Opinión Nacional

Piénsalo, amigo Carlos

Hace unos días sostuve un intercambio con Carlos, un tuitero chavista. Como fue educado en su intercambio y planteamientos, le respondo. Su pregunta fue por qué yo hago distinción entre «distribuir riquezas» y «crear riquezas».

La pobreza, lejos de lo que algunos piensan, no es buena para nadie. Hay países en el mundo que han logrado superarla con claras políticas de economía de mercado, respeto irrestricto a la propiedad privada, políticas de Estado y no del gobierno de turno, instituciones independientes y mecanismos sólidos de seguridad social. La receta funciona. Pero para aplicarla la condición sine qua non es que haya funcionarios públicos honestos, no que estén buscando cómo forrarse a costa del Estado.

Imaginemos que un señor -llamémoslo Rafael- ha recibido una cuantiosa herencia que no esperaba (algo así como cuando suben meteóricamente los precios del petróleo). Rafael se vuelve loco al saberse dueño de tantísimo dinero, deja su trabajo y se dedica a gastarlo de todas las maneras que encuentra. Convoca a sus amigos del barrio. Algunos le aconsejan invertir y ahorrar, pero Rafael piensa que no es necesario, porque hay tanto, que es imposible que se agote.

El dinero merma, pero la fiesta es grande. Craso error. El ricachón cada día tiene menos dinero. Hasta que el dinero se le acaba. Porque es así: el dinero que no se invierte se acaba. Y los beneficiarios temporales, que disfrutaron del dinero de Rafael sin invertirlo, vuelven a ser tan pobres como eran antes.

Muchas fortunas se extinguen porque no tienen capital humano que las administre. Dinero sin ideas ni emprendimiento no es capital. Ni de particulares ni de los Estados.

Si Rafael hubiera disfrutado de su fortuna, pero a la vez hubiera invertido, creado fuentes de trabajo, impulsado la creatividad de su círculo y generado capacitación, otra hubiera sido la historia. Distribuir la riqueza no acaba con la pobreza porque mantiene la dependencia de quienes reciben el dinero, no los enriquece porque no generan ingresos propios.

Depender de las limosnas de otro ayuda en una coyuntura, pero entraña el riesgo de crear otro tipo de esclavitud… ¿No dignifica más ayudar a alguien a que se supere por sus propios medios, que tenerlo dependiendo de un subsidio que durará hasta que el dinero rinda? Amigo Carlos, piénsalo.

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