Opinión Nacional

País de absurdo

Los avatares de la política estremecen inexorablemente las realidades de forma pasmosa. No hay manera de evitarlo. Sobre todo, cuando la política se confunde con el totalitarismo como razón de la inopia que caracteriza sus ideas y su praxis. Por desgracia, Venezuela se convirtió en la mejor representación de tan contrariado libreto. Tras cualquier acción de los actuales gobernantes, puede encontrarse una importante cuota de animosidad de perverso efecto por el cual se busca causar el peor de los males que en política puede darse. Es decir, el exterminio moral, la aniquilación social y la ruina económica del adversario. Sólo por el exiguo hecho que significa pensar en contrario a la pauta del esquema de poder dominante.

En política, no siempre es posible demostrar que “querer hacer, es querer poder”. Son incontables las tramoyas con las que cualquiera puede toparse a la vera del camino. Particularmente, quienes reconocen, como lo esgrimió William Shakespeare, que “la política está por encima de la conciencia” un tanto para explicar que el ejercicio de la política requiere honestidad, tolerancia, respeto y dignidad.

Hoy, Venezuela es la más increíble expresión de anomia. Políticamente, el país se redujo a un nivel que avergüenza reconocerlo luego de haber alcanzado sitiales internacionales de referencia democrática. La anomia o mejor dicho, la incapacidad que padece la estructura política de proveer lo necesario para lograr las metas preestablecidas a instancia de una sociedad que clama calidad de vida en lo social y económico, causó el desvío de las normas sociales lo que ha devenido en un país ausente de gobernabilidad. Fundamentalmente, por lo que ha significado no poder superar los embates de la actual situación política a la que se han sumado condiciones de franca ilegitimidad a partir de las cuales el régimen se ha valido para hacer de las suyas. O sea, para descargar sobre el país un pesado fardo de problemas cuyas consecuencias parecieran haber fracturado el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia sobre el cual se irradian valores de vida, de moralidad y de libertad.

El país se ha establecido sobre bases de odio y rencor, los dos únicos componentes cuyos agregados están asociados con una política arraigada en la persecución, la mentira, la usurpación y el arrebato de derechos y propiedades. Pero al mismo tiempo esta política está afianzada en la trampa y en la compra-venta de consciencias cuyo único propósito es minimizar cualquier posibilidad de vitalidad que pueda sostenerse sobre la muralla de la democracia.

Precisamente, en medio de tan indignos eventos que contradicen el apostolado de precursores y libertadores, cuyo pensamiento es izado como justificativo para refrendar el populismo vigente, lo que se tiene ya no es un país asentado en propuestas de justicia y libertad. Extrañamente, hoy es un país de absurdos.

CICLISTAS TOMARON EL CÓNDOR (POR EL PICO)

La perseverancia de quien hace más de veinte años llegó a tierras venezolanas proveniente del Reino de Bélgica, tomó forma y brindó calor a través de uno de los deportes más exigentes: el ciclismo. Pascal Mullebrouck, mejor conocido como “Belgabike” tiene en su laborioso haber la organización de aventuras de cicloturismo cuyo objetivo es la recreación mediante la práctica deportiva del ciclismo.

Esta forma de ocupar el tiempo a través de la bicicleta, despierta no sólo el entusiasmo por disfrutar del paisaje y de la naturaleza. También, el compromiso ante la vida toda vez que constituye uno de los medios más efectivos para reflexionar en la medida que el ciclista es capaz de analizarse de cara a los retos que deben enfrentarse día a día.

Comprender esta filosofía de vida, permitió al Belga instituir estos ciclo-paseos a manera de animar todo un colectivo de deportistas dispuesto a compartir conversaciones y objetivos que se tradujeran en motivos de encuentro. Esta ha sido la razón para que por quinta vez, la carretera Trasandina entre Mérida y el Pico El Águila (Collado del Cóndor), fuera tomada por más de quinientos ciclistas en nombre de un proyecto de vida y un ideal de reciedumbre. Trepar casi dos kilómetros y medio en bicicleta, representó un importante esfuerzo que evidenció tenacidad, coraje y vitalidad. Este nuevo reto al Collado del Cóndor, dejó ver cómo los ciclistas tomaron el Cóndor (por el pico).

SIN SOL, NO SON FERIAS DEL SOL

El sol pareciera comprender otras necesidades, antes que las que endosan su nombre con el único propósito de animar un ensordecedor jolgorio que para nada se corresponde con el clima político que sofoca a Mérida y al país. Mientras nativos y foráneos, con holgura económica suficiente, ingresan a espectáculos de exigente factura para divertirse al máximo, el país político se cae a pedazos. Al mismo tiempo, la economía nacional tiende a derruirse cuando otros países dan muestra de ventajas que apenas hoy día han alcanzado sobreponiéndose a las condiciones que Venezuela detenta como secuela del atropello del cual es injustificada víctima.

Aunque esta consideración no coincida con la lógica propia del esquema mental de quien pueda actuar con indolencia ante la situación de crisis que indiscutiblemente padece el país, hay razones para cuestionar no tanto la realización de eventos populares que exalten el carnaval como esparcimiento, como los excesos que se dan alrededor de ciertos festejos que lucen desmesurados en términos de su costo. Alguien habría dicho que todo es “miche y circo”. Más aún, el sol pareció haberse condolido de esta situación pues ha estado, en buena parte, ausente. Y es que sin sol, no son ferias del sol.

4 FEBRERO NO ES 23 ENERO

La comparación entre el 4 Febrero de 1992 y el 23 Enero 1959, es casi írrito. O sea, sin la fuerza necesaria para que devenga en una paridad salvo por lo que constituyó un evento de corte político. Pero ni sus razones ni sus hechos son semejantes puesto que no sólo se circunscriben a tiempos distintos, sino que además derivan en respuesta diferentes.

De entrada, la violencia es un indicador que el 4–F determinó el nivel sangriento de los acontecimientos lo cual difiere de los resultados que marcaron el 23-E. Por otro lado, este día tuvo como marco el júbilo que caracterizó un amanecer sin la figura del dictador militar. Mientras que el 4–F representó un día de desdicha, de la desesperación propia de un combate que derivó en la injusta muerte de algunos cientos de venezolanos que rindieron su vida a una causa desconocida aunque cruelmente ordenada.

Cualquier posibilidad de comparar ambas fechas, puede conducir o a un empalagamiento de sandeces con la única intención de adular el militarismo propio de regímenes presuntuosos y desatinados como el venezolano, toda vez que sigue la orientación de un obtuso socialismo, o a un equívoco de onerosas implicaciones que simplemente se convertiría en un documento más en el anaquel de una hemeroteca. Debe admitirse que “gimnasia no es magnesia”. Estos quiere decir que el 4 de Febrero no es 23 de Enero.

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