Opinión Nacional

Páez y el militarismo

En la historiografía oficial de la mal llamada V República, la figura de José Antonio Páez es grotescamente tergiversada. En estas breves líneas, no me voy a referir al indiscutible héroe militar de las Mucuritas, las Queseras del Medio y Carabobo, sino al Páez estadista y “Fundador del Poder Civil”, al Páez del período 1830-1847, donde el mismo “Centauro” dijo que debería haber acabado su carrera política. De este Páez, dijo Augusto Mijares en “Lo afirmativo venezolano”: “ También debe decirse con estricta imparcialidad que, si todos los caudillos hubieran sido como él, nos habrían evitado muchos sufrimientos y muchas ignominias. Después de él, es cuando nuestra vida política comienza a ser invadida por esos arbitristas sin escrúpulos, para los cuales la Constitución sirve para todo, se multiplican los favoritos de ínfima calidad moral, se exige dinero como salario de la lealtad, la solidaridad política se convierte en servilismo, no se respeta en el adversario- y a veces tampoco en el amigo- ni la propiedad, ni la honra, ni la vida. Tal fue la historia de Venezuela durante casi todo el siglo pasado. Justo es decirlo que con gobernantes como Páez no hubiera sido así.” A esto, Gil Fortoul, refiriéndose a los gobiernos de Páez, Vargas y Soublette, añade: “ Gracias a una administración honrada y prudente, la prosperidad material de Venezuela había crecido rápidamente desde 1830.” Efectivamente esos primeros gobiernos de la república se caracterizaron por el respeto a la ley, la libertad individual, la libertad de prensa, la honradez en la gestión pública, la paz y la prosperidad económica. Sin embargo, lo que quiero destacar aquí es un aspecto del pensamiento de Páez que resalta por su modernidad y actualidad: el antimilitarismo. El militarismo, lo he dicho y lo repito, es una degeneración de la profesión militar, una expansión hipertrófica y por tanto patológica de su campo de acción y en muchos casos, una verdadera usurpación por parte de una camarilla militar del poder de autodeterminación del pueblo, utilizando las armas, que el mismo pueblo le otorga en custodia. Escuchemos al propio Páez al respecto: “ …vida peligrosa para la sociedad cuando después de la victoria cesa la necesidad de la espada y es necesario colgarla para que el ciudadano tranquilo no tenga el sobresalto de la dominación militar, que después de la tiranía de las revoluciones es la peor de todas las tiranías.” “La Fuerza Armada” prosigue Páez “ debe ser esencialmente obediente y su poder debe reducirse al lindero de los cuarteles y ensancharse en los campos del honor y de la gloria,.. el militarismo… ha prestado el auxilio de sus fuerzas a déspotas que quieren gobernar con más insolencia que los tiranos más aborrecibles. Así pervierten los hombres las instituciones que debieran prestar servicio a la causa de la humanidad.”

El militarismo, actualmente, es una perversión endémica en los países más atrasados del Tercero y Cuarto mundo, fíjense sólo en la lista de las naciones que han sufrido golpes de Estado en la ultima década. La disciplina, la obediencia, la no deliberación y el respeto irrestricto a la ley son características, “sine qua non”, de las fuerzas armadas profesionales, institucionalizadas, serias y unidas. Así son las fuerzas armadas, respetadas y amadas por sus pueblos en las democracias avanzadas y estables. Allí no hay imbéciles que envían pantaletas multicolores al Alto Mando.

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