Opinión Nacional

¿Por qué Chávez odia a RCTV?

De los estudios de RCTV no salen bandas armadas ni de otro tipo a limpiar calles y casas de teleaudientes que no sigan su programación o simplemente opten por ver la televisión que les plazca.

Tampoco programas al margen de la ley que ofendan al público con groserías y calumnias y fomenten vicios, retaliaciones, odios, miedos y venganzas que contribuyan a la corrupción, la perversión y la subcapacitación de los venezolanos y de otros nacionales.

Y mucho menos denuncias que no estén sustentadas por los hechos y los denunciantes, ni llamados a luchar contra la neodictadura de Chávez por vías que no sean las establecidas en lo deberes que nos impone la constitución y propenden a que sea el pueblo y no las élites, la paz y no la guerra, la democracia y no la arbitrariedad la que saque del poder al peor gobierno que ha conocido Venezuela en toda su historia.

Pero hay más, mucho más: el 27 de mayo del 2007 la satrapía de Hugo Chávez en nombre de la fuerza, del odio, el miedo y la intolerancia le arrebató la señal abierta a RCTV, le robó sus equipos y obligó a convertirse en una estación de televisión de cable por suscripción, de programación internacional y lo más alejado posible de la realidad nacional, en la intención de aislarla, hundirla, desaparecerla, estrangularla y desarraigarla del público que la había seguido durante 57 años.

Resultó, sin embargo, lo contrario, pues RCTV está como nunca clavada en el corazón de los venezolanos, su programación es seguida en cientos de miles de hogares humildes que hacen sacrificios para adquirir su suscripción, y si no, sus programas preferidos, noticieros, de opinión, telenovelas y concursos educativos son quemados tan pronto se trasmiten y vendidos en plazas, calles y avenidas de todo el país.

O sea, que Chávez logró la hazaña de convertir a RCTV en un mito, en una leyenda que expresa como pocas la decisión -más allá de lo improbable y casi de lo imposible-, de un grupo de compatriotas por permanecer, por continuar en la pelea, por seguir siendo útiles, unidos a la causa de los demócratas de esta y otras latitudes y, sobre todo, transformados en bastión de la lucha porque Venezuela vuelva a ser la tierra ejemplar en el ejercicio de las virtudes cívicas que le fueron arrebatadas hace 11 años, cuando un teniente coronel decidió hacerla su hacienda personal.

Si se va, en efecto, un día cualquiera a las instalaciones de RCTV en la esquina de Bárcenas, (y ese es, semanas por medio, mi caso), nos encontraremos siempre con una comunidad mayormente joven de hombres y mujeres entusiastas, alegres, de inmensa vocación y enorme profesionalismo, realizando segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora y día a día, lo que mas desean y saben hacer: amar a Venezuela.

Es, si se me permite el símil, como ir a un taller metalúrgico donde, unos alimentan la fragua, otros la atizan, otros apilan el metal, otros lo limpian, otros lo introducen y todos lo ven transfigurarse por el milagro de la llama ardiente, viva, pura, brillante e inapagable.

Y ahí nace el acero bruñido de la imagen y la palabra honradas, buenas, valientes, patrióticas, intraficables, ciudadanas, pluralistas, tolerantes, democráticas y decididas a hacer los sacrificios que sean necesarios porque la imparcialidad, la objetividad y transparencia de la ley vuelvan a imperar en el país.

Del acero que espanta tiranos, hace crujir dictadores y le quita el sueño a cuanto corrupto y malviviente se ceba en los recursos de Venezuela y de los venezolanos.

Y aquí llegamos al tema crucial de este artículo, a la respuesta a la pregunta del título “¿Por qué Chávez odia a RCTV?”

Pues, básicamente, porque RCTV lo ha derrotado y lo seguirá derrotando en todos los escenarios y teatros donde se le ocurra desafiarla, que es tanto como decir, que lo seguirá devaluando, destartalando, desenmascarando, humillando, quitándole la carera y presentándolo como lo que realmente es: un pichón de dictador, cobarde y huidizo que ni siquiera tiene el coraje de asumir sus actos.

Una nada, en fin, si por tal se entiende: haber hecho una pésima carrera en las FAN, fracasar en lo que fue su vocación más centrada, ser un pitcher regular del béisbol de caimaneras, colapsar en un golpe de estado y llegar a la presidencia de la república por otra vía que no fueran la mentira, el fraude, la estafa, la hipocresía, la zancadilla, el humillarse y llorarle a sus enemigos cuando fueron poderosos y luego despotizarlos cuando sucedió lo contrario.

Un individuo que es un disparate en si y per se, como que a los 54 años no sabe todavía qué es lo que es, o va a ser, si marxista, cristiano, republicano, realista, católico, protestante, marciano, terráqueo, venezolano, cubano, conductor de programas de televisión o de revoluciones, y que cultiva el vicio de adorar, idolatrar, a los hombres de fuerza, a los violentos, a los duros, a los arbitrarios donde quiera que se encuentren, y ya sean de este u otros siglos, o estén en este u otro país.

Un alucinado que declara guerras como se cambia de camisa para después olvidarse de ellas, que emite insensateces como esa de que el terremoto de Haití fue provocado por Estados Unidos, y al cual le cortan la luz y desalojan de ruedas de prensa en países extranjeros por violentar normas urbanas.

Lo peor, sin embargo, es que en 11 años de desgobierno, Chávez, destruyó a Venezuela, lo que encontró de Venezuela, reduciendo a ruinas su infraestructura, pulverizando sus servicios, anulando la seguridad personal y social, haciéndola dramáticamente deficitaria en viviendas, escuelas, hospitales, carreteras, caminos y permitiendo que maleantes de todo tipo sean los que transitan y mandan en sus calles.

Una sociedad donde ya no es seguro tener luz y agua, porque cortes de estos dos servicios están a la orden del día y tienden a extenderse y profundizarse y los suministros de alimentos escasean, cada día se tornan más caros y ruedan hacia la aplicación de la fatídica libreta de racionamiento.

Una auténtica catástrofe que, aunada a la quiebra del aparato productivo, de la administración de justicia, y de la corrupción endémica, generalizada, impune y favorecida por las políticas oficiales, nos arriman a la definición de país del “Cuarto Mundo”.

Hace 3 semanas, por ejemplo, Chávez devaluó el bolívar frente al dólar hasta un 100 por ciento, desenterrando una medida de política económica que ya había desaparecido del argot y la agenda de los países civilizados, pero que ha regresado con las ideas rupestres, anacrónicas y decimonónicas del teniente coronel, quien todavía habla de marxismo, sustitución de importaciones y socialismo.

Un reguero de antiguallas a nombre de las cuales despilfarró un BILLON DE DOLARES, que fue el ingreso del país durante los 5 años del ciclo alcista de los precios del crudo y que le fueron insuficientes para financiar a los gobiernos de sus aliados en Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Argentina y con los cuales buscaba una Santa Alianza para destruir la libertad, la democracia y el estado de derecho.

O sea, de todo lo que los hombres y mujeres de RCTV nunca contemplarían con los brazos cruzados, imparcialmente, pensando en los negocios, prestándose a componendas con los poderosos y el poder y contra todo lo que lucharán, batallarán y denunciarán mientras en sus estudios quede una cámara y un micrófono encendidos.

Por último, mi solidaridad con Marcel, Eduardo, Eladio, Oswaldo, Nestares, Javier, Mónica, Alcides, Diego, Miguel Ángel, Roberto, Luisiana, Fausto, Shirle, Berenice, Jaime, Eréndira, Laura, Jennifer, con los cientos de trabajadores que permiten que mi palabra, como las de tantas voces disidentes, lleguen a Venezuela y al mundo y que están decididos otra vez a dar la batalla por Venezuela y la libertad de expresión… sin traicionarlas, mediatizarlas, entregarlas, ni negociarlas.

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