Otro montaje caza incautos
El espectáculo teatral estuvo bien montado (recursos y habilidad propagandística hubo para ello) y, como en otras ocasiones, sedujo al público incauto.
El primer acto tuvo como protagonista a Fidel Castro advirtiendo de un plan oligárquico-imperial para derrocar a su pupilo benefactor, lo que provocaría un río de sangre en Venezuela.
El personaje principal de la obra, Hugo Chávez, protagonizó el segundo acto y la escena central al anunciar la activación del Consejo de Estado y amenazar de salirse de la Comisión Interamericana de DDHH -y por tanto de la OEA- con el argumento falaz de que esa instancia se pronunció a favor del golpe de Estado de 2002, y que actúa en contra del gobierno, al servicio del imperialismo y la burguesía venezolana.
Finalmente, el espectáculo cerró -por ahora- con un personaje de tercera: el canciller Nicolás Maduro instando a que todos los países latinoamericanos se retiren de la CIDH.
Sabemos bien de la improbabilidad de un golpe de Estado opositor, de una invasión estadounidense y que por ello corran ríos de sangre en el país; también de lo difícil que le resultaría al Gobierno una salida de la OEA que, de darse, no se haría efectiva en menos de un año; y asimismo lo poco probable que los acomodaticios gobiernos latinoamericanos corran a salirse de la CIDH. El chavismo ni siquiera logró que la Celac naciera como una nueva OEA sin EEUU.
El espectacular montaje, pues, sólo se debe a la imperiosa necesidad de concitar atención en torno al candidato enfermo y ausente, incapaz de hacer campaña de calle; de desviar el foco mediático de la grave situación de descomposición institucional, moral y de ingobernabilidad que vivimos, y de tapar las nuevas evidencias sobre los nexos de Chávez y su régimen militar con el narcotráfico y el terrorismo internacional.
La desesperación del chavismo lo lleva a echar nuevamente mano de la estrategia de siempre: crear un clima de incertidumbre, miedo y zozobra nacional e internacional.
