Opinión Nacional

Política artificial

Nos es fácil distinguir de la política artificial de la que no lo es, sabiendo del predominio de las percepciones en el difícil campo del poder. No obstante, hay situaciones en las que se evidencia un juego aéreo e insustancial que, lejos de llegar al centro de los acontecimientos, nos entretienen con prácticas muy del pasado, teñidas de un supuesto porvenir.

La Coordinadora Democrática es una iniciativa perfectible de consenso opositor que equivale a la búsqueda de una eficacia del mensaje, sin sacrificar las posibilidades reales de estabilidad institucional y de paz pública para el logro de ciertos objetivos considerados superiores frente a las actuales circunstancias. Pueden contabilizarse las diferencias internas existentes, incluidas aquellas que apuntan –y apuntaron- a determinadas acciones cívicas, empero se ha impuesto una fuerte dosis importante de sensatez, a veces amenazada por una suerte de viveza atrabiliaria, inmadura y desesperada cuando dicen sonar las campanas de las encuestas.

Hubo reservas en torno a la viabilidad constitucional y política del referéndum consultivo, por ejemplo, pero acordado por la mayoría de las organizaciones políticas y de la sociedad civil, emprendimos las jornadas de suscripción de la propuesta y de presentación por ante el CNE, independientemente que la capitalizara –como ocurrió- uno de los partidos proponentes. Ahora, ante las bondades de la enmienda constitucional, sin que el partido proponente la reclamara como suya, entregándola al patrocinio exclusivo de la Coordinadora, nos esforzamos en la recolección dominical de las firmas a la que se incorporaron las destinadas a solicitar la revocatoria de la representación parlamentaria del oficialismo, en diferentes lugares del país.

Sorpresivamente, un vocero calificado reivindicó para Primero Justicia la revocatoria de los diputados del llamado “chavismo” y, aunque la prudencia obliga a no insistir en un hecho de fácil solución, debe quedar asentada la observación para que –en tal vital fase de aprendizaje ciudadano- comprendamos que son otras las prácticas reclamadas por los sectores sociales y políticos de oposición y los que muerden el desencanto respecto al gobierno que una vez apoyaron. De modo que, al resultar una vanidad incomprensible de cara a las duras condiciones del presente, no es posible aceptar plácidamente que el referido partido haya recogido exclusivamente las firmas revocatorias de los parlamentarios oficialistas en Táchira, por ejemplo, cuando prácticamente no existe en esa entidad federal, por no citar otras.. Significa aprovecharse de la buena fe del lector de la prensa, amén de afectar la credibilidad de la Coordinadora Democrática que tomó para sí ese día histórico, acordada la ausencia total de los colores y símbolos de los partidos políticos como una señal hacia la futura unidad nacional respecto a temas vitales, aunque Primero Justicia se esmeró en hacer proselitismo poblando los centros de recolección con militantes enfundados en franelas alusivas a la organización.

Un acto de reflexión, como el que seguramente estarán haciendo los amigos del liderazgo mediático, seguramente contribuirá a esa cultura política alternativa que deben propiciar los partidos, sin detrimento de sus legítimas aspiraciones. La tentación de adelantarse en el terreno, cuando el balón de los acontecimientos dista todavía del arco, resta –ésta vez- credibilidad a uno de los equipos: tarda, pero lo hace, en aparecer en los estudios y sondeos de opinión con la promesa del eterno retorno de aquellos usos y costumbres del pasado condenados con tanta vehemencia.

La política tiene sus artificios y ofrece un boletaje también de (auto) engaño. Las organizaciones emergentes, con derecho a compartir la escena con aquellas tildadas de históricas, están también en una etapa de aprendizaje. No lo olvidemos.

Mentirse a sí mismo

Una característica esencial de los regímenes autoritarios y totalitarios es la mentira. Lo que comienza con una abstracción verbal de distracción, concluye en la defensa más acérrima de las verdades propagadas por el régimen. Lo que inicia como una aceptable estrategia publicitaria, termina en la criminal defensa de una versión que es la del poder amenazado. Lo que creemos una candidez, se revela como un desafío en el curso de la historia.

De manera que no puede asombrarnos este gobierno que miente en forma sistemática. Y no nos referimos a una gestión que estadísticamente puede aceptar distintas versiones, sino al duro golpe infringido a las evidencias o al intento de desprestigiar lo obvio que, en el fondo, ayuda a dislocar conceptos o nociones tan elementales como los hechos públicos y notorios o las máximas de experiencia cuando lo (anti) político consigue destrozar el Estado de Derecho.

A manera de ejemplo, el canal de televisión muy presuntamente de todos los venezolanos persiste en que el “chavismo” es mayoría, aún cuando las calles ofrecen toda la elocuencia de las multitudinarias marchas y concentraciones de la oposición. Crea un santuario armado, una intocable fortaleza partidista, en La Campiña y sus alrededores, a la par que promueve eventos en nombre de la paz. Y sus seguidores creen doctrinaria, moralmente decimos, que el resto de los venezolanos son escuálidos por mandato de una interpretación enteramente circunstancial del gran dispensador, colocados –así- enteramente de espaldas a la realidad.

Vivimos la fase del “postchavismo”, paradójicamente con Chávez, en la medida que sus antiguos sufragantes despiertan. Engañándose a sí misma, desplegando un esfuerzo propagandístico de vocación universal, de poco sirvió a la supervivencia de la Unión Soviética. Y estimamos que un simulacro de revolución tampoco lo hará.

(*) “Greguerías. Selección 1910-1960”. Espasa-Calpe. Madrid. 1986, p. 92.

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