País en invernadero
Once años de miserias dice un grafiti muy repetido en las ciudades del país. La regresión histórica que padecemos ya ni siquiera es una percepción subjetiva ni interesada políticamente. El país real se nos está haciendo pedazos bajo la mirada impávida de todos. El militarismo, una vez más, demuestra sus deficiencias y carencias al frente de las responsabilidades de Gobierno. En nombre de la patria, una parcialidad, pretende monopolizarlo todo. El proyecto civilizatorio contemplado en nuestro pacto de país es una mera formalidad, una tapadera, para legitimar dominaciones aberrantes.
Nuestra Asamblea Legislativa monocolor ha impuesto la misma recomendación que en tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez hizo Laureano Vallenilla-Lanz Planchart: La fórmula jurídica es fácil fabricarla cuando se cuenta con los machetes. A la torera y en saltos de garrocha se omiten normas, leyes, reglamentos y principios fundamentales de la Constitución vigente, aunque en forma pareja, se producen y decretan adefesios jurídicos a espalda de los intereses nacionales. Cuando el país clama por una sincera discusión en torno a la inseguridad; la obscena corrupción; el abuso de autoridad presidencial y de los funcionarios cercanos al Gobierno; el alto costo de la vida; la libertad de expresión; el colapso de los servicios públicos más elementales como el agua, transporte y luz junto al síndrome implacable de la pobreza, la mayoría oficialista, se desatiende de todo esto. Sólo actúa de manera sumisa e indecorosa a la espera de las señales del coach de Miraflores, las cuales van orientadas a imponer el apartheid político a toda la ciudadanía que se opone a su nefasto continuismo.
Democracia como tal ya ni siquiera se práctica; sus espacios son cada vez más reducidos. La anti política es el designio del actual gobernante, que se complace de una obra bajo el signo de las ruinas. Cuando los partidos o los hombres están demasiados persuadidos de sus razones como para cerrar la boca de sus oponentes por la violencia, entonces la democracia no existe más. Albert Camus, El hombre rebelde.
Existe hoy en el país un sentimiento de indignación colectiva. La resistencia civil, ante un proceso que nos degrada nuestra condición de ciudadano por otra de militante, es justa y legítima. El próximo escenario electoral del 26 de Septiembre es una oportunidad esplendida de reconfigurar nuestro escenario político y de recuperar el tiempo perdido, y con ello, empezar a despertar a éste gran país hoy postrado.