País secuestrado
Como ya nos tiene acostumbrado desde que llegó a Miraflores, el teniente coronel no dejará que los venezolanos nos comamos las hallacas en calma y comportamos una copa de vino alrededor de una acogedora mesa navideña. El poder lo tiene tan embriagado y la adulancia a su alrededor es tan abyecta, que el “jefe” no permite un minuto de tregua. Él junto a su banda de serviles ataca por aire, mar y tierra a una nación desconcertada y, en buena medida, abatida por las lluvias, la inseguridad, la inflación, el deterioro de los servicios públicos y la falta de una conducción opositora que enfrente el militarismo y el despotismo con un plan coherente.
La derrota sufrida el 26-S tuvo sobre el comandante el efecto del know down que encoleriza al púgil tocado por el puño del rival y se levanta para destruir al adversario. De la misma forma está actuando el caudillo frente a más de la mitad del país que osó vencerlo. Esta aprovechando la miseria de unos diputados carentes de toda legitimidad, representatividad y dignidad, para aprobar un cuerpo de leyes y adoptar un conjunto de medidas, que comprometen la gestión de la nueva legislatura que se instalará el próximo 5 de enero y le imponen a la sociedad un esquema comunista rechazado el 2-D.
Nombra un TSJ que da pena. Aún más obsecuente y pirata que el anterior. La Ley Habilitante que las focas de la Asamblea Nacional le concedieron, más que ilegal es inmoral. Esos sujetos -elegidos muchos de ellos electos con apenas alrededor de 1.000 votos y que en su inmensa mayoría, más de 70%, no repetirá en la nueva legislatura- carecen de legitimidad y, por ello mismo, no tienen ningún derecho a torcer la voluntad del pueblo que el pasado 26-S manifestó querer un Parlamento plural, que recuperara su carácter deliberativo y su función contralora y fiscalizadora del Poder Ejecutivo. Los diputados salientes están dándole una patada a los resultados de septiembre, con el único propósito de complacer a un ególatra insaciable.
Otro obsequio para el “comandante supremo” son las leyes del “Poder Popular” (leyes comunistas), que aumentan las proporciones del Estado, asfixian la propiedad privada, imponen ese armatoste llamado la “Nueva Geometría del Poder” y acaban en los hechos con la descentralización, la reforma institucional más importante aprobada durante el período que se abre el 23 de enero de 1958. La trascendencia de esta reforma es de tal magnitud que –junto a los partidos políticos, los medios de comunicación independientes, las universidades autónomas y las expresiones organizadas de la sociedad civil- ha sido uno de los factores esenciales para preservar los vestigios de democracia que aún nos quedan. Sin gobernadores y alcaldes electos la hegemonía del caudillo sería total.
Los regímenes autocráticos son paranoides, ven peligros por todos lados. Por esta razón, los parlamentarios oficialistas quieren regalarle al amo leyes que persigan y castiguen la libertad de expresión a través de Internet y de cualquier medio impreso o audiovisual.. Le entregan la reforma de la Ley RESORTE y la Ley de Telecomunicaciones, que mediatiza, controla y convierte la información contraria a los intereses del régimen en un delito. Venezuela se parecerá a la China gobernada por el Partido Comunista (en este campo se mantiene la tradición maoísta), a Corea del Norte y a Irán, tiranías donde el uso del vocablo democracia puede ocasionar las mayores desgracias a quien lo pronuncie.
La autonomía universitaria, antigua conquista defendida tradicionalmente por la izquierda y, en general, por el progresismo en todas sus vertientes, también está bajo el acecho de los nuevos verdugos. La nueva Ley de Universidades y la Ley de Ciencia y Tecnología son los instrumentos de los que se vale el Gobierno para someter las máximas casas de estudio. Las universidades venezolanas, con esos adefesios, tenderán a parecerse a la degradada Universidad Patricio Lumumba de Moscú, receptáculo donde los jerarcas del PCUS mandaban a los menesterosos de América Latina, África y Asia que recibían ayuda educativa de los soviéticos
Los chavistas, convertidos en policías, por todos lados persiguen, castigan, regulan y controlan. La libertad y la democracia les estorban. En realidad son reaccionarios y retrógrados redomados marchando a contrapelo de la historia. La revolución bolivariana se ha transformado: en un proceso anacrónico dirigido a secuestrar a Venezuela y transformar la democracia en un concepto sin contenido. No podrán lograrlo.
PD: A pesar de este panorama tan oscuro, les deseo a mis lectores que disfruten las fiestas navideñas. La barbarie no podrá vencer a quienes la encaran con decisión, optimismo e inteligencia. Nos veremos en enero.