Paternidad por expropiación y el desistimiento
La demanda del presidente contra su ex esposa por la custodia de su hija acaparó un justo y vivo interés de los venezolanos. Más allá de un asunto exclusivo del derecho a la vida privada, el jefe del Edo venezolano se ha encargado con insistencia de involucrarnos en el estrecho circuito de sus relaciones personales, con sus continuas alusiones a los comportamientos del él en los vínculos con su parentela.
¿Es que acaso en estos años no ha hecho todo lo posible para disolver bajo el culto a si mismo, respaldado en el coro de las indignas y oportunistas focas que lo acompañan, el deslinde de lo que pertenece al ámbito de lo público y al que corresponde al estricto dominio de lo privado?
Casualmente nos hemos enterado, por boca del mismo presidente, que ha desistido de la demanda ya iniciada contra su antigua conyugue cuyo objeto era la de expropiar, tal como ha hecho con las instituciones estatales y buena parte de los bienes públicos y privados, a la hija de ambos. No ocultamos tampoco que nos alegra que esta perturbación contra la hija, la madre y en fin contra la democracia y las instituciones que la sostienen y que iban a ser alteradas para permitirle cumplir con su capricho, haya sido diferida por el mandatario. Decimos diferida, por que a nuestro entender, al igual que viene haciendo con la rechazada Reforma Constitucional, el presidente tratará de lograr sus propósitos de que su hija menor salga de la tutela de su madre y sea él quien dirija su formación bajo sus parámetros decimonónicos de caudillo a caballo, asegurándose de poner a la menor a “salvo” de lo que juzgará como la inaceptable concepción escuálida del entorno materno.
Creemos que el presidente ha querido actuar contra María Isabel por revanchismo a raíz de que ésta se alineara junto a sus adversarios contra su proyecto neocomunista de poder y su reelección eterna. Que su argumento de que la madre de la niña le impide las visitas, es una más de sus acostumbradas charadas armada con la maledicencia de toda la venganza de la que puede ser capaz contra su ex conyugue, y diríamos también que contra resto de los “ opositores escuálidos” que derrotaron la Reforma y sus pretensiones de erigirse en el guardián y custodio vitalicio de todos nosotros. En otras palabras, trata de imponer en lo privado, lo que no logró-por ahora- hacer en lo público.
No obstante, siendo sinceros, nuestra posición en el caso de María Isabel era de cuestionarla dada su circunstancia particular. Jugábamos que su conducta debía ser más discreta constreñida a tener un perfil más bajo en su confrontación con el ex marido, en atención a las dificultades que debe producirle a la hija en términos de confusión en su identidad al amor paterno-filial.
Sin embargo, en descargo y a favor de la postura de María Isabel contra el presidente y la reforma neocomunista derrotada, hay hechos que no pueden evadirse. Asumió el riesgo- y debemos reconocérselo- como madre de dos hijos y ciudadana responsable, de contribuir a impedir que se consumara la oferta presidencial de instalar en Venezuela un modelo de vocación totalitaria, bajo la conducción de un hombre, de la que esta señora-sin que quepa la menor de las dudas- podía jactarse de conocer mejor que el resto de sus compatriotas.
El retiro de la demanda es sólo coyuntural. La detentación del poder y no cederlo ni un centímetro, es el verdadero bebé que insta toda la potente energía protectora de la que es capaz de explayar Chávez. Meras necesidades electorales señaladas por las encuestas han operado en el desistimiento.
La causa de la ex esposa del caudillo crearía un nuevo abismo antipopular contra el oficialismo. El presidente, le bajó el volumen a su “ilimitado amor por su hija” persuadido de que su amor filial podría arruinar aún más un cuadro electoral ya suficientemente complicado. Pero buscará, lo creemos firmemente, una nueva oportunidad para torturar y jorobar a su ex mujer. En cuanto a María Isabel, tendrá que quedarse con las pilas puestas, no tiene otra.