¿Para qué sirve el CNE?
El Consejo Nacional Electoral le cuesta una fortuna al país. Sus directivos, identificados ahora con el pomposo nombre de “rectores”, ganan un sueldo galáctico, si tomamos en consideración el que devengan los verdaderos rectores, es decir, los profesores universitarios que luego de años de estudio y múltiples títulos escalan la cima de la academia. El personal total del organismo se aproxima a los dos mil. Los jubilados consumen cerca de 30 por ciento del presupuesto global de la institución. Para vigilar ese hermoso y heroico acto que fue El Reafirmazo, el CNE entrenó a un grupo de jóvenes y les pagó viáticos; además, ordenó hacer el papel en la Casa de la Moneda y montó toda una parafernalia que significó una erogación cuantiosa de recursos, que bien hubiesen podido destinarse a atender alguno de los graves problemas que padecen los pobres del país. Todo lo contrario de lo que dicen los turcos: malo, incompetente y costoso. Claro, esto no es casual.
La montaña de dinero que el país invierte en el organismo cúpula del Poder Electoral sirve: para que la precaria mayoría oficialista que controla ese Cuerpo intente confiscar la voluntad popular, expresada a través, de los millones de venezolanos que firmaron por tercera vez para solicitar de forma pacífica, pero contundente, que Hugo Chávez someta su gestión al veredicto popular. No hay ninguna intención de hacer transparente la institución. Valiéndose de artificios como el de las “planillas planas”, los señores Carrasquero, Rodríguez y Bataglini arrojaron una bomba sólo mata firmas en los locales del CNE. Con artilugios que pisotean la voluntad de ese pueblo que estampó su rúbrica, y que se burlan de la inmensa mayoría de venezolanos que desea que la crisis se resuelva de forma pacífica y electoral, los oficialistas están llevando a la nación al borde del caos. Se rindieron sin condiciones a la voluntad del autócrata que está en Miraflores.
Ahora estamos constatando el inmenso error que se cometió al designar la directiva del órgano electoral de acuerdo con el criterio del dos, dos más uno. Dos de la oposición, dos del oficialismo y uno, el “quinto elemento”, supuestamente neutral. Al violarse el espíritu y la letra de la Constitución y de la Ley Orgánica del Poder Electoral, partidizando el ente comicial y colocando todo el peso de las decisiones sobre los hombros de una sola persona, se provocó un resultado catastrófico para el país. El doctor Carrasquero, con su estilo engolado y su carácter de malas pulgas, resultó ser tan chavista como el que más. Todas las arbitrariedades que proponen Bataglini y Rodríguez son apoyadas por el presidente Carrasqueño, quien ni siquiera guarda las formas elementales que aconseja la apariencia. Vive en el Círculo Militar rodeado de esa guardia pretoriana en la que Chávez ha transformado las Fuerzas Armadas.
El CNE ha devenido en la institución con la que Chávez pretende maquillar el fraude que quiere cometer contra la nación. Probablemente las firmas no sean invalidadas de un plumazo, sino pasadas a reparo para que sus signatarios apelen en los cinco días que contempla el cronograma de ese reglamento leonino aprobado por los oficialistas. Para eso cuentan con una clara mayoría en el Comité Técnico Superior, presidido, por si fuera poco, por un militante muy activo del Movimiento Quinta República. De allí que Chávez diga que acatará la decisión del CNE. Está convencido de que sus sargentos boicotearán el referendo. De todas maneras, y por si acaso la presión interna e internacional resultan tan fuertes que impiden la trastada, ya advirtió que apelará ante el Tribunal Supremo de Justicia el dictamen del CNE.
El comportamiento de la directiva oficialista del CNE obliga a pensar qué debe hacerse en el futuro con ese organismo. ¿Se justifica que la nación financie a una institución que en vez de facilitar las elecciones, se encarga de torpedearlas? ¿Es justo que el país sufrague los desplantes de un grupo de partidarios del Gobierno y de la revolución, que al comienzo de su gestión se presentaron como corderitos, con el único fin de engañar incautos? En países con larga tradición democrática, por ejemplo Francia, las elecciones son organizadas por el propio Gobierno a través del Ministerio de Relaciones Interiores. No existen estructura burocráticas costosas ni elefantiásicas, sino cuerpos ligeros que crecen o se achican de acuerdo con los eventos electorales que deban realizarse. Instituciones paquidérmica como el CNE es un lujo que se inscribe en la cultura rentista que tanto daño ha causado. Ahora ese vehículo pesado lo está conduciendo una pandilla de irresponsables a los que no les interesa el porvenir del país, sino el futuro de un caudillo con mentalidad decimonónica.
Los agentes de Chávez en la institución electoral deben saber que los demócratas no estamos dispuestos a dejarnos arrebatar el derecho a convocar el RR. La promesa de su realización fue el señuelo utilizado por Chávez luego de los sucesos de abril de 2002, cuando recorrió América Latina para tratar de convencer a la comunidad internacional de que la oposición no debía desesperarse, pues “faltaba poco” para que se cumpliera la mitad del período presidencial y pudiese realizarse la consulta. El RR, por añadidura, fue la fórmula de la que se valió el comandante para justificar un período de seis años, de los más prolongados en todo el planeta. El pueblo, luego de muchos avatares, llegó al revocatorio, y no habrá ningún trío maléfico que le quite ese derecho.