¿Paños calientes?
Venezuela es el país de las paradojas. En los anaqueles se consiguen los productos más sofisticados provenientes de París y de otras importantes capitales, pero escasean la leche en polvo, el aceite para cocinar, la harina precocida y hasta las gaseosas. ¿Qué es lo que explica tal situación?
En el debate público se ha especulado sobre las causas de este problema, prevaleciendo las tesis más polarizantes. Para el Gobierno, todo se concentra en la denuncia de la especulación de los precios por los «enemigos del pueblo», del acaparamiento y del contrabando de extracción para el sector productivo privado las causas del desabastecimiento se deben a la falta de dólares preferenciales, a la existencia de una política draconiana de control de precios y a la ausencia de reglas claras para el sector industrial.
Algo de esto es verdad, pero en realidad es una verdad a medias. Para poder entender lo que pasa en el país hay que tomar en cuenta dos datos reveladores del comportamiento económico en estos últimos meses.
Por una parte, se observa una creciente liquidez monetaria, lo que lleva a una asimetría entre la oferta y la demanda. En Venezuela ha crecido el número de consumidores, ya sea por su poder adquisitivo, por las compras nerviosas o por adelantarse al aumento de los precios.
Por la otra, el Gobierno ha mantenido su posición de aumentar el gasto público gracias a la adquisición de más deuda externa y al disfrute de unos altos precios del barril de petróleo.
La aprobación de los créditos adicionales para pagar las deudas del año pasado, la reforma a la ley conocida como de las asignaciones especiales, la reestructuración del sector minero, el posible aumento de la gasolina y del IVA y una devaluación en puertas son tan solo unos «paños calientes» para una economía que solo se cura si se racionaliza el gasto y éste se canaliza hacia la inversión.