Otro referéndum para el comandante
Mañana (hoy) se somete a consulta en Venezuela una enmienda más a la Constitución aprobada en 1999. Si es avalada, Hugo Chávez podría presentarse indefinidamente al final de cada presidencia de seis años.
Según las cuentas que hizo un acucioso historiador venezolano, ya a mediados del siglo XX, Venezuela se había dado -es un decir- veintitantas Constituciones y vivido más de 120 pronunciamientos militares, entre golpes exitosos e intentonas, desde que se hizo a la vida independiente y sedicentemente republicana.
Eso hace un promedio de 3.12 Constituciones por dictador y algo así como el 0.4 por caudillo. Solamente el general Juan Vicente Gómez, quien patriarcalmente nos tiranizó durante 27 años, se hizo redactar siete de ellas, promediando poco menos de una cada cuatro años.
Todo ello podría llevar a pensar que los venezolanos ostentamos un récord regional de descontento con nuestras Constituciones, sobre todo cuando se piensa que el país vecino, Colombia, sólo ha tenido ocho en casi 180 años. La penúltima estuvo en vigor durante 105 años, desde 1886 hasta 1991. Pero, en realidad, el «pueblo soberano» de mi país poca ocasión ha tenido de sugerir cambios, pues, en la mayoría de los casos, han sido los propios caudillos quienes han mutado en constitucionalistas.
En sólo 10 años, el presidente Hugo Chávez ha promovido ya varias enmiendas a la Constitución de 1999 que él mismo promovió y llegó a elogiar como «la más perfecta del mundo». Recuerdo el tiempo, remoto ya, en que mostraba -blandía, mejor- un ejemplar en miniatura de la Constitución en cada emisión de su programa dominical, Aló, presidente.
Solía llamarla «la bicha», al tiempo que escarnecía a sus adversarios. Sacaba el librito del bolsillo de su guerrera cada vez que invocaba su apego a la ley fundamental del país. De entonces a la fecha se han modificado, a instancias suyas, radicalmente algunas de sus provisiones, si bien Chávez preferiría decir que se han «perfeccionado». Mañana no se transmitirá el maratónico programa debido a que se someterá a referéndum una enmienda más, que afecta el principio de alternabilidad.
Si esta enmienda pasase, Chávez podría postularse indefinidamente al final de cada periodo presidencial de seis años. De modo que, si Dios le da salud y nos lo conserva, a partir de 2012, cuando cumplirá 14 años en el poder, Chávez podrá postularse por tercera vez y, a partir de entonces, cada seis años hasta alcanzar la anhelada fecha de 2024, en que aspira a presidir las conmemoraciones del bicentenario de la batalla de Ayacucho, antes de retirarse a los 70 años, según nos lo ha anunciado.
Como un Cincinato llanero, se irá entonces a la remota población de Achaguas, donde no querrá más presidencia que la honorífica de sus fiestas patronales. Donde lo esperan una hamaca, sus nietos y, quizá, la redacción de sus memorias, pero eso sólo si la defensa de la revolución no lo llama de nuevo al combate.
Llegados aquí creo que calza muy bien llamar la atención sobre el sí o el no de la consulta. Pocos medios extranjeros han realzado lo farragoso de la pregunta. ¿Qué propone la enmienda? Para ayudar al lector a hacerse un juicio, aquí se la pongo. Luego iremos por partes. Perdone usted la extravagante puntuación de los legisladores y, hacia el final de la pregunta, el chirriante gerundio:
¿Aprueba usted la enmienda de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230 de la Constitución de la República tramitada por la Asamblea Nacional que amplía los derechos políticos del pueblo con el fin de permitir que cualquier ciudadano o ciudadana, en ejercicio de un cargo de elección popular, pueda ser sujeto de postulación como candidato o candidata para el mismo cargo por el tiempo establecido constitucionalmente dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular?».
Sugerir que la elección de alguien para un cargo de elección popular pueda depender de algo distinto al voto popular da mucho que pensar sobre el inconsciente del legislador. Pero, en fin; ésa es la pregunta que a duras penas cabe en la pantallita de las máquinas de votar y a la que habrá que responder sí o no.
El Gobierno defiende el espíritu de la enmienda -la redacción de la pregunta es, ciertamente, indefendible- diciendo que se trata de ampliar los derechos ciudadanos al permitirnos a los venezolanos premiar con una reelección a aquellos funcionarios «que lo hayan hecho bien».
Los voceros gubernamentales desechan, además, el principio de alternabilidad como una martingala liberal-burguesa que impide que un hombre providencial nos gobierne sabiamente durante todo el tiempo que queramos.
La oposición señala que eso de «las ciudadanas y los ciudadanos» es un añadido demagógico que no alcanza a enmascarar el personalista designio de Chávez de perpetuarse en el poder, pues, hasta hace pocas semanas y según el fraseo original de Chávez, la enmienda original sólo valía para la presidencia.
El argumento opositor de mayor peso es el de que la enmienda de estos artículos ya formó parte de la igualmente enmarañada propuesta de reforma constitucional derrotada en el referéndum de 2007. En consecuencia, al ser cosa juzgada, Chávez viola la Constitución al insistir en ello durante un mismo periodo constitucional.
El Tribunal Supremo salió ya al paso a esta objeción al sentenciar que en aquella oportunidad se trató de una reforma constitucional, mientras que ahora se trataría de una simple enmienda, referida a un principio -el de alternabilidad- que no sería esencial para una democracia. De modo que, en opinión del Supremo, Chávez puede convocar el mismo referéndum cuantas veces quiera, incluso cada año de cada periodo, hasta obtener el resultado apetecido.
Este distingo semántico-constitucionalista entre «reforma» y «enmienda» que Chávez y los suyos han hecho hacer valer es, además de fullero, muy congruente con la probada disposición de Chávez de desconocer los resultados adversos.
El referéndum fue convocado en noviembre pasado, a pocos días de haber sufrido un importante revés electoral en los comicios regionales. Si bien a todas luces inconstitucional, la oposición venezolana, acogotada por el ventajismo mediático y por la enorme capacidad de extorsión que pueden tener las bombas lacrimógenas, los perdigonazos y la chequera de un petrocaudillo populista, no ha tenido más camino que hacer campaña por el no.
Para los estudiantes venezolanos, principales activistas del no, es como si Evander Hollyfield se subiese al ensogado con un chico de 12 años. Algo llamativo en este referéndum está en que, sea cual fuere el resultado, Chávez todavía tendrá cuatro años de gobierno por delante. ¿Por qué la prisa en asegurar su reelección?
La caída en picado de los precios del crudo hacen prever que Chávez tendrá, forzosamente, que tomar ortodoxas y duras medidas si quiere que el dinero rinda a su prometeico plan continental de «socialismo del siglo XXI». Devaluaciones e impuestos asoman ya a un panorama económico en el que Venezuela es, más que nunca, un Estado monoproductor que depende en un 90% de los ingresos petroleros.
En el pasado reciente, Chávez no ha mostrado respeto alguno por los resultados electorales que le han sido adversos. De hecho, las autoridades de oposición electas en noviembre se las han visto negras para tomar posesión de sus cargos, ante la escalada de violencia que, por ejemplo, ha impedido que el alcalde mayor despache desde su sede, ocupada desde hace tres meses por turbas armadas.
Chávez ha hecho en el pasado de cada elección un plebiscito en torno a su persona. De ganar el sí, la oposición teme, con razón, que Chávez interprete esa victoria como un mandato para ir a toda máquina hacia un régimen decididamente dictatorial.
Quizá por eso la consigna más ingeniosa y decidora que ha salido de las filas estudiantiles ha sido: «Mejor que no».