¿Podrá más la conciencia que el chavismo que tenía?

Algún diputado chavista ha hablado del derecho constitucional y ético al voto de conciencia, al expresar la incomodidad de él y varios de sus copartidarios con las normas y aumentos impositivos del penitencial Plan Tobías.

El problema está en que un dirigente político y además diputado, es decir, representante específico de un sector regional de la población, del cual depende en buena parte su supervivencia política, tiene que pensar en la posición de su partido, pero también en los intereses de quienes específicamente votaron por él, intereses que, sin duda alguna, no estarán muy felices con los nuevos impuestos que nos quiere imponer el gobierno.

Es que resulta bastante difícil demostrar que se van a pagar más impuestos y mayores precios a cambio de beneficios mas o menos difusos para la población, especialmente cuando todo el mundo sabe, incluídos los chavistas, las cantidades monstruosas de dinero que,de una u otra forma, ha dilapidado el gobierno que prometió una revolución que está teniendo de todo, menos de bonita, y que ahora,además, se quedó sin dinero.

Yo me atrevería a decir que la esencia de la cuestión está en que el gobierno, además de pecador, no ha tenido el coraje y la astucia de hablar claro de sus pecados. Un Presidente que se caracteriza por no dejar de hablar, curiosamente se fue a jugar softball mientras sus recién estrenados ministros de economía presentaban al país un programa económico que ni es nuevo ni es fácilmente aceptable por elegidos y electores. El verbo dinámico y el dramatismo presidencial faltaron para llamar al país y decirle que sí, que estamos fregados, que hubo equivocaciones y que ahora tenemos que actuar con carácter de urgencia, y actuar todos, y hacerlo ya. Es más fácil perdonar al pecador confeso y arrepentido que al que trata de decirnos que su pecado no es pecado sino un paso hacia el cielo.

Justo cuando no debió callarse la boca, Chávez hizo silencio y se fue a jugar pelota. Con su apoyo, la tarea de legisladores y ministros hubiera sido un poco más fácil. Ahora, y con el agravante del retardo característico de este gobierno, es mucho más cuesta arriba llevar a la aprobación un plan que no satisface a nadie.

Después de todo, votar con la conciencia y no con la torpeza de un gobierno, puede ser una forma de supervivencia política.