Opinión Nacional

Para qué era la revolución?

Ahora que comienza a arreciar la crisis económica en Venezuela quedará en claro cuál ha sido el verdadero proyecto de Chávez. Quedará al descubierto cuál ha sido la verdadera intención del grupo en el poder que acompaña al delirante caudillo.

Como hubo un Chávez para cada votante primigenio (aquellos que lo hicieron Presidente en 1998), también las interpretaciones y los análisis de expertos y neófitos chocan con la diversidad. Para muchos iba a convertirse en un Pérez Jiménez del siglo XXI que garantizaría seguridad y prosperidad. Para otros aplicaría recetas militares, supuestamente organizadas y organizadoras, a la administración pública. Otros tantos lo veían como un vengador que metería en cintura a la corrupción y a los ladrones del tesoro público.

Al cabo de diez años no se puede estar analizando a Chávez únicamente por lo que dice. Sus palabras no pueden ser el principal elemento a considerar para identificar las características de su gobierno. Sus chistes, sus anécdotas y sus historias forman parte de esa especie de encantamiento en que está sumergido parte de la población, pero no es lo fundamental.

Diez años son suficiente tiempo para ver qué ha hecho y en qué ha convertido a Venezuela. En cada aspecto de la vida nacional, los números que presenta el gobierno son del todo deplorables. Con todas las maromas que haga Eljuri en el Instituto Nacional de Estadística, el país vive un retroceso general que ahora se hará mucho más evidente.

Si el desideratum era independizarnos del petróleo, hoy somos más dependientes que nunca de la venta de hidrocarburos. Y se ha hecho muy poco para diversificar la producción de sus derivados. Hoy Venezuela sigue teniendo como principal exportación el barril de crudo. Que les pregunten a Bernard Mommer y a Alí Rodríguez si esta era la revolución petrolera que estaba planteada.

Lo que si cambió fue la estructura de Pdvsa, hoy convertida en una empresa disminuida, peligrosamente endeudada y dedicada a tareas que no le son propias como la administración de abastos y la exportación de maletines llenos de dólares para campañas electorales extranjeras. Después de la expulsión de 20.000 trabajadores (sin pagarles sus prestaciones), es el principal eslabón en los negocios con Cuba, un país importador de petróleo que gracias a la generosidad del gobierno venezolano revende crudo con ganancias fabulosas.

En cualquier rubro de la producción Venezuela retrocede en medio de las amenazas a la propiedad privada y de las cada vez más frecuentes expropiaciones. Éstas selectivas, pero que no dejan de crear pánico en todos los productores. De allí las mil millonarias importaciones de pollo, carne vacuna, leche, etc. De seguridad alimentaria nacional, nada.

La criminalidad ha invadido el país de punta a punta. Hay ingenuos que creen todavía que quienes más la sufren son los sectores acomodados y no es así. En los barrios de nuestras ciudades la población está en manos de los malandros porque allí no llega la policía sino de vez en cuando y cuando lo hace es para masacrar. Venezuela hoy ocupa el deshonroso segundo lugar como país más inseguro del continente. Y el tema sólo ha ocupado segundos en el discurso presidencial.

Y así se puede seguir hablando del desorden en casi todos los organismos públicos, del exabrupto que constituye la recentralización en un gobierno que dice ser participativo, la destrucción de la independencia de los poderes públicos, la persecución política que va desde la lista negra de Tascón hasta la detención ilegal de adversarios, pasando por el exilio de perseguidos políticos y el acoso judicial a funcionarios no dóciles, etc.

Cuando se haga un balance de todo esto con la debida calma y con la mayor información posible, no nos conseguiremos con ninguna doctrina o ideología que haya sustentado tamaño desastre. Ni siquiera la personalidad del caudillo explicará tanto desgobierno. Será una explicación más sencilla y nada nueva. Y, si se mira alrededor con cuidado, puede ser comprobada desde ya.

Este ha sido el gobierno más corrupto de la historia de Venezuela. Lo es por una razón muy sencilla: ha sido el que ha manejado más dinero y el que menos controles ha tenido (sin Congreso Nacional que investigue ni Contraloría que vigile ni tribunales que castiguen). Ha gozado de vía libre para robar.

Desde los sueldos astronómicos (nunca antes vistos en este país) de funcionarios que no garantizan la independencia del poder público que representan hasta los negociados que hace cualquier afortunado chavista (sea fanático o vergonzante), en ello está la esencia del régimen: un nuevo grupo que quiso ponerle la mano al coroto para enriquecerse. Más nada.

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