Por un país libre y normal
Los venezolanos de todos los estratos sociales debemos salir en masa incontenible el día 14 de abril para elegir como Presidente de la República a Henrique Capriles Radonski, candidato de la Unidad Democrática. Así acabaremos con una pesadilla y abriremos las puertas a la esperanza de un país libre y normal.
Hace tres lustros colapsó una democracia liberal deteriorada y la sustituyó una autocracia con raíces a la vez fascistas y estalinistas. Una prédica oficial maniquea, llena de odio, pretendió dividir a los venezolanos en dos mitades enemigas. Una política colectivista autoritaria, confiscatoria, destruyó la empresa privada sin poner en su lugar ninguna alternativa eficaz (y por ello la clase obrera, tanto «chavista» como opositora, está unida contra el estatismo burocrático inepto y explotador). La destrucción del aparato productivo nacional y la degradación del país a neocolonia dependiente de importaciones constituye una traición a la patria, agravada por la sumisión ante el poder político y policial cubano. La ineptitud profesional y técnica del régimen ha creado un infierno de infraestructuras caídas y de criminalidadrampante. La preocupación oficialista por los pobres fue teóricamente laudable, pero sus medidas no pasaron de ser asistencialistas y dadivosas. Tras la muerte del líder inicial, su mediocre sucesor se enfrenta a un porvenir oscuro.
Si triunfare, deberá hacer frente a una economía en quiebra y a hondas contradicciones entre interesespopulares y neo-oligárquicos, que podrían llevar al país a conflictos violentos e incontrolables.
En contra del desastre, Capriles Radonski representa la esperanza de un país unido en libertad, y «normal» en el sentido de no ser traumatizado cada día por ráfagas de odio vociferante y de ideologismo cavernario. Capriles y la Unidad Democrática no prometen milagros, pero sí: un retorno a la constitucionalidad, conseparación de poderes, descentralización, respeto a los derechos humanos y a la más amplia pluralidad de opiniones, así como una política económica que restablezca el respeto a la propiedad y empresa privadas, -sobre todo a nivel pequeño y mediano-, sin menoscabar ninguna política de equidad e inclusión social, sino más bien fortaleciendo los programas de las «misiones» y agregándoles el ingrediente vital de la educación y capacitación para el trabajo creador. Reinsertará a Venezuela en la comunidad internacional existente, en conformidad con nuestro interés nacional, sin ilusiones mesiánicas ni parcializaciones demagógicas, pero sí apegado a los valores de la democracia y la solidaridad con pueblos hermanos y afines. Para garantizar estos propósitos, en torno a HCR se agrupan en firme unión y amistad, las fuerzas políticas y sociales tanto de centroizquierda como de centroderecha ¡A votar!
