Pobre Chávez: Tan cerca de Castro y tan lejos de los estudiantes venezolanos
Fue característico que Chávez corriera a cobijarse en los brazos de Fidel Castro, mientras cientos de miles de estudiantes protestaban a lo largo y ancho de Venezuela por el cierre de RCTV y el giro marcadamente anticonstitucional, marxistoide y neototalitario que adoptó el gobierno después de las elecciones del 3 de diciembre pasado.
Tormenta que hasta el momento de escribir estas notas no daba señales de amainar, sorprendió a Chávez sin paraguas ni lugar de refugio, y le dejó tal sabor de desamparo, desconcierto y falencia que pasó una semana para entender qué pasaba y dos para programar qué hacer y dónde dirigirse.
Entretanto echó mano al piloto automático y sacó de la manga la manida teoría de las conspiraciones, la conseja según la cual de nuevo lo estaban buscando para matarlo, a él, que es el responsable de las crisis de insomnio que desde hace ocho años padecen George Bush, Dick Cheney, Condoleeza Rice y toda la derecha nacional, continental y mundial y que, con miras a recobrar el sueño, contactó algo así como a un millón de estudiantes venezolanos para que protestaran y prepararan las condiciones que antecedieran al magnicidio.
También habló de un “golpe suave”, de aquella táctica de estallidos cívico-militares y manifestaciones continuas que desembocan en la violencia y deslegitiman a un gobierno constitucional, para pasar ha sustituirlo por uno transitorio que simpatiza con la revuelta y prepara las condiciones para que los violentos ganen las elecciones y pasen, entonces, a hacer la revolución por la vía democrática, comicial y pacífica.
Que fue exactamente la que le aplicó Chávez a los gobiernos democráticos de Venezuela, Evo Morales a los de Bolivia y Lucio Gutiérrez y Rafael Correa a los de Ecuador, en una orgía de folklorismo etnocentrista, nostalgia postestalinista y militarismo decimonónico que causa asombro en el mundo, no por lo novedoso y original, sino por lo vetusto y antiguo.
Y que según Chávez terminó siendo copiada por los movimientos democráticos, populares y de calle que derrocaron a los dictadores Fujimori de Perú, Milosevic de Servia y Yanukovich de Ucraina, siendo que desde que existen dictadores en el mundo que se aferran sempiternamente al poder, el pueblo recurre a la opción de derrocarlos en la calle, enfrentando a sus secuaces, esbirros y cuerpos policiales y arrollando a las fuerzas civiles y militares que los apoyan.
Tal como sucedió en Venezuela en los años 28, 36 y 58 del siglo pasado, cuando movimientos estudiantiles y populares se lanzaron a la calle a destruir decenas de años de despotismo, corrupción y oprobio y lo lograron abriendo los únicos dos paréntesis democráticos que ha conocido el país en toda su historia republicana.
Y son estos recuerdos, estos pálpitos y estas certezas las que tienen temblando a Chávez desde hace 3 semanas, acosado por la gritería estudiantil y las noticias de que más y sectores, más y más grupos, más y más partidos se unen al que es, sin duda, el más sonado “tente acá” que le han aplicado desde que se estrenó como pichón de dictador
Razones más que suficientes para que, no bien pasado el shock, no bien salido del susto, no bien escapado del desmayo, Chávez corriera a hacer las maletas, a abordar el Air Bus, y ordenar “un rumbo a La Habana” para presentarse en la sala de terapia intensiva de un hospital o clínica, donde no se sabe si el dictador Castro vive o muere, si se prepara para recibir la extremaunción o vestir el uniforme para reinstalarse en la presidencia de Cuba.
Y les garantizo que la situación no fue nada fácil para el presidente venezolano y líder máximo de la revolución continental y mundial, pues hasta ahora era él, Chávez, quien se presentaba a la sala de terapia intensiva a suministrarle energía al enfermo, a inyectarle optimismo, salud y ganas de vivir, a decirle que no se muriera, pues aún le faltaba ser presidente de Centroamérica, el Caribe, Venezuela, los países andinos, el Cono Sur y Brasil.
Y era así como el moribundo volvía a la vida, abría los ojos, sonreía y empezaba a dar síntomas de que una milagrosa medicina se le había suministrado, una que lo regresaba de la muerte y de la cual necesitaba dosis cada vez más fuertes para sobrevivir.
Pero el Chávez que se presentó el jueves pasado al mediodía en la sala de terapia intensiva de un hospital o clínica de La Habana, era un Chávez desolado, triste, minusválido, encorvado, doliente, y que ¿quién lo iba creer?, en cuanto vio al Caballo prorrumpió en un llanto copioso, hondo, amargo, como si hubiera venido, no a reencontrarse, sino a despedirse del amigo, padre y mentor.
Por lo que esta vez fue Castro quien le ripostó en perfecto venezolano: “Pero bueno, Hugo, ¿y qué vaina es esa? De manera que cada vez que en Venezuela se alzan unos militarcitos, o unos estudiantes salen a las calles a protestar, tú sales corriendo a refugiarte en las sotanas de los curas, o te vienes para La Habana para que yo, un enfermo terminal, te consuele. ¿Y tú eres el mismo que va a derrotar al imperialismo, a enfrentar los ejércitos de Bush, de Uribe y la OTAN, el que va restaurar la construcción del socialismo planetario y la salvación de la humanidad? No me jodas, Hugo. No vale, compórtate, aprende a ser hombrecito, revolucionario y antiimperialista y si no me avisas para llamar a Rangel, Baduel o Germán para que tomen previsiones y se encarguen del coroto”.
Y fue así cómo Chávez se repuso, tranquilizó y comenzó a contar sus desventuras de las últimas 3 semanas, cuando, mientras se preparaba a disfrutar de la programación del nuevo canal de televisión TVES que le cocinaron Ramonet, Dieterich, Fernando Carrillo, Lil Rodríguez, Joselo, Willian Lara, y Henry Galué, empezó a oír la aproximación de un rumor, de una ola, de un tsunami que lo fue envolviendo, sitiando, abrumando, un turbión de manifestaciones y protestas que lo tenían ahora sentado al lado de aquel anciano, que a veces lo estrechaba contra su pecho, otras lo regañaba, otras le pasaba la mano por el pelo, pero siempre en el espíritu de arrullarlo y demostrarle que estaba frente un padre confiable, generoso y agradecido.
Disertación que escaló su clímax al referirse Chávez a los estudiantes de las universidades, a los cuales acusó de ingratos, malagradecidos, imperialistas, bushistas, oligarcas y golpistas, pues habiéndoles dado todo, desde las cunas donde nacieron, hasta las primeras leches maternizadas que probaron, pasando por juguetes, móviles, y legos, salieron a alzársele y llamarlo dictador, totalitario, y enemigo de la libertad de expresión.
“Y todo sin contar querido viejo, con la educación que han recibido. Desde los jardines de infancia, hasta los kinders, la primaria, secundaria y universidad. Con material e instalaciones educativas óptimas, de primera. Hijos, en definitiva, de la Misión Róbinson, de Barrio Adentro, de la Negra Hipólita y de tantas políticas sociales por las que Venezuela está entre los primeros lugares de desarrollo humano en el mundo, en reducción de la pobreza, de la violencia, la inseguridad y la inflación”.
“Suele suceder, Hugo; suele suceder, muchacho” comentó Castro. “La gente es muy ingrata y malagradecida. En Venezuela, en Cuba, en todo el mundo. Sobre todo los estudiantes. Por eso yo, desde el comienzo, busqué la forma de meterlos en cintura, de controlarlos, de convencerlos de que no hicieran preguntas indiscretas, ni tuvieran comportamientos inadecuados. Voy a llamar ahora mismo Raúl para que te prepare mañana mismo una reunión con estudiantes de la Universidad de La Habana y aprendas in situ lo que sucede cuando los jefes revolucionarios no andamos con lloriqueos, aplicamos mano dura y sabemos construir un aparato, una estructura que lenta, pero implacablemente, lo va dominando todo”.
Y fue así como Chávez se reunió al día siguiente con un grupo de estudiantes de la Universidad de La Habana, fue así como pudo hablar durante horas sin ser interrumpido por preguntas indiscretas ni comportamientos inapropiados, fue así como se explayó en las mentiras de siempre como el paquete de la construcción de una refinería de gas licuado en Cuba cuando Venezuela tiene déficit de gas; pero sobre todo, se desahogó hablando contra los estudiantes venezolanos, acusándolos de golpistas, oligarcas, bushistas, vendepatrias y agentes del imperialismo norteamericano.
Por lo que quedó muy satisfecho, gratificado y soñando con el tiempo en que los estudiantes venezolanos sean como aquellos que encontró en la Universidad de La Habana: tranquilos, reposados, silenciosos, quietos, sin preguntas indiscretas, ni comportamientos inapropiados.
Sobre todo en un futuro no lejano, cuando ya no exista Castro, ni dictadura cubana.