Partidos mediáticos
La sobrevaloración política de los medios de comunicación es un fenómeno universal y se presta a toda suerte de especulaciones. Cercenarlos, aún en nombre de la libertad, no es el remedio. Al contrario, significa un inmenso riesgo y siempre será menor el de fortalecer al resto de las instituciones. Y, concretamente, la institución partidista que tiende a reivindicarse como la parte más especializada de la sociedad civil por la aparante y paradójica fortaleza de sus competidores.
Creemos que el problema estriba en los partidos de exclusiva vocación mediática que los lleva a una enfermiza apuesta por las encuestas, desnaturalizado u olvidado el carácter político que –en definitiva- los legitima. Entendiendo la política como un espectáculo, niegan la discusión entre sus seguidores y el elemental derecho a la ordenada, periódica y libérrima elección de sus dirigentes, por lo que el diseño estratégico o los sacrificios de un necesario desarrollo organizacional tampoco resultan concursados. He acá un severo obstáculo a lo que debe ser el normal o adecuado desenvolvimiento de las organizaciones de comprobada, profunda y abierta vocación política.
Obstáculo que es contaminación y confusión del debate público al olvidar que el reemplazo pacífico y constitucional del presidenten Chávez será fruto de una cuidadosa y delicada arquitectura política en el seno de la oposición democrática, como de las complejas y concretas tareas electorales, requeridas de experiencia, que jamás serán compensadas por la banalización de las circunstancias. Una buena dósis de sinceridad que es –en última instancia- realismo, puede dar orígen a una exigencia histórica de mayor responsabilidad: acordar un consenso mínimo y duradero para gobernar al país y adoptar un distinto modelo de desarrollo, a sabiendas del conflicto necesario de canalizar y de administrar, pues luce de una gravedad irreprimible en nuestro horizonte y un ejercicio semejante a acuerdos como el de La Moncloa, Los Olivos o el mismo Punto Fijo, mal haría en pretender liquidarlo por decreto.
En tal contexto, nos parece más incomprensible aún que circulen denuncias infundadas sobre la conducta asumida por COPEI a propósito del CNE, pues, nunca se ha reunido con AD y el gobierno de manera clandestina o soterrada, como refiere un dirigente que olvida los votos cedidos por “Proyecto Venezuela” para configurar el actual Tribunal Supremo o el reparto burocrático que los llevó a coincidir en el parlamento con el oficialismo. Por lo demás, no puede calificarse a la Coordinadora Democrática de “cogollérica” cuando el denunciante se ha creído un predestinado a dirigir los destinos del país, limitándose a consultar el ánimo que despierta en el seno de su grupo familiar tan importante determinación.
Las difíciles condiciones imperantes y el sabotaje sistemático que ensayará el gobierno para evitar lo inevitable, aconsejan trabajar en dirección a la unidad eficiente y eficaz de la oposición. Supondrá una radical honestidad para enfrentar las duras circunstancias, lo que llevará al reconocimiento de las organizaciones que sienten y concretan la profundidad de su vocación política, más allá del alborozo de una tarima o de las cámaras.
Una pequeña nota
Quienes cursamos nuestros estudios en instituciones públicas, recorrimos la inquietud por los asuntos gremiales. Específicamente, concebimos los centros estudiantiles en los liceos como una oportunidad y una instancia adecuada para plantear y buscar la solución a los problemas comunes, aunque –reconozcamos- fueron más los abusos de determinadas tendencias ultrosas, incapaces de cuestionar los usos. Una rivalidad que nos lleva a la nostalgia por momentos que también fueron gratos. No obstante, hoy somos testigos de una grosera caricaturización del movimiento liceista, gracias a lo que recoge la prensa.
En efecto, lo ocurrido recientemente en el liceo “Andrés Bello” de Caracas ilustra la manipulación desenfadada del oficialismo en el medio estudiantil, reproduciendo lo que ha hecho en las universidades cuando sus escasos seguidores emplean la violencia ante la pérdida evidente de los comicios. Así, la avenida México recibió todo el impacto impune de los encapuchados que, además de las piedras, dispusieron de un arma de fuego de acuerdo al parte policial. Simplemente, perdieron las elecciones frente a las corrientes democráticas y se antojaron de agredir a toda la comunidad, causando destrozos.
La cuestión no radica en la consulta electoral que ha de significar todo un aprendizaje cívico, republicano y democrático de los jóvenes, sino en la descarada contaminación e irresponsable intromisión del oficialismo, cuyo desespero lo lleva a invadir los espacios de la ciudadanía. Una cosa es el mensaje político adecuado al medio, inevitable si hablamos de una sociedad que intenta convivir pacíficamente, y otra la de desestabilizar, fracturar y colonizar al estudiantado, a los docentes, a los directivos, con artificios que no responden a los típicos problemas que padecen.
Luisbarragan @ hotmail.com