Opinión Nacional

¿Por qué desertó Aponte Aponte?

La operación de sicariato que dio cuenta de la vida de Aguilarte Gámez,  sin embargo,  era otra cosa; revelaba que los ajustes de cuentas se habían desatado entre las mafias de narcotraficantes que desde hacía tiempo infestaban al Ejército y la GN, y que cualquiera que no tuviera su curriculum y cifras en orden, podía ser asesinado en su casa, en la calle, en una carretera o un restaurant,

Por lo que a él se refería, desde hacía tiempo recibía noticias  de las conexiones de Aguilarte Gámez con  guerrilleros y narcotraficantes colombianos que habían tomado el Estado Apure como la zona de aterrizaje  de donde partía la cocaína que llegaba de Colombia con destino a Centroamérica, el Caribe, Estados Unidos y Europa, pero conocerlo, no lo conocía, ni  mucho menos le había recomendado casos de narcotraficantes detenidos que hubiera que soltar y limpiarles los expedientes.

Situación diferente a la de su amistad con el general, Luís Felipe Acosta Carles, a quien había conocido desde los tiempos en que fueron cadetes en la EFOFAC, compartieron cuarto, afición por la música, las parrandas y los tragos y dado inicio a un compadrazgo del cual jamás renegaron, ni se arrepintieron.

Por estar cerca de Acosta Carles cuando lo nombraron a mediados de los 80 oficial de planta del destacamento No 25 del Comando de la Guardia Nacional en Puerto Cabello, Aponte Aponte pidió ser asignado al CORE 3 de su ciudad natal Valencia, se inscribió en la Universidad de Carabobo para graduarse de abogado y después aceptó el cargo de Fiscal Militar en Maracay.

Fue una decisión acertadísima, pues “el Gordo” suplía su timidez natural y lo arrastraba en esa ola de audacia y de “echao pa,lante” que ya  lo distinguían como oficial en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, y lo catapultó al estrellato cuando participó en los dos golpes de Estado de 1992: el del 4 de febrero que comandó, el teniente coronel, Hugo Chávez, y el del 27 de noviembre, cuyo jefe fue el contralmirante, Gruber Odremán.

De la mano de Acosta Carles conoce también copiosas amistades  durante los días en que, ya presidente, Chávez lo asciende a la Jefatura del CORE 3 de la GN en Valencia, se faja con el  paro petrolero del 2002, y después del incidente en que golpeó a unas señoras que se oponían a la toma de un galpón de la Polar, fue elogiado por el propio presidente “como uno de los generales más gloriosos de la Revolución”.

Y entre muchas, Aponte Aponte, le tomó cariño a un empresario venezolano de origen sirio con un nombre enredado, Walid Makled, pero  dueño de medio estado Carabobo, revolucionario, socialista y bolivariano,  con una flota de hasta de 300 camiones, una importadora de electrodómesticos que suplía toda la región central, una constructora para acaparar los contratos de demanda de viviendas  del Estado y una compañía aduanera a la cual se le habían cedido las dos terceras partes de los almacenes de Puerto Cabello.

Walid Mackled fue también el financista de la campaña de Acosta Carles cuando decidió retirarse de la FAN y aspirar a la gobernación de Carabobo, y también de la de él, Aponte Aponte, pero no cuando se lanzó a ninguna gobernación, sino para ser magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.

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