Opinión Nacional

Otros gentilicios

Un lector me pregunta el gentilicio de los oriundos de Puerto Cabello. Dice que siempre ha tenido como tal el de “porteños”, pero, agrega, “…hay una periodista que llama al gentilicio ‘Puertocabellense’ o ‘Puertocabellano’” Como el consultante, yo siempre he tenido como “porteños” a los oriundos y habitantes de Puerto Cabello. Tiene la desventaja de que lo mismo se refiere a los de Puerto Cabello, que a los de Puerto Ordaz, Puerto Píritu, Puerto La Cruz y en general a los de cualquier lugar que lleve la palabra “Puerto” en su nombre. En Argentina llaman “porteños” a los de Buenos Aires (“bonaerenses”), “platenses” a los de La Plata y “ríoplatenses” a los de Río de la Plata. Pero el gentilicio de los de Río de Janeiro es “fluminenses”, derivado de “flumen”, que en Latín significa “río”.

“Puertocabellense” o “puertocabellano” (al margen de lo antiestéticos) no están mal construidos, pero el gentilicio de un lugar no es caprichoso, lo que a alguien se le ocurra y proponga como tal, fuera de lo encomiable o repudiable que pueda haber en ese sentido. La fijación de gentilicios es un hecho colectivo, anónimo, del modo que los amparados en el gentilicio decidan de manera espontánea. No se descarta que cualquier persona pueda proponer un gentilicio, y si este pega, pues ese será el del lugar. Pero todo debe ser de manera natural, sin imposiciones ni elucubraciones para tratar de justificar este o aquel nombre.

Entre los gentilicios que suenan raros destaca el de los nativos de Jerusalén, conocidos como “jerosolimitanos”, “hierosolimitanos”, “solimitanos”, “hierosolimitas” o “yerushalmíes”.

Es común, como vemos, que de un lugar haya más de un gentilicio. Los de Madrid pueden ser “madrileños”, “madridenses” o “matritenses”. En Venezuela los “maracuchos” pueden llamarse también “maracaiberos” y “marabinos”. Y hasta hubo una vez alguien que propuso “maraíco”. La notoria ambigüedad fonética de esta palabra hizo que la proposición muriese al nacer. Además, a estas alturas no hay nada que pueda desplazar el popular “maracucho”.

A los interesados en el tema les recomiendo el Diccionario de gentilicios y topónimos, de Daniel Santano y León (Edit. Paraninfo. Madrid, 1981).

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