Opinión Nacional

Paz a su alma

Este 5 de marzo terminó con la angustia, con la confusión, con la mentira, con el engaño, con la vida de un hombre que por largos catorce años había conducido el destino inquietante de una Venezuela confiada y traicionada en sus sueños y esperanzas. Se acababa la pregunta sin respuesta, la incertidumbre y la desesperación. Era imposible ya sostener el silencio, el misterio. El ser humano tras la trama tenebrosa no aguantaba más.

Como él mismo reconociera al dar la noticia de su dolencia, había descuidado su cuerpo en el empeño de la obsesión, de la ambición de poder, de la entrega. En la deuda que cobraba a su propia vida acusó al imperio maldito de su enfermedad, de la de Lula, de Lugo, la Rouseff y hasta Cristina.

Escogió a Cuba por encima de todas las opciones que se le ofrecía para esta batalla difícil y final. Tal vez astutamente lo hizo porque además de la adoración por el Fidel de su ideal adolescente, los sabía deudores de sus convenios y pactos, comprometidos en esa lucha decisiva de su vida.

Nunca sabremos si su último suspiro lo recogió Fidel o un médico extranjero de un equipo extraño, o un familiar. Nunca sabremos la verdad. Recibiremos la que convenga al momento, a la urgencia del símbolo, al interés del proyecto, o a la ambición de un celador del poder ostentado.

Venezuela se detuvo en un suspiro entrecortado, en un esfuerzo desgarrador, en la confusión y el miedo. ¿Está vivo? ¿Murió? ¿Está incapacitado? ¿Está embalsamado? ¿No lo quieren desconectar? ¿No puede hablar pero se hace entender? ¿Estuvo cinco horas reunido? ¡Un mundo de angustias, de emociones! Un nudo en la garganta, una impotencia terrible, una adoración compulsada en imágenes, consignas, puños en alto… ¡y ninguna respuesta al temor o el corazón acelerado!

Hoy ya es pasado. Maduro acusando al Imperio de inocular el cáncer en el cuerpo del “Cristo de los pobres del mundo” o el “hombre más grande parido en Venezuela” , hoy lo que hay que proteger es el alma de un país prisionero del odio y la venganza, es el destino de millones de hombres, mujeres y niños que necesitan poner de lado diferencias para construir un futuro de libertad y paz, es una oportunidad para retomar fuerzas y verse a los ojos de frente, caminar juntos, encontrar caminos de convivencia y respeto.

No podemos olvidar… no nos está permitido. Sería desleal con nuestros caídos en el camino de torpezas y atropellos.

Maduro proclamaba los “restos inmortales” de Chávez. No. Murió un hombre, un ser humano, un mortal. Los designios infinitos resultan indiscutibles. Mientras en siete días pompas fúnebres seguirán incitando emociones y sentimientos, Hugo Chávez como todos los seres humanos habrá llegado ya al final de este viaje solitario que todos tenemos por delante y mas allá de halagos y frases engoladas, lagrimas y juramentos, se enfrentará a sí mismo sin jueces viciados o poder alguno. Como todos. Que encuentre paz para su alma.

 

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