Opinión Nacional

Para todo uso

Ha circulado mucho por Internet el chiste de un padre que angustiado por la
escasa disposición de su hijo para el trabajo, le pide a un amigo presidente
de un banco que le consiga algún cargo. El amigo sin titubear le dice: lo
voy a nombrar gerente con un sueldo mensual de tres millones de bolívares,
puede empezar mañana. El padre replica que eso no es lo que quiere para su
hijo, sino que empiece desde abajo, que aprenda realmente lo que es ir
ascendiendo por méritos -¡Ah! entonces tiene que traer el curriculum,
recomendaciones de empleos anteriores, carta de buena conducta, someterse a
un test psicológico y presentar una prueba de aptitud vocacional!- El chiste
se adapta como un guante a la manera como la revolución socialista del siglo
XXI y siguientes, es decir su inspirador, jefe y conductor, elige a los más
altos funcionarios.

Los más cercanos, los de mayor confianza sirven realmente para todo: un día
pueden ser designados jefes policiales encargados de la represión de quienes
sean o parezcan adversarios del régimen, y unas semanas más tarde directores
del INAM y por consiguiente responsables de proteger a los menores de edad y
tratarlos con ternura maternal. Cualquiera que hoy dirija la distribución de
alimentos en los mercados populares, mañana puede ser el encargado de
construir el nuevo viaducto de la autopista que une a Caracas con el Estado
Vargas. Ya ocurrió que a una señora cuya profesión es profesora de
matemáticas, la nombraron embajadora en un país sureño cargo que nunca
asumió porque pasó a ocupar otro de alto nivel en la nueva PDVSA, mejor
conocida como PPTSA. En pocas palabras: ser incondicional del comandante y
gozar de su estima y confianza son cualidades que están por encima de la
preparación profesional, las destrezas o capacidades para desempeñar la más
delicada de las tareas gubernamentales.

Si eso ocurre con los cargos en ministerios, institutos autónomos y las
variopintas misiones creadas por el gobierno revolucionario, lo que pasa en
el servicio exterior no es solo inédito sino insólito. En los tiempos de la
Cuarta, existía la carrera diplomática lo que no impedía que el Presidente,
el mismo Canciller o el Partido gobernante recomendaran a personas ajenas
para desempeñar cargos en el servicio exterior. Pero esa era la excepción,
no la regla. Ahora las embajadas y consulados son una especie de receptoría
de desechos políticos: todo aquel que sin haber dejado de ser fiel al
chavismo, es inubicable -por distintas razones- en posiciones locales, pasa
a ser automáticamente candidato para representarnos en países extranjeros o
en organismos internacionales, aunque carezca de las más elementales
aptitudes para ejercer esa representación.

Si uno se toma la molestia de buscar en el diccionario el significado de la
palabra diplomacia se consigue con que la misma es una ciencia: la del
conocimiento de los intereses y relaciones entre naciones. Pero también es
un arte: el de las negociaciones entre Estados. Deriva o tiene sus bases en
el Derecho de Gentes y tiene como objetivo esencial prevenir las diferencias
entre los países facilitando las relaciones pacíficas y, por consiguiente,
evitando los conflictos. De allí en adelante el diccionario se explaya en
página y media de definiciones de cargos y responsabilidades que se engloban
dentro del concepto de diplomacia. No se necesita ser un superdotado para
deducir que en la misma medida en que las relaciones con tal o cual país
sean determinantes para el nuestro, los embajadores designados deben ser
funcionarios de probada idoneidad.

El gobierno de los EEUU, por ejemplo, pudo haber nombrado a alguien tan
insípido que el embajador Shapiro para sucederlo. O pudo haber buscado un
querrequerre que respondiera con agresividad a cada una de las ofensas que
el comandante Chávez profiere contra el Presidente Bush y otros altos
exponentes de su gobierno. Pero tuvo la inteligencia de elegir a un
diplomático cuya diminuta figura encierra gran entereza para no caer en
provocaciones y un sentido del humor que desarma cualquier tentativa
belicosa, asimétrica o no. La sangre de horchata del señor Brownfield debe
provocar pataletas iracundas en quienes quisieran verlo perder los estribos
ante las patanerías del teniente coronel, al referirse al gobierno de su
país. Chávez y su corte imperial darían cualquier cosa por ver a Brownfield
furioso y amenazante y así poder denunciar ante el mundo la inminente
llegada de los marines a las costas de Puerto Cabello (a La Guaira no porque
quedarían incomunicados) Pero el embajador del Imperio se burla con una
elegancia que parece inspirada en George Bernard Shaw.

Aunque los últimos siete años de dominio chavista nos han inmunizado contra
el asombro, no ha dejado de impresionarnos la designación del comandante
Francisco Arias Cárdenas como embajador ante la Organización de Naciones Unidas.

En su favor quizá pueda decirse que entre sus defectos no parece estar el de energúmeno, característica más resaltante de su antecesor Fermín Toro. Pero ¿sabe algo de diplomacia este militar que pasó de golpista a distribuidor de leche, luego a gobernador, más tarde a candidato presidencial de oposición, después a jefe de un Partido al que traicionó y de allí a penitente del perdón del caudillo para recobrar sus favores? ¿Tendrá la más remota o peregrina idea de cómo se bate el cobre en la ONU? ¿Qué habrá pasado por la mente del que todo lo da y todo lo quita cuando designó a su inestable conjurado del 4-F-92.

Nada menos que en la ONU? esperemos y veremos.

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