Pobreza, democracia y acuerdo
La democracia es un pacto social para el bienestar y la convivencia de los ciudadanos, por lo que no puede aceptar la pobreza permanente de la mitad de ellos: o ella elimina la pobreza o ésta mata a la democracia. Pero la pobreza es como un resistente virus y para superarla es indispensable un exigente acuerdo democrático a fondo.
En oposición la palabra y la promesa política corren libres como caballos en sabana abierta, pero luego de siete años en el poder con todos los millones, los hechos acorralan a las palabras. Las encuestas latinoamericanas demuestran que las promesas electorales de salvadores generan esperanza entre los pobres, pero a los pocos meses del nuevo gobierno las expectativas se frustran. Luego, viene la tragedia y vuelta a soñar con aventuras no democráticas. La inmensa brecha entre las razonables expectativas de los pobres, la cortedad y lentitud de las políticas y los desvariados caminos de los gobernantes – sean neoliberales o populistas-, conducen a la frustración y dan alas a los aventureros.
Hasta los más conservadores debieran entender que es cuestión de vida o muerte ordenar todos los recursos materiales y humanos para reducir la pobreza de manera sostenida, y que la economía de mercado necesita una eficiente institucionalidad social pública. No hay salida sin crecimiento económico, pero se requieren acuerdos duraderos para generar empleo, formación y eficiencia pública de manera sostenida. El mercado es necesario, pero con institucionalidad ordenada al bien común. El neoliberalismo es el caldo de cultivo para el populismo.
En Perú, tal vez la mejor candidata de los tres primeros ha sido eliminada por no saber transmitir a los pobres caminos de solución y esperanza. El periodista Gustavo Gorriti se pregunta cómo es posible la escasa popularidad del indígena Toledo, luego de un buen desempeño económico. Su respuesta es que la gente quiere elegir a quien tiene «el entendimiento y la fuerza para guiarlos y la compasión para no olvidarlos”. En Venezuela no se mantendrá la miseria encantada indefinidamente, ni convivirán pacíficamente por mucho tiempo los gobernantes ricos, regalones y flotando en corrupción, con el pueblo sin trabajo productivo y en emergencia continua. Ni siquiera con el petróleo a $100. Hacen falta políticos y candidatos – en la oposición y en el gobierno – con entendimiento y compasión. “Compasión” no en sentido de dádiva, sino de “padecer con” y “echar su suerte” política con los pobres. Alguien que no sólo sabe hablar bien de los pobres, sino que sabe hablar a los pobres y con ellos y es capaz de guiar con entendimiento y compasión. A estas alturas sabemos que Chávez es inteligente, pero-por desgracia- no tiene entendimiento-voluntad de los necesarios acuerdos para superar la pobreza, y le impiden entenderlos sus absurdos matrimonios ideológicos y su ofuscamiento con el poder absoluto.
Hace cuatro años, en las “Bases para el Acuerdo Democrático” planteamos los elementos democráticos imprescindibles para salir de la pobreza con acción sostenida (10 ó 20 años para consolidar el nuevo rumbo), combinando todos los talentos y recursos del país. No hay atajos, ni golpes, ni ensoñaciones ideológicas, ni mesías, que nos liberen de los acuerdos duraderos para cambiar.
Decían las “Bases” de entonces que la pobreza (en sus múltiples dimensiones) no es un hecho marginal, sino central y “la estrategia para su superación debe constituir el eje inspirador de políticas públicas”.
Se requiere -decíamos- una clara voluntad “de construir juntos las condiciones político-institucionales, económicas y socio-culturales que permitan al país superar la pobreza y producir el desarrollo humano garantizado por nosotros mismos, como ciudadanos y como productores”. No sólo una propuesta de técnicos ilustrados, sino un “acuerdo social” que conlleva concertación, movilización y objetivos compartidos por los diversos sectores. Con paz y seguridad jurídica, para que cada uno asuma su papel y para atraer a factores internacionales necesarios.
No hay superación posible de la pobreza sin que empresa privada y gobierno acuerden estrategias y sumen iniciativas en la generación de empleo y elevación de los activos (salud, educación, vivienda, oficio, organización, productividad…) de los trabajadores. No lo hay sin que en los sectores más pobres se despierten y fomente una voluntad de organización y de incremento de su poder y productividad, muy distinto del actual trueque de franelas rojas y sumisión a cambio de limosna para la sobrevivencia. Las dinámicas sociales excluyentes -sean conservadoras o “revolucionarias” de revancha social-, si no refuerzan la inversión privada generadora de empleo productivo, acentúan la miseria, el conflicto social y la ingobernabilidad. Lo decíamos en las tentaciones militares de 1992, de 2002 y lo decimos ahora; la democracia no es cuestión de fuerza, ni de imposición de las armas, el camino es el pacto social solidario, civil, constitucional, pacífico y tolerante. La rabia, la demagogia y el militarismo, no son buenos para dirigir la construcción política y la democracia no es cuestión de fuerza, ni de imposición de las armas. Para superar la pobreza democráticamente, es necesario el acuerdo social básico con seguridad jurídica y verdadera pasión política para llevarlo a cabo.