Por qué y por quién votar
En mi caso, no es un secreto: desde el mismo 1992 he manifestado mi rotundo rechazo al actual inquilino de Miraflores, a quien de un tiempo para acá llaman el “presaliente”. A escasos días de su asonada cuartelera, en la cual ocurrieron los primeros homicidios que le pueden ser imputados —y que después no han parado, incluidos los recientes asesinatos en Barinas—, escribi: “Mi posición ante los golpes”. Y de ahí en adelante no he cesado de criticar sus muchas barrabasadas, de denunciar sus continuas mentiras, de rechazar su incesante afán de dividir a los venezolanos, de condenar su irresponsable manejo de los dineros nacionales. Tengo, entonces, veinte años oponiéndome a lo que él es y lo que él representa. Mis más pretéritos lectores pueden dar fe de eso. Mi voto el domingo que viene, ya lo saben tirios y troyanos, es en contra del mangoneador por antonomasia que ya tiene laaargos catorce años desbarrando. Pero no por sabido hay que dejar de batir. Dejo algunas de las razones que me mueven. Y que deben mover a todo votante sensato, que use la cabeza al pararse frente a la máquina. Allá los que votan con la vesícula y depositan el voto bilioso que les exige Elke Tekonté.
Votaré en contra de quien ha buscado destruir la economía del país porque su proyecto necesita que todos seamos pobres, para que tengamos que ir con la mano extendida a buscar las migajas que a él le dé la gana dispensar. Acabó con el empresariado privado, lanzando a una gran cantidad de trabajadores a la calle; y a los que dejó en la nómina oficial, les redujo a cobrar salario mínimo y a tener que aceptar que no los cubran contrataciones colectivas. A punta de “exprópiese”, ahora el Estado venezolano se dedica a fabricar botellas de vidrio, a cambiar sábanas en hoteles, a envasar leche y demás cosas del ámbito privado, pero ha dejado de la mano de Dios a los que necesitan seguridad, salud, transporte y educación. Votaré a favor de quien quiere restablecer el tamaño sensato del aparato estatal y dejar que las iniciativas privadas florezcan. Lo hace China, que es país comunista; pero aquí está prohibido.
Votaré en contra de quien no sabe sino atizar la violencia con sus discursos, que busca dividir a los venezolanos es particiones chocantes: ricos y pobres, blancos y afro-descendientes. En un país en el que todos somos café con leche y en el cual la pigmentación nunca fue óbice para el logro; en una nación donde a las personas se les medía de las cejas para arriba, por lo que tenían en la mollera; en una tierra en la que había —y hay, a pesar de él— una gran movilidad social. Votaré a favor de quien trate de sanar las heridas dejadas por el odio incitado en estos casi tres períodos presidenciales de los de antes. Votaré por quien me ofrezca paz, no guerras civiles.
Votaré en contra de ese neofascismo que viene envuelto —especie de regalo griego a los troyanos— en un “corazón de la patria”, y que no es sino la prueba de la megalomanía que sufre quien se cree así. En contra de quien se atreve a vociferar que no importa que no haya luz, seguridad, agua ni casas porque lo importante es la patria. ¡Claro!, ¿no dizque es su corazón? No le interesa la Patria con mayúscula, sino esa que él cree que debe ser construida a la medida de él. Su ampuloso ego le hace ver que solo él sabe lo que es bueno para el país y sus regiones. Los carabobeños rojos todavía se soban del estacazo que les dio cuando, contrariando el deseo popular, designó un candidato para la gobernación que nadie quería. Ni se imaginaba. Ese mismo ego —tan inflamado como él mismo-— no permite que haya gente sensata, con conocimientos y destrezas gerenciales, en su gabinete. Los necesita bien sigüíes para que les sonrían los chistes malos, reciban regaños en público cuando necesita desmarcarse de algo chambonamente realizado y le digan que sí a cualquier loquetera que se le ocurra. Votaré por alguien que ha de convocar a las mentes más lúcidas, con más capacidad de decisión en cada área y con más nombradía como gente honorable, poco dada a los negociados que hoy tanto abundan.
Votaré en contra de lo que han sido demasiados años de falta de escrúpulos. Que se inauguró cuando llevó a la muerte, engañados, a los soldados que la república le entregó para su formación y cuido. Que siguió cuando se alió con las FARC, cuando alabó al Chacal, cuando dijo que el asesino Gouveia era un caballero. Votaré por alguien que conduzca a Venezuela por caminos de recato y respeto: votaré por Capriles…