Opinión Nacional

Por qué Chávez odia a las primarias

No pasa un día sin que  chavistas del más alto nivel, “revolucionarios” del tipo Diosdado Cabello, Arístóbulo Istúriz  o Cilia Flores  declaren que las primarias no llegarán a la fecha de su convocatoria, que ya puede dárselas por fracasadas, y que más le hubiera valido a la oposición escoger su candidato “a dedo” por disposición de la MUD, o cualquier otro organismo elitesco opositor, si era que quería participar en las elecciones de octubre y no en un acto fallido que quien sabe a que atajo podría conducirla.

Siguen, por supuesto, la guía y conducción del “Comandante en Jefe” de la manada, el teniente coronel y presidente de la República, Hugo Chávez, quien, unas veces desde su lecho de enfermo, y otras desde los estudios de televisión donde simula que tiene al poder total agarrado por los cachos, también dispara sin descanso contra la oposición y sus primarias, a las cuales califica como una pérdida de tiempo, un auténtico saco “e” gatos o una trampa cazabobos de la cual saldrá más dividida y confundida que nunca.

En suma, que una auténtica cayapa, con toque de arrebato para no dejar de hostigar y desconcertar hasta el límite al electorado democrático y opositor, donde también participan jefecillos minúsculos y menos que minúsculos y esa vocería ensordecedora que no se por qué algunos analistas  llaman piadosamente “hegemonía comunicacional”.

La gran pregunta es: ¿Por qué si las primarias no pueden ser otra cosa que un escandaloso fracaso y la mejor garantía de que Chávez pulverizará a una oposición sin posibilidades de redención y recuperación, no permitir que sigan su curso y se precipiten al abismo, y animarlas, alentarlas y auspiciarlas de modo que el “Comandante en Jefe” pueda decir en el momento de proclamar su victoria ( y  disfruta del tradicional dulce de lechoza) que él sabía que eran “un desastre anunciado”, que no tenían otra alternativa que rodar por el precipicio,  pero que las motivó y hasta financió como el “genial estratega” que siempre ha sido, y engaña a sus enemigos en el mejor estilo Sun Tzu o de Maquiavelo?

Pues  creo que la respuesta hay que buscarla, más en el universo chavista que en el opositor, en el mundillo donde un caudillejo decimonónico  por la fuerza de las armas y el manejo tramposo de una ideología anacrónica,  y sin posibilidades de inserción en la sociedad del conocimiento, el ciberespacio y la nanotecnología, usurpa la libertad de elección de un conglomerado de 6 millones de personas y les impone una candidatura en la cual la mayoría no confía y piensa que debe ser renovada.

O sea que, la dictadura de Chávez, como todas las dictaduras ideologizadas del pasado siglo, comienza imponiéndosele a los suyos, los cuales se transforman desde el momento que la aceptan, en las piezas de una estructura articulada para oprimir a un país

De ahí que…!cómo les duele  a Chávez y a los chavistas que la oposición con sus primarias los haya puesto en evidencia, como les quita el sueño tener que explicarles a sus militantes, aliados y a la comunidad internacional que la llamada democracia “participativa y protagónica” es un fiasco, que el “socialismo del siglo XXI” es el mismo comunismo stalinista de siempre, y que Chávez no es otra cosa que un caudillejo militar absolutista, cuartelario y pastoril, de aquellos que enseñaron al Fuhrer Hitler, y al Duce Mussolini que una dictadura para que se blinde férreamente debe tener una constitución de empaque, y una democracia plebiscitaria que refrende su estafa personalista y actoral.

Porque, hagan lo que hagan y digan lo que digan Chávez y lo chavistas, para los 27 millones de venezolanos, los países de América y el mundo y los organismos multilaterales que siguen el proceso electoral que conducirá a las presidenciales de 7 de octubre, la asimetría no puede ser más sencilla:

De un lado, una mayoría de demócratas venezolanos acosada, hostigada, y excluida, pero, sin embargo, con la robustez, la confianza y el coraje necesarios para enfrentar al totalitarismo sin conculcar  la constitución, renunciar a la paz, ni atropellar la democracia.

Del otro, una minoría autocrática, traspuesta al poder a través de engaños, simulaciones y trapacerías, violenta y excluyente e incapaz de permitir a sus seguidores elegir el candidato que juzguen más capaz para representarlos, en vez de imponerles un presidente vitalicio, con graves problemas de salud, achacoso, y sin otra aspiración que sojuzgar al país hasta que la biología y la voluntad de Dios  lo permitan.

O sea que, una Venezuela libre, democrática, constitucional, republicana, plural, alternativa, civilista, clara y transparente, enfrentada a la oscura, torva y vetusta condenada a morir porque es un accidente antihistórico, y contra civilizatorio, por cuanto a lo que acude es a los peores rasgos de las utopías totalitarias que los pueblos de finales del siglo XX derrotaron para siempre.

En otras palabras: que por ahí anda Chávez, reducido al pequeño espacio de los pocos países que son clientes de la todavía cuantiosa factura petrolera venezolana, que simulan secundarlo en sus fantasías de restaurar el comunismo y el stalinismo, hablando insensateces sobre un supuesto colapso de la democracia y la economía competitiva, más contando sus fracasos que sus triunfos, sus muertos que sus vivos.

No convenciendo, sino venciendo voluntades a punta de petrodólares y rodeándose de militares con cuentas que dar ante la justicia internacional por presuntas complicidades con el narcotráfico que son los únicos que se pueden arrimar a esta árbol sin sombra, de ramas secas y carcomido por las plantas parásitas,

Incapaz de promover y confiar en los suyos, de legarles el poder ni aun en la circunstancia de que su estado de salud no le augura un futuro ni sano ni viable, sino preso de la obsesión que ha dado cuenta del orgullo de tantos dictadores y presidentes vitalicios.

Es la gran lección de política que la oposición venezolana establecerá en las primarias del 12 de febrero próximo, la vía para poner fin al esperpento de los presidentes vitalicios que al parecer nacieron para  negar la capacidad de empinarse y volar del resto de los venezolanos.

El supremo objetivo de la “no relección”, en fin,  para que todo venezolano se sienta con la banda de presidente en el bolsillo si tiene condiciones espirituales, intelectuales, éticas, y convicciones democráticas para aspirar y lograrlo.

Y con este párrafo final respondo a la pregunta de por qué Chávez y los chavistas odian a las primarias.

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