Permitirá la gente que los partidos piensen por ella?
Quienes creen que los partidos políticos son más importantes que la gente
pueden -en lugar de miembros de partidos- hacerse accionistas de las
empresas de publicidad. Recuérdese el lema de Publicidad ARS: «Permítame
pensar por usted»
Esa actitud es la que ha generado las cúpulas y la creación de
micropartidos en los que el fundador dice: «este partido es mío, aquí
mando yo y aquí se hace lo que yo diga. Yo decido lanzarme o no
lanzarme. Yo decido quien se lanza o no se lanza.» No importa que para
disimular se rodee o lo rodeen a su gusto y de los aupadores.
Los partidos políticos nacen dentro de circunstancias muy concretas, en
ciertas coyunturas y al clamor de las gentes, todo lo cual no se produce
con facilidad de manera coetanea.
Esas circunstancias y coyunturas son el caldo de cultivo en que se
plasman principios y normativas partidistas. Así surgieron partidos
marxistas, socialdemócratas, socialcristianos, por ejemplo, tan de moda
durante la guerra fría (en Venezuela se fundaron durante la germinación
cívica después de Gómez).
Por ello, cuando se crean partidos políticos al capricho de meros
caudillos sin ton ni son, se hunden en medio del desden y desbandadas de
sus propios seguidores iniciales (el PUN de Pérez Jiménez).
Si bien las plataformas de los partidos se producen mediante el lápiz
de sus más doctos estudiosos de las realidades circundantes, estos no
actúan sobre el vacío de meras ilusiones. Los ideales reflejan los
substratos de sus gentes y no meros espejismos.
Quienes menos falta hacen en esta delicada labor, son aquellos que
ven la historia del pensamiento universal y los modelos más perfectos
sacados de cerebros ajenos y los mezclan medianamente trajeados con
postizas enjundias que hacen propias, para producir elucubraciones que
vuelen sin ningún chance de aterrizar.
Pero habiendo nacido bien trazados los partidos, estos solo pueden
funcionar con realismo al empuje de sus gentes, miembros y no miembros
que los apoyan. Y si los partidos no reflejan los anhelos de esas
gentes, estas los desertan sin resquemor.
Por ello a los partidos les conviene esforzarse en llenar sus filas y a
las gentes también les conviene a su vez engrosar a los partidos para
marchar con gruesa voz, que sin ser única refleje el promedio de una
gran fuerza vigorosa.
Que revele, no el estertor de la cúpula de un mal denominado partido,
no, sino la voz representativa de las gentes de un verdadero partido.