Pablo Armando Fernandez, poeta único
Ya se que todos los seres son únicos, pero no está mal decir que hay algunos más singulares todavía, en una especie de unicidad original irrepetible en el talante humano y en el talento literario o artístico. Ese ha sido el caso de hombres geniales que nos legaron obra fundamental en sus quehaceres intelectuales o con su trazo y de los cuales he tenido la enorme fortuna de contar con su amistad. Pienso en Toño Salazar, el extraordinario dibujante salvadoreño al que José Vasconcelos pagó una beca para que estudiara en París. Don Antonio, que llegó a ser Ministro Plenipotenciario de su país en Europa y embajador en Argentina, fue sobre todo y sin menosprecio de sus dotes en el dibujo y la caricatura, un buen amigo de sus amigos. Tal vez el más cercano compinche de Pablo Neruda en andanzas de vinos y señoras, por ejemplo, o del propio Picasso, quien le regaló algunos grabados preparatorios del Guernica, que llegué a ver dedicados por el malagueño en su casa de Santa Tecla, a los pies del volcán de San Salvador. Otro personaje de esa bella ralea que pude tratar hasta el nivel de compadrazgo fue el más grande pintor de Colombia del siglo XX, que para mi no es Botero, sino Alejandro Obregón. Intimo de Álvaro Mutis y de Gabriel García Márquez, el pintor nacido en Barcelona de madre catalana y padre colombiano y de raíces profundas en Cartagena de Indias y Barranquilla, Obregón fue uno de los seres humanos más lúcidos y cálidos que he conocido en medio siglo de vida. Entre otros personajes emparentados por esa calidad de individuos brillantes que dan todo de si y se dan a los demás, puedo contar también a Avel•lí Artís-Gener, Tísner, el intelectual barcelonés refugiado en México que tradujo al catalán “Pedro Páramo” y “Cien Años de Soledad” y cuyos datos biográficos abarcarían todo este espacio. Tisner, hombre de un solo ojo, incursionó con fortuna en la pintura, el cine, la escenografía y el teatro, entre otros venturosos oficios. Pues a ese tipo de personas que intento retratar en su grandiosa humildad y alcance y a quienes dedicaré un espacio especial en artículos futuros, pertenece un escritor que ha sido fiel testigo de la historia compleja de su país y que ha creado páginas memorables de la literatura cubana en su casa mágica de Miramar. El Premio Nacional de su país, Pablo Armando Fernández, ha ganado certámenes literarios de la importancia de la Casa de las Américas en sus mejores momentos y ha sido miembro del jurado del premio Príncipe de Asturias. Pablo Armando Fernández estará en México durante la segunda quincena de octubre, con motivo de la reunión anual de Poetas del Mundo Latino que se lleva a cabo cada año en la ciudad de Morelia, Michoacán. Y aprovechando su viaje lo hemos podido invitar a Acapulco, donde sostendrá varias lecturas de poesía y dictará conferencias en la Universidad Americana y en el monumento histórico más célebre del puerto, el Fuerte de San Diego.
Junto a Edgar Neri, periodista y fino editor, pensamos en editar una plaquette que saludara la estancia del gran poeta cubano entre nosotros y pusimos manos a la obra, porque la publicación tiene que estar lista en una semana. En ella participa de manera especial el Ayuntamiento de una bella ciudad de la Costa Grande de Guerrero, Petatlán, a través de un alcalde emprendedor, Antonio Armenta, al que no costó trabajo convencerlo de iniciar una colección de poesía que se llamará “Cuadernos de la Barra de Potosí” en homenaje a una de las más bellas playas (casi vírgenes) del litoral pacífico aledaño a la mundanal Ixtapa. Lo que sigue es una primicia de las palabras que prologan la breve selección de poemas:
“Toda selección es arbitraria por naturaleza; se guía uno por el humor del día y la escasa luz de un raciocinio que depende de los caprichos de un instante, método frágil que atropella. Me siento así mientras hojeo varios libros, con el propósito de conformar esta brevísima antología de un gran poeta latinoamericano llamado Pablo Armando Fernandez, venido siempre de Cuba y viajando toda la vida hacía esa belleza de rotunda dignidad convertida en Isla. Al intelectual completo que se revela en una obra compuesta por ensayos, novela, y teatro, se agrega un oficio de poeta de 24 horas al día. En Pablo Armando Fernández se cumple la maldición de la palabra que no ceja en la busca de su excelencia y a la vez, la bendición de la palabra que no cesa de buscarse en todos los seres y en todas las cosas del mundo.
A Pablo Armando Fernández he tenido el privilegio de tenerlo en mis casas circunstanciales de Roma y Barcelona y de manera virtualmente editorial en la India, donde aceptó que le publicara una edición bilingüe de poemas escritos al alimón de dibujos con Juan Sebastián Barberá. Ese libro, “San Cugat Nocturne” nació prodigiosamente en una sola noche en que la poesía se desató celebrando ese, cada día más raro sentimiento, llamado amistad. Ahora vuelve a México a decir sus poemas de trascendencia humana y literaria y un rapto lo deposita frente a los acantilados de la “Quebrada” en Acapulco, en una especie de cita poética con otro genio de las letras de nuestro continente que escribió allí uno de sus más memorables poemas, Carlos Pellicer. Digo cita, porque estoy seguro que Pablo Armando establecerá también un diálogo con el Pacífico mexicano en el sitio emblemático donde los nativos de estas costas de Galeones filipinos se precipitan a lo más profundo de las espumas y de las bravas mareas con absoluto riesgo de vida. Sé de antemano también que él no saldrá indemne del choque con la naturaleza marina de unas costas que complementarán la ciencia de las suyas, con la proverbial levedad y dulzura caribe.”
Y ahora un botón de muestra de su poesía:
TANKA DE IDENTIDAD
HE VISTO EL MUNDO
Y DE EL GUARDO UNA IMAGEN:
CONFUSA MULTITUD
SIEMPRE EN ACECHO
CONOCER CIERTA GENTE
ME HA HECHO SOSPECHAR
QUE SER DISTINTO
ES OTRA ADECUACION
EL COMPLICADO MUNDO
SIGNIFICO MI VIDA
LA GENTE SIMPLE
COMPLICO MI MUNDO.