Partido-Estado
Asistimos a la inevitable fusión de partido y Estado, aunque no definitiva por lo que respecta al MVR. El caso Tascón nuevamente pone en evidencia una circunstancia que es propia de toda experiencia autoritaria dispuesta a abrir otra avenida, larga y estrecha, hacia el totalitarismo.
Incluido el Presidente de la República y el de la Asamblea Nacional, gobernadores como el de Miranda y Apure, ofician como conductores directos del supuesto principal partido de gobierno, otrora amenazado con la sustitución por vía de los comandos Político de la Revolución, Ayacucho, Maisanta y la reaparición del MBR-200, cuarteto borrado con la nostalgia de quienes quisieron adivinar un modelo alterno de partido, sin olvidar la aún mítica instancia de los comandantes. Conquista histórica, igualmente borrada y olvidada, otra vez los altos funcionarios públicos comparten su tiempo con las duras y diarias faenas partidistas, añadidos los recursos públicos y los otros bienes intangibles como el de la automática generación del hecho noticioso.
La práctica del canibalismo, motivo de las angustias consensuales por 1958, adquiere nuevos bríos a propósito del parlamentario tachirense y del mandatario guariqueño. Es ahora cuando luce oportuno para el oficialismo, el intento de defenestración de aquellos que, hasta un ayer muy cercano, fueron útiles a la causa: la violación convencional y no convencional de los derechos humanos es un asunto secundario, frente a la necesidad de reordenar el curso hacia las elecciones parlamentarias y las cuotas de poder concedidas a otro partido de gobierno, apenas complementario.
Al fusionarse, por una parte, el Estado con el partido, está planteada la pugna por el que desea coparlo frente a las organizaciones que, como el MEP, lo utilizan para liquidar la disidencia interna, contento con el sol que pega en la terraza. En trance del inacabado reacomodo, por otra parte, hay quien decide repentinamente inducir al desgraciado (o caído en desgracia), a saltar desde lo alto del edificio político por razones de Estado o -equivalente- de Partido.
La disciplina política es un dato indispensable para la realización de un proyecto, pero efectivamente se realiza cuando además del compromiso voluntario- hay un Estado de Derecho al interior de la organización, materia aplazada cuando se trató de dirimir el problema de las elecciones internas en Caracas o Anzoátegui, sumada la obstaculización abusiva de la protesta por el gobernador Saab. La ventilación pública de los asuntos domésticos constituye un viejo renglón que la sociología política venezolana ha subestimado, aunque debamos recordar las cotas de indignación que produjo en el discurso contestatario de décadas atrás al renegar de la vida partidista.
Hay formas y formalidades esenciales e imposibles de evadir, si de democracia se trata. En relación a la institución partidista, puede decirse que también el fondo está en la forma o la profundidad en la superficie.
En definitiva, el conflicto apunta tanto al crecimiento y consolidación de los oficiales retirados en el MVR, subordinando a los activistas civiles, como al periplo que éste partido cumple hacia su desaparición, pues, hipótesis nada descabellada, la Fuerza Armada Nacional es la entidad ideal como eje del gobierno. La adscripción marxista-leninista de Luis Tascón o la afectiva relación de Alí Rodríguez Araque con el régimen cubano, de poco valen ante el monumento ceresoliano de andamios aún en flor.
II. Política y reflexión
Convengamos que la tarea política excluyó, por décadas, cualquier curiosidad intelectual para el aspirante. Otro régimen, otros referentes, la rutina estuvo marcada por las diligencias prácticas de los líderes que gozaban de amigos o contrataban sendas asesorías para encarar los asuntos más complejos, como la elaboración de los programas de gobierno o el más modesto tejido discursivo de ocasión.
Al parecer, la reflexión creadora surge cuando se trata de fundar situaciones, afrontando una crisis ortegueana de los usos, más que abusos, públicos. Por ejemplo, partidos que dispusieron de expertos en presupuesto, en petróleo o en ambiente, delegaban la sustanciación de las consignas publicitarias y el dirigente apenas debía aprender el libreto. No obstante, hoy ocurre lo contrario, a pesar de la resistencia de aquellos aferrados a la hueca tradición ortopédica.
Escaseando los especialistas dispuestos al generoso concurso y abundando los problemas, el activista debe compartir sus faenas prácticas con el libro necesario, el portal webiano indispensable o el periódico oportuno, a objeto de interpretar la realidad que desea transformar. Una reflexión creadora que supone la reivindicación de la costumbre militante del hacer y del pensar que, me temo, muchos directivos partidistas, no logran aprehender en medio de las acostumbradas maniobras de salón.
El propio régimen los ha sorprendido, deseando ver y escuchar democracia electoral donde no la hay y efímeros comentarios cuando el presidente Chávez imprime a viva e inequívoca voz, su programa. El equipaje teórico del que disponen, simplemente no sirve para transitar el laberinto de novedad y de vejez que ha zurcido el gobierno, aplastándonos contra un pasado que -creímos- superado.
Creadora es la reflexión que dibuja y se dispone a liquidar prejuicios insostenibles en esta era, reconfortados por un entorno que ya no existe. Creadora es la reflexión que anuncia algo mejor y va más allá de lo existente. Estupidez, ridiculez y crimen, la creencia del que todo está inventado, todo es imposible, todo está ensamblado para el fracaso opositor, y quedan las resignaciones.
III.- De una a otra reserva
De la reserva militar, sobrecargada y acampada en un generoso presupuesto, pasamos inmediatamente a las reservas internacionales y la terca voluntad del mandatario nacional para hacerse del superávit o el excedente, definición que una vez llegó a confundirlo. Y, como lo ha denunciado el diputado Pérez Vivas, centenares de miles de millones de dólares ha quemado impunemente el gobierno, alcanzando el milagro a la inversa de generar más pobres y miserables.
Entendemos, ha girado la orden de legislar en la materia para conseguir el sobrante o supuesto sobrante de un departamento que, por citar Taiwán, exhibe más de cien mil millones de dólares, siendo un país largamente más pequeño, con una severa amenaza bélica a los costados. ¿No provoca preguntarse cuál es la diferencia con Venezuela?
De acuerdo con el artículo 318 Constitucional, al Banco Central de Venezuela le corresponde, entre otras funciones, administrar las reservas internacionales. Dato suficiente y contundente para desanimar cualquier pretensión legislativa en la materia. Empero, nada extrañará el intento o una voltereta interpretativa en la máxima instancia judicial del país, o -acaso- una reforma constitucional, rápida y puntual que la vocación plebiscitaria y, así, movilizadora del régimen puede afrontar.
Entre una y otra reserva no hay distinción, al menos, por lo que respecta a la caprichosa disposición del mandatario que está presto a violar el texto que él mismo ordenó al constituyente. Así de fácil.