Pláticas telepáticas con Aponte Aponte
Caramba, Eladio ¿te puedo llamar Eladio? Claro que sí, Eduardo.
Te querían ver en un calabozo como a Baduel.
No me hables del general.
Me arrepiento de lo que le hice.
¿No tendrás muchos arrepentimientos? A decir verdad, varios.
Bueno Eladio, cuéntanos brevemente tu historia.
OK. Aquí voy. Tuve en mis manos lo que salva y lo que aterra, rayos de muerte en la tierra y arcoíris en la paz. Ay, cómo me arrepiento del horrible caso de los comisarios. El doctor. Simonovis. Qué pena. Le negué en repetidas ocasiones los distintos y bien fundamentados recursos de casación, de interpretación y de revisión.
Me porté como un verdadero verdugo. Le metimos 30 años, una vida. Qué miserable fui. Es que, Eduardo, créelo, esas reuniones de los viernes con la fiscal, la defensora, la procuradora, la contralora, la presidente del TSJ, me comprometían, me obligaban, me presionaban, y yo, Eduardo, te lo juro, soy muy débil de carácter. Ese mujerero me tenía loco. Recuerdo cuánto favorecí a José Bouza Izquierdo. Parecía tan bueno el hombre. Tan limpiecito y bañadito, no como yo, que a veces ando como un poquito desarreglado, he engordado mucho. ¿Cómo lucía en el programa que grabamos en Washington? ¿Bien o mal? Esa camisita a cuadros me quedaba como chiquita, pero en fin.
Bueno, sigo el cuento. Señor, dame la paz interna. El caso de Anderson. Guíame, señor, al bien. A la Patricia Poleo, me lo pidió el mismísimo Jefe Absoluto, me dijo, recuerdo bien, a esa bicha la sacrificas, bórrala del mapa, hazla polvo cósmico. Y, ciertamente, también le di, hasta por el cielo de la boca.
El bendito testigo estrella, que me trajo el pazguato del fiscal, caracha, qué hombrecito aquel, le dimos toda la credibilidad del mundo y rechazamos con alevosía los recursos y amparos a sus familiares. Me viene a la mente otro caso, el ex presidente Carlos Andrés Pérez, me lo pidieron Diosdado, Aristóbulo, Ameliach. Que no le diera vida a CAP, que era la cuarta república, que lo metiera preso. Después me enteré de que estaba muy enfermo, como está Chávez hoy. Y yo ordené, Virgen María, perdóname, que lo expatriaran y que si estaba enfermo lo trajeran en cama-clínica si era necesario. Pero que lo trajeran preso y amarrado. Horror. El caso de Biagio Pilieri Gianninoto. Ese, que es ahora candidato a gobernador en Yaracuy. Lo hice preso. Lo separé de su familia.
Anulé todos los juicios que lo declaraban inocente. Me llamaron de Miraflores. Me llamó Adán. Me lo pidió, mejor dicho me ordenó. Y no tuve otro remedio que revocar todos los juicios anteriores. De meterlo preso. Cilia me tenía loco pidiendo que lo liquidara.
Gustavo Azócar Alcalá, otro caso que me persigue como una maldición, el Negro Gustavo.
Le invalidé todos los recursos.
Si no se va al exterior, me pidió Jaua, métele 19 años. Esa era la orden. Al pobre Baduel lo tuve fregado. En cada oportunidad que pedía algo, allí estaba yo con mi látigo. Baduel tiene o tenía cierta fuerza, prestigio en la FAN que había que destruir. En ese caso el «Líder de la Revolución» me repicó como 3 o 4 veces. Y yo, otra vez, débil, con miedo a perder mi trabajo, pues, fui inclemente. Mazuco, pobre Mazuco, debía estar libre. La fiscal, siempre la fiscal, me trajo un testigo. Declaró que Mazuco había asesinado, ya ni recuerdo a quién, bueno, a la cárcel y el malandro a la calle. Eduardo, todos los casos emblemáticos, difíciles, donde no había que tener alma en el cuerpo, ni lástima, todos esos casos me lo pasaban a mí. Yo conozco ese grupito. La maldad contra la señora Afiuni. Y a mí no me van a echar una vaina. Me llaman traidor; traidores son todos ellos que pisotean la Constitución, pero lo juro, me los llevo en los cachos si antes la pelona no se me adelanta.