos hegemónicos y contralores del Estado, han sido fallidos. Hasta ahora, y todo indica que el año próximo, el gobierno seguirá encaramado en la célebre, pacífica y bondadosa consigna “patria, socialismo o muerte”. Desconoce, que como un ancla en aguas profundas, la referida consigna seguirá hundiendo a sus voceadores, mientras la sigan utilizando.

Al despotricar contra el imperio, verdadero comodín polisémico, a la hora de justificar nuestras desventuras como país y su evidente incapacidad para gobernar, el Jefe del Estado ejerce y practica, él mismo, el más perfecto de los imperialismos. Imperialismo revolucionario pues, que pretende comprar conciencias y voluntades a punta de la chequera petrolera, construyendo casas y escuelas en otros países, y olvidando las necesidades internas. Imperialismo revolucionario artífice de maletines llenos de dólares, para financiar campañas electorales extranjeras, maletines ahora huérfanos, virtuales, viajantes del limbo, sin origen ni destino.

Para la doctrina revolucionaria de quienes (des)gobiernan, una derrota, es una victoria. La ausencia de leche no es escasez, sino un complot de la CIA y de vacas golpistas. Una corbata Gucci en el cuello de un ministro del poder popular paracualquiercosaqueseleocurra, no es el más acabado ejemplo del capitalismo de confort y lujo cochinamente sifrino y gozado; no. Es sólo una muestra de tolerancia y sacrificio para demostrar las posibilidades del camuflaje usando ropa enemiga. Los dólares no son divisas norteamericanas, o moneda de uso mundial. No. Son papeles asquerosos, malignos, nefastos e innecesarios para la economía deseada, cuyo uso debe controlarse, hasta que puedan prohibirse totalmente como símbolos de la riqueza y estabilidad económica.

Y ahora, el delirio sobre el Chimborazo, versión posmoderna, en cadena nacional, envivodirectoviasatélite, acerca de la muerte de Simón Bolívar. Nadie podía imaginar los efectos del 2-D. Pero esto…¿Bolívar asesinado? Si. Es esa la nueva cruzada del señor Presidente. ¡Una excusa! ¡Denme una excusa, para no gobernar! La historia, al final, no es indagación sistemática del pasado para entender el presente. La historia es también, un capricho del poder. No le extrañe una nueva serie televisiva: “C.S.I.: Bolívar”. Imagen necesaria de un circo sin pan, con plata pero sin riqueza, con poderes pero sin gobierno.

Imágenes todas, inefables pero nítidas, de este momento, con hambre de sosiego, aunque sea por unas horas, por unos días. Imágenes reales, encuadradas en nuestro almanaque vital como nación, como postales de Navidad. A pesar de todo, por todo, y para todos, Feliz Navidad.

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