Opinión Nacional

Política y comicidad

La llamada antipolítica surgió en el otro lado del mundo, a principios de los `90, como una espontánea y creadora manifestación alterna a la política tradicional e institucional, sustentada en los nuevos movimientos (y movilizaciones) sociales en el ámbito obrero, ecológico, de género, etc., mientras que en este lado se hizo febrilmente antipartidista. A características tales como el consenso forzado (anómico), el espectáculo (mediático), la banalización de los problemas (evasión de la crisis estructural), el populacho (desfiguración rentística) y la privatización de la justicia (supervivencia del más fuerte), agregamos la más cruda y desinhibida apuesta en los asuntos públicos, dada la experiencia vivida en Venezuela.

La polarización política y social impone una devoción por el cortoplacismo y nos fuerza a una constante rifa de los acontecimientos y protagonistas en procura de resolver aquellos problemas aleatoriamente urgentes, aunque a veces no tan decisivos e importantes. He acá la crisis de un liderazgo que no logra todavía convencer al país de ir más allá de lo existente, con los retos que supone, a favor de una prolongada y enfermiza coyuntura.

Liderazgo enteramente explicado por las cotas de popularidad que pueda alcanzar en un momento determinado, susceptible de una extensión artificial. Y surge ahora la presunta candidatura presidencial de Er Conde del Guácharo, olvidado Benjamín Rausseo, quien puede exponer las mismas y hasta peores armas que Hugo Chávez, consagrando la comicidad, la burla, la contradicción y la insensatez, que explican la mejor rentabilidad y permanencia del actual régimen.

Meses atrás, en Valencia supimos de sondeos de opinión y niveles de preparación del benjamín político, convertido en descubrimiento y esperanza última de promotores de buena voluntad que desesperan ante (lo que es) la supuesta consolidación de la infrapolítica en nuestro país. Por lo demás – convinimos – se ha pirateado mucho la dirigencia política, la que constantemente improvisa un discurso y se tira una parada, tal como lo hizo y aleccionó el teniente-coronel/presidente, sin que nada tenga que ver con la sobria incursión desde el campo del espectáculo al político de un Renny Ottolina o de un Ronald Reagan, resignado Arnold Schwarzenegger a probarse como gobernador de California.

Estamos empeñados en hacer de lo impredecible el componente fundamental de nuestras preocupaciones y vicisitudes públicas, colectivas y ciudadanas. No hay otra explicación para una candidatura como la del Guácharo que refleja una crisis real, consistente y a prueba de balas, como la que padecemos, dibujando toda una tragedia social como lo señaló reciente e inteligentemente Teodoro Petkoff.

A lo mejor Rausseo sostiene esa candidatura presidencial o la resigna como una operación comercial de gran fuste. Quizá funcione, gane Miraflores y sepamos de una transición post-autoritaria heterodoxa, inédita y sorprendente, pero es una apuesta más entre el fracaso de su gobierno (sin que luego se sepa distinguir entre Guatemala y Guatepeor, relegitimando una vuelta de Chávez al poder), o el fracaso de su propia candidatura, cundiendo de pesimismo, desesperanza y calamidad a toda la oposición que tratará de olvidarlo como un mal chiste.

2007 es un desafío inmenso y la fundación de otro porvenir sugiere otras ideas ideas, otro lenguaje, otras tareas. Y otro humor que no, comicidad.

$ 3 MM

Tres mil millones de dólares es el costo de adquisición del arsenal negociado por el teniente-coronel/presidente en la Rusia gobernada por las mafias, publicitada como una brillante acción de Estado por las emisoras radiales y televisivas del oficialismo. Poco importa que, minutos antes, clame por la paz del mundo, hinche de golpes su pecho ante el desastre de pérdidas humanas, sin que le conmueva las que ocurren diariamente en Venezuela en medio de lo que es una sórdida guerra civil de baja intensidad entre aquellos que habitan espacios distintos a los frecuentados por los privilegiados del poder.

Se ha evidenciado, el teniente-coronel/presidente no desea invertir ese dinero en la generación de empleos o en hospitales, a menos que descubra a lo Juan Vicente Gómez la bondad de más carreteras y autopistas para la movilización de sus tanques y tropas. Sin embargo, en lugar de la pólvora, pudiera hacerlo en sembrar de bibliotecas el país, dotar cada caserío de una abundante y diversa bibliografía, edificar una gerencia del libro como un día PDVSA o el Metro de Caracas también supo de otra honesta e insobornable, a objeto de garantizar nuestra soberanía esencial: la del espíritu creador de todos los venezolanos.

No, no es posible para el prófugo del siglo XIX estacionado en la década sesenta del XX, inventándose un bloque estadounidense: 10 millones de votos lucen como las 10 millones de toneladas de azúcar que tanto traumatizó a Fidel Castro casi 40 años atrás, en una revolución «definida» después del triunfo electoral de diciembre de 1998 al igual que lo hizo el movimiento del «26 de Julio» al hincarse sobre 1959. Una regresión que toca lo ideológico, pues la revolución anti-imperialista y anti-feudal está en marcha, procurando una confrontación de toda la nación contra el imperio, eludiendo el carácter anti-capitalista que la supondría entre burgueses y proletariados, en trance de la propia democracia burguesa: ¡las tesis del viejo PCV!.

Regresión que ahora nos cuesta tres mil millones de dólares. Y lo que falta: el costo de mantenimiento y las adquisiciones en otros países.

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