Porto ¿Alegre?
La intervención de Hugo Chávez en Porto Alegre despertó la ira y el temor de muchos compatriotas, que piensan que la violencia será el desenlace fatal de la crisis que tiene por centro al iracundo Teniente Coronel. Están convencidas estas personas que el Presidente impedirá o desconocerá cualquier acuerdo que se firme en la Mesa de Negociación. Creo que ésta es una apreciación exagerada, pero explicable debido al incontinencia verbal de Comandante. Chávez se lo pasa en una provocación permanente. Mientras más débil, aislado y acorralado se siente, más vocifera y profiere amenazas. Es verdad que en Brasil de nuevo (ya lo ha hecho en otras oportunidades), se comparó con el siniestro Che Guevara, quien prefería que los revolucionarios hablaran con el traqueteo de sus ametralladoras, antes que dirimir las diferencias mediante el diálogo. Sin embargo, Chávez no empuñará ningún fusil. Quienes lo conocen señalan que la valentía no es su fuerte. Ahora le gusta la buena vida. Los trajes caros. Viajar en su super jet. Aparentar que gobierna. Hablar como la revista Hola: el mesonero de Palacio. Y lo más importante: es un inepto absoluto en lo que al arte militar se refiere. Estuvo quince años preparando en la sombra un golpe, y cuando se decidió a ejecutarlo no pudo ni siquiera tomar La Casona. Doña Blanca y sus nietos lograron repeler a los felones. El Che, al menos, era arrogado y buen estratega militar. Así es que si Chávez decide agarrar de nuevo su fusil podemos dormir tranquilos. Lo más seguro es que no sepa cómo dispararlo.
Lo de Porto Alegre hay que asumirlo dentro de un contexto mucho mayor al grupo de izquierdistas y antiglobalizadores que se reúne en ese tipo de foros. Ese día Chávez habló para el público de galería (quienes le hacían coro en aquel evento desabrido). Sus excesos retóricos, sus comparaciones delirantes e, incluso, sus revelaciones grotescas (como aquélla según la cual un mesonero fue quien le reveló que Carmona había dado la orden de matarlo), hay que comprenderlas como parte de los teatros que el personaje monta cuando quiere atraer la atención de almas que aspiran a vivir todos los días con la adarga al brazo, como pretendía Guevara. También dirigió sus palabras a los venezolanos. Para infundirnos miedo a quienes tenemos varios años defendiendo la libertad y la democracia y oponiéndonos a su proyecto totalitario. Los demócratas venezolanos debemos ser conscientes de que el Teniente Coronel no está en capacidad de cumplir todo lo que promete (aunque todo lo que hace previamente lo ha prometido, dice Milagros Socorro), ni oponerse a todo lo que le disgusta. Aseguró que terminaría con el paro petrolero, y allí está la industria detenida. La Mesa de Negociación y Acuerdos no le agrada; tampoco Gaviria ni el Grupo de Amigos de Venezuela; mucho menos la Coordinadora Democrática y el reconocimiento que esta instancia fundamental de la oposición disfruta en el plano internacional, pero ha tenido que soportar al Secretario General de la (%=Link(«http://www.oas.org»,»OEA»)%) y a los representantes de la oposición durante tres meses; y no logró convencer a Lula de que ampliara el Grupo de Amigos de Venezuela para convertirlo en el grupo de amigos de Chávez.
El Teniente Coronel logró manipular la Sala Electoral del (%=Link(«http://www.tsj.gov.ve»,»TSJ»)%) para que suspendiera el referendo del 2 de febrero, pero no pudo impedir El Firmazo, que nuevamente lo pone en jaque. Ha intentado quebrar la voluntad del pueblo, pero se ha encontrado con la resistencia de unos ciudadanos cuyas convicciones democráticas y libertarias resisten todos los embates del aspirante a dictador. Se gasta millones de dólares que pertenecen a todos los venezolanos haciendo lobby en el exterior, desprestigiando a la oposición democrática, para que la opinión pública internacional se coma el cuento de que quienes lo enfrentan constituyen una minoría golpista, fascista y terrorista, pero la oposición gana cada vez más reconocimiento y legitimidad más allá de nuestra fronteras. Ahora, además de la presencia de Gaviria, tendrá que soportar a los Amigos, grupo de países a los que no podrá dominar a su antojo, tal como habría ocurrido con Cuba en el caso de que la hubiese incluido en ese importante equipo. Entre los Amigos no hay ninguno que tenga un bozal de arepas, como la isla sometida durante 44 años por el doctor Castro. Por fortuna, las economías de todas esas naciones son prósperas y no dependen de ningún subsidio o dádiva de Venezuela. La independencia respecto de Venezuela es lo que tiene encolerizado a Chávez.
Esa furia, y el desdén de Lula, quien prefirió reunirse con el club de los países más ricos del mundo, antes que seguir cargando con ese pesado fardo que es Chávez, explotó en Porto Alegre. Por algún lugar Chávez tenía que drenar la rabia y la frustración de verse marginado por quien se supone que forma parte de ese proyecto de redención latinoamericana que tiene su plataforma en el Foro de Sao Paulo. Por eso, su intervención allí, aunque no hay que desestimarla por completo, tampoco conviene darle el valor de la palabra empeñada, como si de un caballero de la Mesa Redonda se tratara. Chávez llegará en sus afanes totalitarios hasta donde las fuerzas democráticas nacionales e internacionales se lo permitan. No es fatal que patee la Mesa de Negociación, que viole los acuerdos que allí se logren o que rechace cualquier salida electoral a ña crisis. La solución final depende de la presión que los factores democráticos ejerzamos y de la manera como logremos aprovechar los avances que hemos obtenido en el plano internacional. Si sincronizamos estas dos fuerzas, Chávez no emulará al Che, ni tomará ningún fusil. Tendremos, sí, una Venezuela alegre.