Paul Verlaine (1844-1896)
“Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.”
Paul Verlaine
LA VOZ DE LA MUSICALIDAD
De 1866 a 1876 publicó el editor Lemerre las tres series del llamado Parnasse contemporain y estas antologías contenían composiciones de Leconte de Lisle, Villiers de l’Isle-Adam, Coppée, Verlaine, Mallarmé, Glatigny, Armand Silvestre… No unía a estos poetas otro lazo que el respeto que les inspiraba el que aparecía como jefe, Leconte de Lisle, y el odio que todos sentían por la vulgar negligencia en el arte de versificar.
Como era natural en una agrupación tan compleja, tan heterogénea, aparecieron pronto las divergencias. Los que se consideraron como herederos de Baudelaire, en cuya imitación habíanse formado (Villiers de l’Isle-Adam, Verlaine y Mallarmé), siguieron su natural inclinación y convirtiéronse, con muy diversos matices en los maestros del simbolismo.
La calificación de parnasianos quedó reservada, sin saber por qué razón, para los que sin poseer un programa literario común, permanecieron fieles (aunque tomaron por distintos caminos), a Gautier, Banville y Leconte de Lisle, unidos en una misma sujeción a una belleza que consideraba como obligatoria la exactitud en la forma poética, sin que se perdonara la menor caída o libertad poética, el menor ripio. Tenemos, pues, a los poetas franceses de la mencionada época divididos en parnasistas y en simbolistas. El simbolismo acabó por sobreponerse al parnasismo. Ya en 1882 hablaba Verlaine de que cierto números de jóvenes cansados de los tristes horrores naturalistas, se habían dado a la lectura de sus versos escritos fuera de toda preocupación de escuela, es decir como disidente del Parnaso.
Para Verlaine, lo importante es buscar la expresión de la belleza –así lo afirma explícitamente en el prólogo de Poemas saturnianos (1866)-, y en ese camino encuentra la aportación de Baudelaire y la musicalidad que él mismo crea en sus versos. La poesía de Verlaine se caracteriza por la gran musicalidad de sus versos, bien conocida es su fórmula poética “la música ante todo; el resto es literatura” . Verlaine influyó notablemente en la poesía en lengua española a través de Rubén Darío.
Paul Marie Verlaine nace en Metz el 30 de marzo de 1844 y muere en París el 8 de enero de 1896. Hijo de un oficial de ingenieros, tras pasar su infancia en diversas guarniciones, reside en París al retirarse su padre. Allí fue condiscípulo de Lepelletier, cuya amistad conservaría toda la vida. Empezó la carrera de Derecho, pero abandonó los estudios y se puso a trabajar en el Ayuntamiento de París. En la capital francesa comenzó a frecuentar los círculos literarios y a escribir poemas. Sus primeros poemas se publican en revistas a partir de 1865 y pertenecen al movimiento parnasiano, aunque ya poseen algunos rasgos que anuncian una nueva personalidad poética.
En 1866 publicó un volumen morboso y pesimista, Poemas saturnianos influido por Charles Baudelaire, que pasó inadvertido. Fiestas galantes (1869) es una nostálgica evocación dieciochesca, en la que rememora el ambiente refinado y elegante que los pintores impresionistas plasmaron en sus cuadros. Sin embargo, ya desde 1863 algo estaba cambiando en la vida de Verlaine y anunciando su drama íntimo. Su desequilibrio se fue intensificando; además de beber en exceso, sufrió crisis nerviosas en las que pasaba repentinamente de la ternura al furor. Un remanso a su tormento interior lo encontró al casarse en 1870 con Mathilde Mauté de Fleurville, a la que dedicó su tercer libro de poemas La buena canción (1870), versos íntimos y sencillos. Los acontecimientos de la Comuna, con su incorporación a la guardia nacional y el encuentro con Jean Arthur Rimbaud en 1871, van a desequilibrar nuevamente su vida: abandonando a su esposa y a su hijo, parte con Rimbaud a Inglaterra y Bélgica.
En 1873, en Bruselas, sobrevino la ruptura con este último, a quien hirió de dos disparos. Fue condenado a dos años de prisión. En la cárcel escribe Romanzas sin palabras (1874). Posteriormente vivió en París y en Londres, donde dio clases de francés y dibujo hasta 1877, a menudo ayudado por su madre y espiritualmente por Lepelletier. Vuelto a París, publicó Cordura (1881), fruto de austeridad, recogimiento y profundo y místico trabajo que obtuvo mucho éxito. Verlaine se convirtió, en esos años, en una de las principales figuras del decadentismo y presimbolismo, con una poética intensa que buscaba “la música ante todo” y un lenguaje a la vez vigoroso, sensual y flexible. Al morir su alumno y amante L. Letinois en 1883, publicó Amor y, en 1884, Los poetas malditos, donde ensalza a Rimbaud, Villier de l’Isle-Adam , Corbière y Mallarmé, y aparece al mismo tiempo el anagrama “Pauvre Lélian”, seguida de Antaño y ahora (1884). Tras una nueva estancia en la cárcel por agredir a su madre bajo los efectos del alcohol, alternó su estancia en diversos hospitales con la edición de Paralelamente (1889), Felicidad (1891), Canciones para ella (1891), Liturgias íntimas (1892), Elegías (1893) y Carne (1896), de una continua alternancia entre espiritualidad, religiosidad mística, erotismo y diabolismo; y entre las obras en prosa de carácter autobiográfico: Memorias de un viudo (1886), Mis hospitales (1891) y Confesiones (1895). Envejecido prematuramente, Verlaine, murió miserablemente. Se cuenta que la estatua de la Poesía, de la Ópera, perdió un brazo, que se rompió con la lira que sujetaba, cuando el coche fúnebre de Verlaine acababa de pasar. Y como dijo el gran poeta francés: “Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante / de una mujer ignota que adoro y que me adora, / que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora / y que las huellas sigue de mi existencia errante”.