Piar y Chávez
Yale University publicó el año pasado un nuevo libro de John Lynch, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y autor de varios estudios sobre la cultura independentista en nuestro continente. Es una biografía de Simón Bolívar, un libro riguroso, polémico y franco, que nos permite reconocer algunas de las tensiones políticas presentes en esta versión del socialismo bolivariano que nos quieren imponer a capa y espada, cuando el Presidente confunde a la oposición democrática con las huestes del General Pablo Morillo. Tres grandes problemas, por ejemplo, considera Lynch, se le presentaban a la independencia suramericana: derrotar militarmente a España, superar la insubordinación de los caudillos en las propias filas del ejército libertador y por último, evitar una guerra de razas, de blancos contra negros, o de mulatos pobres contra criollos ricos e ilustrados, encarnados en la figura de Bolívar. Manuel Piar formaba parte del tercer problema y por eso tuvo que ser fusilado.
Era un pardo natural de Curazao y por tanto uno de los pocos caudillos que podían inspirar e incorporar al ejército patriota a esa gran mayoría de la población venezolana, los mestizos. Bolívar necesitaba involucrarlos como reclutas en sus fuerzas armadas, pero no pretendía, al menos por el momento, activarlos o movilizarlos políticamente. Piar era incontrolable, no aceptaba ni acataba el mando militar del Libertador y de acuerdo a O´Leary conspiraba con otro rebelde mulato, Alexandre Pétion, presidente de Haití, para declarar una especie de resurgimiento de la negritud, a partir de una gran base territorial que les permitiera dominar el continente, Leopold Senghor avant la leerte, o más bien, recordando nuestro momento histórico, Franz Fanon. Piar representaba el personalismo y la Revolución Negra, una versión de la lucha de clases asentada en el resentimiento social de esclavos que luchaban no tanto por su independencia o libertad, sino para vengarse de los blancos. Bolívar representaba el constitucionalismo y la armonía entre las razas y clases económicas. El Libertador no sólo se distanció de Piar, sino que, todos sabemos la historia, lo fusiló por extremista. Igual hizo Betancourt muchos años después cuando rompió con el Partido Comunista, inspirado por una tétrica versión de la historia condicionada a la violencia y la lucha de clases, para crear un partido socialdemócrata y policlasista, capaz de trabajar por la armonía entre los agentes sociales y económicos.
Bolívar debía luchar contra la cultura política del poder español, que inyectaba al cuerpo social una mezcla de vicio, terror y miedo. Muchos de los líderes militares que le acompañaron cayeron en la trampa del realismo, asesinando a curas, fusilando innecesariamente a prisioneros que han podido saltar la talanquera, persiguiendo y excluyendo. El poder político cambió de manos, pero también la facilidad para enriquecerse a costa del Estado. A pesar de estar oficialmente castigado el peculado con la pena de muerte, gran cantidad de dirigentes bolivarianos se enriquecieron, expropiando las tierras y haciendas de sus enemigos y terminaron por conformar una nueva élite económica. Los colaboradores del Libertador escenificaron un cambio en la distribución del mando político: ruralizaron el poder, disminuyendo drásticamente el rol que jugaban las ciudades en el diseño y ejecución de las políticas públicas. Suplantaron a los españoles y terminaron pagando el precio los mulatos, pardos y negros, que retrocedieron en sus aspiraciones al ver como los nuevos ricos se negaban a compartir las riquezas y el control del Estado.