¿Patria sin país?
Un extraño crítico descalifica nuestros conceptos tildándolos de exagerados y malévolos. No dudamos de lo último, cuando asumimos la maldad como réplica a la mentira. Más, cuando la mentira se aprovecha de la ignorancia de nuestro «pueblo» humilde y necesitado, que ha soportado durante ya quince años el regalo vivencial promovido por el difunto «comandante eterno», quien se aureoló como «salvador» de la patria enlodando el nombre de El Libertador. Si, patria y mucho bolivarianismo, y aunque tuvo en sus manos la suerte económica nunca tenida por gobernante alguno del planeta, se engolosinó con el halago de la sarta de vividores «politiqueros», al extremo de ofrendar su vida en la creencia de que había logrado «hacer patria». Más triste y burdo no puede ser el ejemplo, cuando Jaua, el peor ideólogo del difunto pregunta a los adoloridos seguidores: «¿Qué quieren ustedes, papel tualé o patria?» ¡Por Dios!, ¿En qué mente sana e inteligente cabe comparar la patria con el limpiador de la porquería humana? Con la oferta de patria, dilapidó y regaló el futuro del país, a cuanto «chulo» se asomó al romántico coro de patriotas pedigüeños. Desgraciadamente, usando como escudo la espada de Bolívar, y segregando rabia por su fracaso militar.
Es una de las miserias que abordamos antes, que por gracia para el país no puede ser continuada por Maduro, a pesar de los símbolos militares que graciosamente le obsequió el exministro Molero, y entendemos, que su uso no sería bien visto por los militares, quienes se están dando cuenta de que el «comandante eterno» no vive y no dejó descendencia política para continuar su balada. Es gracioso, como hoy se desviven y aterran con la aparición de un sonido que lo imita, reclamando su olvido y abandono, ya que nadie sabe en realidad cuando y donde murió el «comandante eterno» que «vive». También es extraño, que el pajarito no se le haya vuelto a aparecer a Maduro, para por lo menos indicarle cual es el pie que debe meter, antes de dar saltos antipatriotas.
La gran odisea de Maduro para enfrentar los dos imperios del norte le dejaron ver las «costuras». No pudo con el mandarín de los 1300 millones de almas, tratando de enfrentar a la ONU, que se imagina gringa. Pareciera que se ha dado cuenta, que el ser grande no es por la estatura, ni por la picardía, sino por las neuronas cultivadas en el intelecto para generar ideologías propias, cuya sagacidad se demuestre con ideas que unan los pensamientos y las voluntades de todos los pacifistas capaces de enfrentar las miserias de los débiles sin aderezos, rezagos o perfidias politiqueras. No basta con crear «misiones» ni remilgos con visión de «patria». La realidad está demostrando que desde hace mucho tiempo venimos luchando con la razón. La patria no puede ser el refugio de idólatras y fervientes adoradores de mesías. La patria es lo más grande del nacionalismo, pero para que haya patria tiene que haber país, inclusive, aunque no haya Estado.