Opinión Nacional

Papa Benedicto puede haberse equivocado otra vez

El Papa Benedicto Décimo Sexto, emitió un pronunciamiento público sobre las atrocidades descubiertas que fueron perpetradas durante décadas en Irlanda contra niños y niñas bajo el cuidado de sacerdotes, monjas y monjes cristianos católicos romanos—en orfanatos, escuelas, coros y otras instituciones religiosas y que incluyeron numerosos casos de pederastia—el Papa Benedicto le pidió disculpas públicamente a las víctimas y a sus familias, y le comunicó  al resto de los católicos el pesar que sentía por esos hechos—y ordenó una visita pastoral a las diócesis irlandesas—pero no dijo nada sobre las medidas que tomará el Vaticano para poner a la orden de la justicia penal y civil a los perpetradores de esos delitos que usaban hábitos y sotanas.

Esto puede ser una repetición del error de anteriores Papas, Arzobispos y Obispos.

No existe nada más estimulante de la reincidencia delictiva que la impunidad, como puede explicarlo cualquier sociólogo o criminólogo—y la pederastia es uno de los delitos más abominables que existen—y su castigo no debe hacer olvidar los otros abusos y maltratos físicos y psicológicos que son perpetrados contra infantes y otros menores de edad.

Si en la totalidad de las sociedades desarrolladas, hasta los progenitores son sancionados penal y civilmente por esos hechos, con más razón debe sancionarse a curas, monjes, monjas—y cualquier otra persona; religiosa o laica—que los perpetre.

No parece racional, justo ni lógico que constituciones y leyes que penalizan los abusos y maltratos de los ciudadanos sujetos a ellas—simultáneamente eximan automáticamente de esas penas a las autoridades de cualquier institución religiosa—más aún si éstas responden a gobiernos religiosos ubicados en el extranjero, como es el caso específico de la Iglesia Cristiana Católica Romana.

Esta actitud de los gobiernos, parlamentos y judicaturas de los países cuyos ciudadanos son afectados, desdice mucho sobre el concepto que tienen de lo que significa la expresión soberanía nacional.

La humanidad ya está lo suficientemente madura como para exigirle a las instituciones religiosas las mismas obligaciones penales, civiles y administrativas que les exige a sus propios súbditos y ciudadanos—porque esas instituciones no están constituidas por personas “sagradas”, sino por seres humanos de carne y hueso no diferentes—ni biológica ni psicológicamente—al resto de las personas.

Si el Papa Benedicto Décimo Sexto, tan docto y sabio en teología cristiana, no aprovecha su reinado para corregir ésta—una de las más serias omisiones de su iglesia—pues los gobiernos y pueblos representados por ellos, no deberían perder ni un minuto más para ponerle fin a los hechos de intolerancia, discriminación e impunidad que fueron tolerados en el pasado y que podrían continuar tolerándose en el presente.

Definitivamente, eso no puede llamarse una actitud civilizada.

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