¿Pasar la página?
Deseaba hablar sobre los problemas que aquejan el país, como la escasez, la inseguridad y la corrupción, pidiendo al gobierno y a la oposición, concertar juntos las soluciones necesarias, por el bien del pueblo venezolano.
Confiaba en que de ahora en adelante se mantuviera una actitud respetuosa, prudente y constructiva. Porque los momentos duros tienen sentido, si los convertimos en energía positiva y creadora.
Esperaba que la sensatez se impusiera en los responsables de la conducción del país y se concentraran en cómo disminuir los índices negativos que arrojamos: importación del 75% de lo que consumimos; décimo país más corrupto del mundo; los 200.000 homicidios en los últimos 14 años, con una tasa de un 85% que quedan impunes; inflación que superó el 25% el año pasado, el deterioro del sistema carcelario, sin olvidar la burocracia galopante, la pérdida de fuentes de trabajo y la desaparición de la inversión privada, nacional e internacional.
Ingenuamente pensé que había llegado la hora de integrarse en la búsqueda de soluciones, que regresaran las personas preparadas que tuvieron que irse. Que se abordarían temas vitales como los jóvenes, las mujeres y los ancianos, el medio ambiente, el trabajo, la seguridad, la educación y la salud.
Que se impondría un nuevo estilo, que utilizaría el consenso, el sentido común, la solidaridad.
Que mejoraría nuestra imagen internacional porque demostraríamos ser responsables en los momentos históricos, que el patriotismo sustituiría al dominio extranjero.
Que la altura dejaría de lado el lenguaje humillante, vulgar y amenazador. Que la verdad y la transparencia sustituirían la manipulación de los sentimientos y las necesidades.
Un día como hoy quería hacer un llamado a «pasar la página», como dicen en algunos países europeos, un llamado a «borrón y cuenta nueva» como decimos nosotros.
Pero faltaba un elemento, la voluntad, probablemente limitada entre lo que le conviene al país o continuar manteniendo un sistema que se caerá tarde o temprano, producto de su ineficacia y su inviabilidad. Un proyecto que durará mientras puedan seguir endeudándonos con la producción futura de petróleo.
Existe el miedo a perder el poder y que el pueblo conozca la verdad, existe terror a tener que rendir cuentas y tener que justificar quintas, aviones, yates, fortunas y cuentas bancarias.
Lo que está planteado es que los venezolanos escojan entre un sistema que quiere esconder las trampas electorales, las decisiones de justicia anticonstitucionales, las sentencias dictadas por complacer deseos gubernamentales, los delincuentes condecorados, libertados y declarados héroes de la revolución o volver a ser un país con valores democráticos, un país que trabaje por el bien de todos, con una nueva conciencia social. Donde se recuperen la confianza, los valores de la familia y los inherentes a nuestra esencia de venezolanos y se erradique el abuso, la discriminación, el atraso y la provocación.
Quiero un país donde no se hable de venganza, donde superemos los momentos difíciles con actitudes civilizadas. Rechazamos las turbas, los motorizados armados, que se manipule a los ciudadanos para convertirlos en maquinarias agresivas, que se utilice al pueblo para hacer el trabajo sucio, mientras otros disfrutan del poder, el champagne y los dólares.
Queremos un país moderno, inserto en el desarrollo global. Rechazamos ser como Cuba, Libia o Siria. No queremos guerra, ni terroristas, ni guerrillas dentro de nuestro territorio. Tampoco odiamos a los judíos, evangélicos o musulmanes, siempre hemos sido una tierra acogedora que se ha enriquecido con el aporte de culturas extranjeras.
No espero un milagro, tan solo que se sienten las bases, que comencemos a transitar un nuevo camino donde impere la honestidad y la verdad. Un camino humano, de paz, de concordia y de libertad.
Sólo así estaremos listos para pasar la página.
Excónsul de Venezuela en París
Presidente de Venezuela-Futura, Francia